xxxvii

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El ya era un caso perdido.
Se había dado por vencido hace poco más de un mes.

No comía, comía poco y nada, aunque lo agarrara a la fuerza y le hiciera comer, no servía, luego terminaría vomitando lo que le habían dado.

Dormía demasiado, era algo normal en ellos, pero el lo hacía mucho más, a veces ni lo veían en todo el día gracias a eso.

Ya no jugaba, ya no le importaba donde lo toquen o que lo mimen, ya no le gustaba salir, parecía que vivía en su pequeño mundo y sólo salía de el si era muy necesario.

Ya no sabían que hacer con el y su duelo.

Se escondía todo el tiempo y cada vez se les dificultaba más encontrarlo, los días pasaban y su ausencia se notaba más y más.
Aunque lo llamarán, no respondía, nunca lo hizo realmente.

Eden no lo vio por días, ni él ni su madre. Él ya se estaba preparando para lo peor.
Buscó y buscó, mas no lo pudo encontrar, el único lugar donde no había buscado fue en su habitación; revisó su armario, no estaba. Revisó debajo de su escritorio, tampoco. Buscó por todos los rincones, donde había ropa acumulada o algo en lo que el pueda acostarse, pero nada.
Lo último que le quedaba, era su cama, no quería buscar allí ya que sabía que ese era su refugio y que claramente estaría allí, pero aún tenía esperanzas, o eso creía. Entre las sábanas no estaba y debajo de esta sólo había recuerdos de su amante, era lo que le quedaba.

Sacó de a poco las cosas y encontró al gato enroscado en una prenda, lo atrajo hacia él como pudo, y como lo esperaba, ya no estaba respirando.

Agarró a Tom en sus brazos, no sin antes envolverlo en esa camisa en la que estaba acostado, era su favorita y la de Eden, y al parecer ahora también era la del felino.
Bajó las escaleras, las cuales le parecieron eternas, estaba algo aturdido todavía. ¿Se lo esperaba?, sí, pero aun así quería seguir creyendo que iba a seguir viviendo por un largo tiempo.

Al llegar a la sala y al ver a su madre sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales comenzaron a recorrer su rostro hasta llegar a su barbilla y caer por su ropa.
No dijo mucho y salió de la casa, ella entendió que quería su tiempo y tenía cosas que hacer; iría a la tumba de su amante y acomodaría a su amigo a su lado, así podrían reencontrarse y descansar en paz, ambos.

Sentía como cada vez perdía más el sentido de su vida, lo importante se iba y dejaba un vacío en él, que nunca podría rellenar con nada.
Justamente, hoy se cumplirían dos meses de su partida y el felino había luchado contra su ausencia todo este tiempo, buscándolo todas las noches en la puerta principal para regresar nuevamente debajo de aquella cama llena de recuerdos, terminando en un descanso eterno el mismo día que el de su dueño.

Ya no había mucho que hacer.

Volvió al mismo lugar donde estaba ese árbol de jacaranda con unas cuantas flores rodeándolo, con un bulto de tierra frente a el y unas cuantas colillas.

Había olvidado la pala pero para eso tenía sus manos; cavó un pozo, lo suficientemente como para que entrará el gato. No le importo mucho y lo metió con la camisa también, al menos iba a estar cómodo, pensó.
Tapó el cuerpo con la tierra y se despidió de el, y como de costumbre prendió un cigarrillo, le dio una calada y lo dejo sobre su intento de tumba.

Ya había cumplido con su parte.


















26 05 2023
621 palabras.

-- voy a llorar.

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