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Tus manos recorrían mi pecho por encima de la tela, como si estuvieras acariciando a un animal pero con un toque de morbosidad; no tardaste mucho en meter una por debajo de esta y comenzar a manosearme.

A través de tus ojos podía ver mi propia cara, llena de miedo, no sé si era por lo que me estabas haciendo o porque sos mi madre.

Por más que la situación me parecía repugnante, no pude hacer nada.

Intenté correrte, pero me rendí.

Lloré, pero vos ni te inmutaste.

Dije de todo, pero tu silencio me ganó.

Tu sonrisa sádica y tus ojos llenos de burla me mantuvieron en la raya, por más que ya conociera esa faceta tuya, siempre terminaba cediendo ante ella.

















29 04 2023
123 palabras.

Relatos cortos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora