—Che, ¿y si se dan cuenta-?
—¡Dah, no te ortives ahora!
—¡Te juro que para la hora de la salida vamos a estar de vuelta acá!
Por más que desde ayer andaban diciendo que hoy iban a ratearse, ahora parecía que una se estaba arrepintiendo.
La rubia estaba preocupada, tenía miedo que sus papás se enteren pero también quería tener una anécdota chistosa para acordarse en un futuro.
—Encima lo que me costó venir sola... —acotó la castaña—. Y en bici-
—¡Bueno, bueno! —interrumpió—. Vamos antes de que me arrepienta de nuevo —la chica se subió de vuelta a su bicicleta y empezó a pedalear en dirección contraria a la escuela. Sus amigas, que se quedaron atrás, le gritaron que las espere pero ella les sacó el dedo del medio y fue más rápido.
Las otras dos se apuraron y al rato la alcanzaron.El sol todavía no había salido, pero el cielo estaba lleno de colores anaranjados.
Las calles se sentían llenas aunque con suerte veías a alguien caminar o algún auto apurado para llegar a su destino, quizás ellas tres llenaban las calles estando juntas.
Pronto salieron del pueblo y quedaron descubiertas.
A los costados de la carretera no había más que hierba y, bien a lo lejos, árboles.Pararon en un almacén que había por ahí, medio raro que este tan lejos del pueblo pero parecía confiable.
Apoyaron las bicicletas en unos barrotes de metal que había frente al local y entraron, compraron unas medialunas y algo para tomar y picar más tarde. Les sorprendió lo barato que salía todo. Pagaron y salieron, la pelinegra puso las cosas en el canasto de su bici y retomaron su camino.El sol se asomó lo suficiente como para que su luz las encandile. Se iban quejando a cada rato. Y se reían de ellas mismas.
—¡Che! —alargó la "e"—. ¡Tengo hambre, paremos acá y vayamos pa'llá!
—¡Flaca, estamos en medio de la nada! —contestó la pelinegra—. Aparte, ¡¿dónde es "allá"?!
—¡Paren, paren! —la rubia frenó de golpe, la castaña, que iba detrás de ella, casi se cae por no prestarle atención—, ¿no estaría piola irnos para el campo? Total, todo es igual y no nos vamos a perder.
—Para mí es al revés..., ¿seguras?
—¡Sí, sí, sí! —dijeron al unísono.
Las tres se bajaron de las bicis y empezaron a alejarse de la carretera. La calle estaba en una zona alta, así que tenía unas mini colinas a sus costados, ellas hacían lo posible para no caerse al ir rápido por la inclinación de esta.
Cuando ya estaban en la parte plana, dejaron las bicicletas tiradas ahí. La rubia fue la primera en llegar, apenas llego la más chica, la mayor de todas se apuró a sacar lo que compraron de su canasto y empezó a meterse al campo.
—¡Para un cacho, muerta de hambre!
—No te hagas que recién escuché como te hacía ruido la panza, eh.
La pelinegra la miró con mala cara, ella le devolvió el gesto, la que restaba sacó su celular y las llamó para sacarse una foto.
La castaña levantó con una mano la bolsa, lo suficiente para que salga en la foto, la otra la usó de soporte y sonrió, las otras dos hicieron el símbolo de la paz.—¿Ya 'ta? —dijo entre dientes.
—¡Sí!
Volvieron a pasear y jugar entre aquellas hierbas, comiéndose las medialunas y compartiendo una manaos de cola.
A veces se sentaban a descansar después de correr de un lado a otro, persiguiendo a otra, después empezaban de vuelta. Y se repetía.
En una se recostaron en el pasto, sus cabezas se chocaban entre si, pero todavía quedaba un espacio chico en el medio. Una de ellas sugirió tirarse y ver las nubes y buscarles alguna forma; estaba despejado, no había ni una sola nube en el cielo, se rieron de ella pero lo hicieron igual.—Estaría bueno ser astronauta, ¿no? Podrías conocer el espacio...
—O quizás te toque tener que controlar cosas desde acá, vos que sabes.
—¡Boe!
—O te quedas varada en el espacio... Y no podes volver nunca más... Y te morís —la castaña la miró de reojo, y mal, la otra se le rio sarcásticamente en la cara.
El tiempo les paso volando, ya era un poco más del mediodía y tendrían que haber salido hace rato.
Si se apuraban, quizá llegaban justo.
25 09 24
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