Capítulo 12º

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Ya era de día. Annia se levantó y contempló los árboles, aturdida. <<¿Dónde estoy?...¡ah, sí!>> , recordó de golpe, <<Haën>>. Se levantó como pudo, y se quedó arrodillada. Recordó la otra noche. Observó los troncos pelados, las marcas en la tierra y las tiras de tela y cuero prendidas de toda clase de salientes. De pronto, empezó a arderle la cabeza. <<Agh, qué...>> Tenía sangre seca en las uñas, pero la herida de la cabeza aún sangraba un poco. Se levantó con dificultad y se apoyó en un tronco cercano, y sacó de la bolsa de cuero un jubón viejo. Lo rompió en tiras, y mojó un trozo más grande en un charco cercano. Se puso el paño en la cabeza, y se la vendó lo mejor que supo con las tiras secas. Cerró la alforja y miró alrededor. Allí estaban las tres chicas, tiradas en el suelo. La mujer, Gëida, estaba junto a esa bruja, Yashiro. Annia pensó en matarla ahora. <<No sé...sería ruin, hacerlo ahora...si la mato, será más fácil. Pero...>>, desvió la mirada hasta Misaki, <<Ella confía en la otra>>. Su otro yo lo decía que era Haël, la encarnación del mal, la diosa de los maleficios...la que había permitido que matasen a Kreiss. Kreiss. Aile se quejaba, y con motivos. Se le derramaron un par de lágrimas. <<¿Por qué soy tan idiota?¿Por qué me enfadé con él?...>>Se derrumbó en el suelo, recordando a su hermano. <<Soy idiota, idiota, idiota...>>Oyó un crujido. Se secó las lágrimas y miró hacia las tres chicas. <<Oh, no>> Se le pasaron las oportunidades de matar a Yashiro. El bulto que ocupaba se movía, y se levantó. Yashiro se quedó arrodillada, mirando con perplejidad a Annia. Ésta, tras unos segundos de confusión, se fue.

-Adiós...sé que querías matarme-no oyó estas palabras, pero habría tenido un escalofrío de haberlo hecho.

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Al día siguiente, despertó Gëida. Misaki tardó más, había recibido mucho daño en el cuerpo. Cuando volvió en sí, lo primero que hizo fue volverse y vomitar. Bebió agua, una infusión improvisada por parte de Gëida y volvió a caer en el sueño.

-¿Cómo crees que hizo eso?-preguntó Gëida. Yashiro, con cara seria, miraba al suelo. No respondió y, cuando lo hizo, lo dijo despacio y claro.

-Oye, Gëida...

-¿Sí?

-Somos amigas desde hace dos años, pero...¿sabes realmente qué somos Misaki y yo?-no levantó la cabeza, pero sabía que su amiga estaba sorprendida por la pregunta.

-Sí...bueno...¿a qué te refieres?

-A nuestro fin.

-Oh, eso...bueno, Ella os quiere...no sé para qué, pero os quiere para algo-contestó, algo confusa.

-Ya. ¿Quiénes son Häen y Häel?

-¿Cómo?-ahora sí que estaba confundida-¿No sabes quiénes sois?

-Pues no.

-Agh...¿no sabes la leyenda?

-¿Qué leyenda?-Yashiro abrió los ojos, curiosa. Las leyendas le perdían.

-Bueno...no me interrumpas; es larga y fácil de perder el hilo, ¿vale?

-Vale.

-Bien, empecemos...al principio de ls tiempos, a los inicios de Aennia, nuestro planeta estaba desierto. No había nada, sólo el suelo, a miles de quilómetros del que ahora pisamos. De él, y de la poca materia que existía, nacieron tres diosas: Häen, Häel y Häed. Häen, diosa de la tierra y todo ser que se sirviera de ella; Häel diosa del cielo y las tormentas; Häed, diosa del agua y los corales. Esas tres diosas fueron las que crearon lo que ahora conocemos por Aennia. En proceso de creación, Häed fue raptada por las masas oscuras, que la condenaron a perpetuidad. Sufrió lo inpensable durante milenios; la Creación no pudo acabarse. Por ello, sus hermanas Häen y Häed  fueron en su busca. Encerraron a las masas oscuras en la Caja de Elera, un confre encantado por ellas dos. Häel volvió a la luz, pero nunca volvió a ser la criatura inocente que nació un día. Creó habitantes para el cielo vacío, rencorosos pero fieles; los mares fueron llenados con corales, plantas, algas y tritones; peces, sirenas y perlas. Häen se ocupó de la tierra con elfos, hadas, plantas, árboles, trasgos...

Häen; tierra e inocencia. Häel; cielo y sufrimiento. Häed; agua y sabiduría. Idénticas, diferentes. Esos son los tres principios de los dioses de Aennia. Ahora, se dice que generación tras generación las tres diosas habitan cuerpos mortales, desde los que controlan su planeta. Se dice que la Caja de Elera está oculta en algún lugar de éste, a la espera de alguien que la abra. Se dicen muchas cosas, pero nadie se cree que tres diosas creadoras puedan estar en unos simples cuerpos. Ella ha escogido ya a dos personas gemelas que ocupar el cargo de diosas. Misaki y tú. Ahora estará buscando una tercera para el puesto de Häed.

-¿Y qué quieres decir con eso?

-Te dije que no me interrumpieras.

-¿Somos diosas?¿Es eso lo que quieres decir?-preguntó, sin hacer caso del aviso. Gëida suspiró, y contestó vagamente:

-No, vosotras sois para causar miedo. Hay aún muchas personas que creen en la leyenda, y puede someterlas si creen que las diosas están de su parte, ¿entiendes?-la miró inquisitivamente, y la chica se tomó un tiempo para contestar.

-Entonces...¿sólo somos una faceta?-inquirió, tristemente.

-Sí...lo siento-en esos momentos, lamentó haberle contado la historia; la amargaría más si cabe. Pero en lugar de deprimirse sonrió y la abrazó.

-Menos mal...entonces, ¿podemos vivir normales?¿como cualquier otro ser?

-¿Ehm?Oh, sí...supongo, es decir...¿no estás enfadada?

-¡Qué va! Me has librado de un peso enorme. Y creoq ue a Misa también.

-Sí, ya lo creo-las dos se volvieron, y vieron a una Misaki sonriente, con unos hilos de sangre resbalando por su boca.

-Ven aquí. Tendrías que haber dicho algo. Venga, vamos a curarte-dijo Gëida en tono de madre, llevándosela al río para lavarle las heridas.

Los Misterios de AileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora