LOBO FEROZ

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Willow se encamina otra mañana más. Sin embargo no es otra mañana cualquiera. La gente la mira extrañada al ver tan apagada a la muchacha. Ya no brinca por las calles, y está tan sumergida en sus propios pensamientos que casi le atropella un coche al cruzar. 

Rose también está preocupada. Lleva toda la mañana horneando distraídamente y ya se ha equivocado tres veces en la receta.

- Willow. ¿Willow me estás escuchando? 

La nombrada sale de su ensoñación al oír el tono de reproche de su jefa. Aunque intente pasar página, lleva todo el día recordando lo sucedido la noche anterior. Esos brillantes ojos amarillos que creyó que le quitarían la vida. Ese aliento, que más que asustarla le daba calor. 

Cuando aquella gigantesca bestia se transformó en aquel hombre, no tuvo palabras. Se olvidó de como se hablaba, se olvidó de respirar y pensar. Solo sentía la melena oscura rozar su rostro y su calor entibiar su cuerpo.

¿Y luego? Y luego nada. 

El hombre se alejó como una sombra oscura con zancadas rápidas y seguras. Serpenteando entre los árboles y dejando un extraño vacío en ella.

- ¿Qué?

Rose niega enfadada al ver que no consigue mantener la atención de la dulce coneja. 

- ¿Te ocurre algo? No te escucho hoy entonar esa cancioncita tuya.

Willow niega tratando de apartar los recuerdos y centrarse en la conversación. Es verdad. Ha estado distraída. Y esa pegajosa melodía que su madre le enseñó, por primera vez, no es lo que se repite en su mente sin parar.

-¿Has oido las noticias? En un mes elegirán al nuevo gobernante de la capital. Los favoritos van bastante igualados. - Trata de cambiar de tema la mayor.

Willow se gira hacia la pantalla del pequeño televisor de la pastelería, donde dos hombres de gran porte y elegantes trajes discuten con una sonrisa tratando de vender su mandato.

- Se podrá ir a mostrar apoyo a la gran ciudad. Habra fiesta durante mes y medio y luego la coronación del ganador.

La mente de la castaña se despierta como teniendo una gran idea, la gran capital. Aquella ciudad en la que hervíboros y carnívoros conviven. ¿Es allí donde vivirá aquel extraño hombre que la salvó? Está a penas a una hora de allí cruzando ese bosque. 

Los hervíboros no eran lo que ella creía. Todos creyendo que no es capaz de hacer nada por si misma. ¿Que mejor forma de demostrar su valía que marchando a la ciudad?

Solo un problema. Convencer a sus padres. Tarea imposible puesto que siempre la han criado en el miedo hacia las demás especies y lso ideales de su pequeña casa.

Pero está dispuesta a intentarlo. 

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La coneja sale de la tienda aún distraida. Con una nueva meta en mente. Entre las sombras, alguien le observa.

Algunos pajaros curiosos se posan en las ramas al rededor del enorme lobo que ha dejado su cacería solo para sentarse entre los arbustos, cerca de aquella cursi pastelería, a observar. Atento a todos los movimientos de la muchacha. 

El olor dulzón llega a él como una bonita melodía. No puede evitar aspirar su aroma y suspirar sin moverse de su sitio. 

Los animales casi se ríen de él cuando ven su pesada y oscura cola zarandearse de un lado a otro como un animal domestico sacudiendo la tierra. Pero el lobo feroz no está preocupado por ello. Solo es capáz de fijarse en en ese hueco que se llena en su pecho por primera vez, al verla caminar con aquel vestido corto de tono rosado.

Tan infantil, tan cursi... Tan perfecta.

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- ¿Donde has estado? ¡Llevamos toda la mañana buscandote!- Se queja el cambia formas de lince rodeando al recién llegado hombre que, con el ceño fruncido, recorre el largo pasillo.

Un gruñido es todo lo que recibe por respuesta. Pero ya está acostumbrado a las nulas respuestas de su mejor amigo y Alpha. Aunque hoy se le ve de peor humor, si es que eso es posible. 

- La reunión con Lion es en diez minutos y quedamos en prepararla pero no has aparecido. Es importante que quiera colaborar con nosotros. 

- Lo hará.- La voz ronca del pelinegro interrumpe a su amigo.- Nos necesita. Se beneficia más él que nosotros. Sobretodo si quiere ser el nuevo gobernador tras las elecciones. 

Se detiene frente al enorme portón de madera del despacho del candidato favorito. Quiere cerrar ese trato. El apoyo de un grupo de discriminados, de una manada inclusiva, es lo que necesita aquel joven león para convertirse en el ganador, con su plan de igualdad de todas las especies.

Llama a la puerta aunque entra sin esperar respuesta, seguido de su amigo y mano derecha. 

- Adelante... Supongo.- Sonríe desde el otro lado de la gran mesa de cahoba un joven entrajetado. 

Educado se levanta saludando con un apretón de manos a los recién llegados. El lobo responde al saludo con fuerza y determinación y eso no pasa desapercibido para Lion.

Los tres se sientan en aquel lujoso despacho. El pelinegro no puede evitar gruñir observando todo el gasto de dinero en cosas materiales. Cosas banales y sin importancia. Calcula rápidamente cuántos inviernos podría abastecer a su gente con uno sólo de esos adornos recargados.

- Vayamos a lo que nos interesa. Necesito vuestro apoyo para ganarme más votos que ese idiota de Brent. Los hervíboros siempre encandilado con sus dulces palabras.- Sonríe con burla, aunque se borra en seguida en cuanto se topa con la seriedad del lobo.

- No nos interesa ningún tipo de pacto si su política es una mierda.

- Lo que mi amigo quiere decir.- Interrumpe su compañero tratando de salvar la situación.- Es que nos gustaría saber como piensa manejar el poder en cuanto lo consiga. 

- Nuevas leyes. Este país es grande y rico en cultura. Tantas especies tan distintas... Pero todavía hay conflictos entre nosotros y cosas que hay que mejorar. 

- Propone igualdad.- Interrumpe su discurso el lobo. 

- Exacto.- Sonríe con esa dentadura perfecta Lion.- Igualdad. 

- ¿Y que beneficios nos dará apoyarte como candidato?

- Verás Orión.

- Ottomar. Señor Ottomar para usted. - La voz grabe hace poner los ojos en blanco al lince.

Él león suspira. Nunca es fácil tratar con un lobo solitario. Si no necesitase su ayuda ya habría borrado su forzada sonrisa. Son gruñónes y desconfiados y sobreprotectores con lo suyo. Al contrario que un león, Alphas por naturaleza, amantes de la atención y vanidosos.

Aun así Orión quiere ayudarle a llegar al poder. Su política es lo que necesita una capital como aquella donde, a pesar de fingir ser civilizada y amigable, no es más que una fachada tras la que hay represiones y marginaciones.

- Su pequeña... manada. No es demasiado legal que se diga... Dejareis de tener problemas y os dejaremos en paz. Además de que tendréis mi apoyo en caso de guerra. Porque se que hay muchos que quieren vuestros territorios. ¿No es cierto?

Oirón gruñe bajo recordando los últimos acontecimientos. Seis perdidas. Seis amigos y familiares muertos defendiendo un pobre territorio. Eso lo obligó a venir hasta aquí. Sin más opción que buscar ayuda de la gran ciudad, aunque eso dañe su ego.

- Entonces. ¿Es un trato señor Ottomar?

Lion estira su mano hacia el hombre de peo oscuro y ojos amarillos que lo mira aún desconfiado. 

- Trato.

Orión Ottomar asiente apretando su mano, esta vez, incluso más fuerte que la primera.

Un lobo para la conejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora