SONRISAS

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El Alpha no retira la vista de aquella presa ni cuando ella da media vuelta dispuesta a huir. Puede olerla, puede oír los latidos arrítmicos de su corazón. Su presa.

Sus colmillos pican en sus labios, deseando que Lion deje la charla para poder ir tras Willow. Ella lo ha reconocido, si no no habría salido espantada de esa manera.

No puede esperar más. En cuanto los aplausos vuelven a reinar, sale disparado hacia ella deseando, por fin, volver a estar cerca de aquella coneja.

- ¡Orión! ¿A donde vas? - Puede oír el grito de su amigo que corre tras él. 

Willow trata de moverse más rápido. De buscar la calle hasta el hotel. De huir de ese extraño sentimiento que le atrapa al observarlo de nuevo. Cuando por fin consigue encontrar el camino, viendo su salvación, una enorme e intimidante sobra se cierne sobre ella. 

La coneja se queda estática. Sus piernas tiemblan, sus manos tiemblan, mientras detalla al extraño parado frente a ella. 

Su pelo negro, un poco desordenado, cae por parte de su frente. Su rostro está bien definido, pómulos marcados en armonía con la mandíbula, y, como buen depredador, es tana alto y ancho como una pared. 

Se quedan así, el uno en frente del otro tratando de dejar a un lado sus más puros instintos que aprietan en su interior. 

Orión está completamente embelesado. No la recordaba tan extremadamente pequeña y dulce. El olor es tan embriagante que solo quiere hundirse en ella y en ese sedoso pelo castaño.

-¡Hola!- No es ninguno de los dos los que interrumpen el silencio, si no cierto linde que con ojos curiosos observa la escena.

Willow salta de la impresión por la efusividad del recién llegado. Otro carnívoro. De no haber visto ninguno en la vida a topárselos por todas partes. Orión lo nota en seguida, sintiendo la necesidad de protegerla incluso de una amenaza inexistente.

- Soy Archer y este idiota de aquí es mi amigo Orión.- Sonríe el lince tratando de calmar el incomodo ambiente que siempre crea el lobo.

- Wil... Willow Haley.

La sonrisa lobuna que le dedica Orión de nuevo la hace temblar. Un pequeño suspiro entre extasiado y atemorizado escapa de sus labios. Él no puede hacer más que saborear el nombre. Un lindo nombre para una linda coneja. 

Hay algo que en la mente de Archer parece encajar al ver de nuevo a su amigo, con la que pocas veces ha tomado una situación con tanta calma. Esa carrera, ese interes... 

Es ella. La chica por la que su Alpha lleva desapareciendo a cada rato y volviendo como un bobo enamoradizo. 

- ¡Eres tu!- Sin perder tiempo y con su característica energía se acerca más a Willow que retrocede confundida. 

Demasiado tarde. Los brazos de alto lince se enredan en sus hombros acercándola más a ellos. Es entonces, cuando siente como Willow se retuerce bajo su agarre, que se fija en su olor.

- Espera Orión. ¡Pero si es una coneja!- Tan sorprendido que levanta los brazos de la muchacha observandola más de cerca.

- Apartate Archer, la estas asustando. 

Los instintos de Willow la invitan a correr. A esconderse del depredador que la sujeta. Porque, aunque Orión también la asusta, es de una forma distinta que con cualquier otro carnívoro. 

Sin poder evitarlo comienza a expulsar sus feromonas tratando de hacer que Archer deje de sujetarla con fuerza. Ambos lo huelen. Incluso algunos giran ante tan delicioso aroma.

- ¡He dicho que te apartes!- El grito es tán potente que asusta incluso a su amigo. 

De un empujón hace que suelte a Willow que baja la cabeza avergonzada. Su naturaleza recibe esas feromonas como un botón que enciende sus más bajos instintos. Solo quiere morder, custodiar y atacar a todo aquel que osara acercarse.

- Lo... lo siento. 

Willow se siente una estúpida. Se supone que un animal adulto es capaz de controlar reacciones biológicas como aquellas. Pero estaba nerviosa, observada por esos ojos amarillos y amenazada por un depredador. 

- Joder. Tengo un amigo con fetiches raros.

Archer parece no haberse tomado a mal el comportamiento casi animal de su amigo, y también parece ignorar la bajita disculpa de la chica.

Orión la observa aún mirando al suelo y con la maleta en el suelo. Las cosas se le han salido de las manos y, lo que pretendía ser una presentación amistosa para ganarse a la chica, ha resultado ser un bochornoso marcaje de territorio. 

- Te acompañaremos al hotel.- Casi ordena el lobo cogiendo la maleta sin problemas. - ¿Verdad Archer?

El codazo que recibe el lince por parte de su amigo le saca todo el aire. 

- Si, por supuesto, linda Willow.

Un gruñido le hace reír. Como piensa devertirse a costa de esta extraña pareja que parece estar surgiendo. Nunca podría haberlo imaginado, su sonrisa crece a medida que ve como, por el camino, el lboo cuida las espaldas de esa inocente chica a cada paso que da.

- ¿Te quedarás por la ciudad?- Trata de sacar conversación Archer.

- Si.- Willow coge más confianza al ver que parecen personas medianamente normales.- Toda la primavera. Es poquito tiempo pero lo aprovecharé al máximo.

Su sonrisa deslumbra a todo aquel que pasa cerca. Esa linda coneja que brinca de lado a lado delante de aquella pared de mesculos y mal humor. 

¿Como podía siquiera exiter algo tan inocente e ingenuo? El mundo es muy grande para verlo en mes y medio.

Orión tiene la sensación de que la calle ha terminado demasiado rápido. Los tres se paran frente a la puerta de un viejo, pero arreglado, hostal cerca de la plaza principal. La gente pasa a su alrededor tan ajetreada como siempre pero el hombre tinee toda su atención en aquella figura que, con mejillas sonrojadas, le devuelve la mirada tímida. 

Willow le observa por última vez. No puede evitar pensar que lo echará de menos, auqneu no lo concoce. También al inquieto y enérgico Archer que le sonríe abiertamente aún entretenido con la situación. 

- Gracias.- Susurra aún más ruborizada. 

Y no lo dice por la maleta que ahora el enorme hombre le tiende con cuidado. Ni por la compañía en el trayecto. Si no por aquella oscura noche en la que recibió la protección de aquel lobo de ojos brillantes. 

Aquél día que ese hombre de pelo negro y posición intimidante evito que fuese abusada y aquél día, aunque no se haya dado cuenta, ese hombre encendío algo en ella que no sabía que tenía. 

De alguna extraña manera a Orión le llega el mensaje y, con una sonrisa ladina se despide de su linda coneja.

Un lobo para la conejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora