DUELES

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Para Willow todo se torna negro, sumiendose en la más absoluta oscuridad. Nada, después de tanta lucha, al final nada.

Todo pasa tan rápido. El león que sujeta a la coneja no se espera el arma por la espalda que se clava en él con fuerza haciendo soltar el cuerpo de Willow. Que cae como plomo contra el suelo. 

Agnes sujeta la barra de metal, ahora chorreante de sangre, deseando no haber llegado demasiado tarde.

Cuando el hombre se gira para enfrentarla, herído y rabioso, esta vez es Orión el que, sin pensarlo, le arranca la vida de un mordisco. Llegando unos segundos después.

El lobo negro se para frente al cuerpo de la coneja, tendido en el suelo. Sin aliento y jadeando por la inútil carrera. Siente su corazón pararse de repente. Su mundo entero se detiene al observar su palidez.

Puede ver a sus hombres heridos, incluso algún caído. Puede ver la sangre, la desesperación y la rabia. Y puede sentirla a ella. Todo por culpa de esos leones. 

Un fuerte aullido se escapa de sus labios y retumba por toda la manada, por todo el bosque, casi por todo el país. Con una mezcla de dolor y furía que nadie había oído jamás. Una amenaza. La amenaza de un lobo sanguinario que, sin la necesidad de la luna llena, promete dar rienda suelta a sus instintos asesinos si no se retiran a tiempo.

El más puro instinto animal.

Orión no sabe que es lo que ocurre a su alrededor. Solo es capaz de centrarse en ese pequeño cuerpo al que no pudo proteger.

- Alpha.- Agnes trata de decir algo pero no es capáz de hacerlo cuando los ojos amarillos del lobo se centran en ella con dureza. 

No sabe muy bien si pedir perdón, clemencia o escusas.

Jamás ningún sentimiento llegará a equipararse a la impotencia de no poder hacer nada. De ver como tu alma gemela pierde la vida y tu has llegado tarde.

La manada se amontona al rededor de Willow y Orión cuando él se transforma otra vez en su forma humana y se agacha junto a ella rezando oraciones nunca escuchadas. Plegarias a dioses que ya ni existen. 

Con ansias posa su oído en el pequeño pecho de la coneja tratando de encontrar una señal de que no le ha dejado. De que sigue allí.

Y ahí está, lento y bajo, pero latidos a fin de cuenta. 

- No me dejes conejita.- Susurra el hombre aún contra su piel.- Por favor.

Cree oír el grito de alguien pidiendo un médico, y gente murmurar observando la tragedia. Pero no los escucha en realidad.

Su lobo interior se agita ante la angustia de perder a su pareja queriendo salir y cobrar con sangre su vida. Se le nubla el juicio ante la imagen de su tierna pareja. De las marcas moradas que comienzan a surgir al rededor de su cuello. Tan oscuras que casi tapan su marca.

Con rabia cuenta los eternos segundos que pasan con Willow en la inconsciencia. Y cuantos más son, más colérico se siente.

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Sus ojos de tono claro se van abriendo poco a poco. Escucha ruidos, y puede sentir miles de miradas sobre ella. Desorientada trata de comprender que está pasando. ¿Qué ha ocurrido?

Cuando Orión escucha un pequeño quejido emitido por la coneja, prácticamente se abalanza sobre ella. Siente que su corazón vuelve a latir esta vez tan rápido que cree que se saldrá de su pecho. 

Casi la pierde, y la sola idea le aterra tanto que sufre. Si le hubiese hecho caso... si tan solo hubiese obedecido.

Ese miedo le atormenta de tal modo que la ira vuelve a su cuerpo como un terremoto dispuesto a derribarlo todo, opacando la alegría de recuperarla.

De golpe ella recuerda todo, la batalla, su pareja diciendo que no saliese de casa, la sangre, aquel hombre, la falta de aire... Cuando Willow reconoce a Orión e intuye, por su gesto enfadado y su mandíbula apretada, que no está muy contento, trata primero de disculparse.

- Orión yo...

- ¿Por que no obedeciste mi orden?- Su voz suena ronca por el enfado y sus ojos brillan en disgusto.- Solo una maldita orden Willow.

Willow trata de incorporarse, por lo menos para no sentirse tan pequeña ante la amenazante postura del lobo. Sus manos tiemblan tratando de recuperarse del dolor y enfrentar la bronca de su pareja.

Nunca se había enfadado con ella y debe admitir que le aterra. 

- ¡Solo quería ayudar!

- ¡Y solo lo has empeorado todo! Deberías haberte quedado en esa casa y no hubieses estado a punto de morir.

Aún le da vueltas la cabeza, y le duele el cuello, pero está lo suficientemente ofendida con que todo el mundo quiera mantenerla oculta que no puede evitar defenderse. 

-¿Porque? ¿Porque tendría que esconderme mientras el resto lucha? ¿Por que sería diferente al resto?

- ¡Porque eres una coneja!

Los ojos de Willow se abren de par en par sintiendo una punzada en su pecho, pero Orión no parece darse cuenta y, consumido por la rabia, continúa deshaogandose con quien no debe. 

- ¡Simplemente porque debo proteger a una debil e indefensa coneja!

Había escuchado esas palabras antes. Y siempre dolían. Pero nunca tanto como escucharlas de él. Sus ojos claros no tardan en aguarse y un nudo en su estomago le da ganas de vomitar.

La gente mira la escena con horror y Willow siente que esos cientos de ojos la juzgan. Que todos, por mucho que lo nieguen, opinan lo mismo que el lobo.

Orión la hizo creer que podía ser alguien. Algo más que una coneja. Y que él la quería por ello.  Pero le ha mentido. Siente como la verdad le explota en la cara. 

Nadie cree en ella. 

Solo es una carga. 

Todos esos pensamientos negativos caen como una abalancha fría y clara de realidad. Una realidad de la que quiere escapar.

Orión se da cuenta de lo que ha hecho cuando un tétrico silencio se genera por todo el lugar. El calor del enfado pasa, en un segundo, al ser el frío arrepentiemiento.

Pero ya es demasiado tarde.

Sin pararse a pensarlo Willow da media vuelta, atacada por el miedo, la importancia, el enfado y la tensión.

Se siente por primera vez junto a ese hombre, solo una coneja atemorizada por un lobo. Por un depredador. 

Corre hacia la frontera de la manada, corre tanto como sus piernas le permiten sin mirar atrás. Es de noche, hace frío y está herida. Pero no piensa en nada de eso en estos momentos.

Con angustia Orión trata de seguirla. Pero Archer lo detiene diciendole que le deje espacio.

- ¡Willow!

Sin embargo ella no se detiene, sigue corriendo evitando todas esas miradas que la lastiman.

- ¡Willow regresa!

Pero ya se ha ido, y no piensa volver. El peli negro solo es capaz de ver una pequeña situeta huyendo de él. Desapareciendo en lo que parece la noche más oscura en años. Por su culpa.

Un lobo para la conejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora