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La señora mayor que tendrían de vecina con respecto a la vereda de enfrente estaba observándolos sin perderse un detalle, siendo Amina la que se percató de la mujer espiando por la ventana. Vio cuando llegaron en el auto de Marcus con la camioneta con sus cosas detrás, cuando entre todos entraron los muebles, cuando Marcus la hizo salir a la puerta nuevamente y ambos mirando la casa, él abrazándola desde atrás beso su hombro y lo que la señora se perdió fue lo que el le preguntó:

-Ya es nuestra ¿te gusta?

-Me encanta. -le respondió mirándolo con una sonrisa radiante.

-Genial, ahora hay que entrar como corresponde.

-¿Como corresp…? -él la calló con un beso bastante apasionado, ella estaba segura que la señora de enfrente estaría escandalizada. Eso la divertía.

-Así. -concluyó levantandola en sus brazos.

-Pero no estamos recién casados para esto, hermanito.

-Estoy seguro que no es necesario un papel firmado para hacer esto y yo lo quiero hacer y a vos te encanta así que… -le decía al tiempo que caminaba derecho al interior- llegamos a nuestra casa, hogar dulce hogar.

-¿Y querés saber qué es lo mejor? -dijo sin soltarse de su cuello mientras él la bajaba.

-¿Qué?

-Que tenemos más lugares para “estrenar”. -mirándolo de manera pícara.

-Sexopata. -sonrió agarrando una de las cajas que decían “cosas de cocina” a su lugar.

 Ella se sentó en la mesada al lado de las cajas que él había ubicado y antes que se vaya lo agarró por la remera.

-Si te encanta que lo sea, además es culpa tuya… sabes como me pone que uses esos joggings. -él relamiéndose los labios se dejó enredar entre las piernas de Amina que lo pegaban más a ella.

-¿Por qué? Solamente son pantalones anchos…

-Vos porque no viste como te quedan con mis ojos y además se lo que hay debajo. -concluyó queriendo meter mano debajo del pantalón, aunque no se esperaba que él vuelva a poner sus manos al borde de la mesada, dónde estaban antes pero esta vez la sostuvo por sus muñecas para que no las mueva.

-Sos terrible ¿sabías? -ella murmuró un “ajam”- y me encanta, vos me encantas. -la besó de manera lenta, suave y con un sentimiento que nunca sintió con otra persona, eso además del calor que le iba subiendo, quería tocarlo, besarlo con más ímpetu, quería más… y no podía porque él la tenía inmovil y la besaba con todo el control  la paciencia que ella no tenía.

-Más. -dijo apenas él se despegó de ella, Marcus sonrió y se alejó.

-Después, ahora seguro que…

-A ver mi ciela, no me vas a dejar así después de ese beso. Exijo una sacudida como mantel en el patio. -Marcus soltó una carcajada ante las ocurrencias de Amina.

-Quien soy yo para decirle que no a mi hermanita… y menos con ese vestidito. -se volvió sobre sus pasos alcanzando su boca al tiempo que acariciaba sus piernas subiendo así el vestido, con una mano la acercaba al borde y con la otra bajaba uno de los tirantes dejando un seno a la vista, bajo su boca hasta comenzar a deleitarse con un pezón mientras no tardaba en liberar el otro con el que jugueteaba entre sus dedos. Amina gimió, él volvió a besarla mientras sus dedos hacían a un lado esa tanga minúscula que le estorbaba acariciando así desde su clítoris hasta adentrar dos de sus dedos.

-Estas empapada…

-Desde el beso. -Marcus no podía creer lo loco que estaba por ella, no le podía ni quería decirle que no a nada de lo que le pida, lo mejor de todo es que esa locura era correspondida y la química que tenían era explosiva, sentir cuando iba entrando en ella ese primer momento y cada vez más, ese gemido inconsciente de satisfacción que escuchaba salir de ella era la mejor droga del mundo, porque era adictivo, porque siempre quería volverlo a sentir y siempre quería más.

Deseos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora