14

221 24 0
                                    

Sintió en toda su extensión el pequeño sobresalto de Verónica cuando ella pegó su pecho a la espalda de la castaña, rodeándola con sus brazos y descansando la cabeza en su hombro. Y la sonrisa que se pintó en el rostro de Verónica, aún sin poder verla, la caló hasta sus huesos. La sintió en cada célula de su cuerpo.

- Por un momento creí que te habías ido - Confesó, cerrando los ojos por un momento para perderse en el aroma de su cabello, antes de dejarle un suave beso en el hombro que erizó su piel, y eso le encantó.

- No planeaba dejarte otra vez - Respondió luego de alejar el cigarrillo de su boca, lanzando el humo junto a sus palabras con la voz más sexy que Ana hubiera oído en su vida. - Aunque, definitivamente, no era esto lo que había imaginado que sucedería cuando planeé venir aquí hoy - Ana sonrió.

- Ah, ¿no? ¿Y cuál era tu plan entonces? - Preguntó, acariciando el vientre de Verónica por debajo de la camiseta.

- ¿Honestamente? No tenía ningún plan, solo llevaba una semana sintiéndome horrible y necesitaba verte - Ana se dejó otro delicado beso en el mismo lugar que antes, luego en su cuello, haciendo un camino de ellos hasta su oreja.

- Me alegra que hayas venido - Susurró, antes de morder su lóbulo, tirando suavemente de él.

La castaña jadeó, llevando su mano libre hacia el cabello de Ana, atrayéndola en un largo beso. Se degustaron despacio, sin prisas, disfrutando del sabor de la otra.

- También a mí - Respondió, cuando fue necesario separarse para tomar aire. Verónica se dio la vuelta, encontrando sus miradas y llevando sus brazos a los hombros de Ana para darle otro beso, corto, apenas rozando sus labios.

- ¿Qué fue lo qué pasó esa noche, Verónica? ¿Por qué te fuiste así? - Ana acarició su rostro mientras preguntaba, haciendo que Verónica cerrara los ojos unos segundos. Pero no recibió respuesta, porque antes de poder insistir, Verónica la estaba besando nuevamente de una manera que la dejó completamente nublada, imposibilitada de pensar en cualquier cosa que no fueran los labios de ella.

_________________________________________

"Ana llevó la copa de vino a sus labios, mientras en ellos se reflejaba una sonrisa con una mezcla perfecta entre suficiencia e incredulidad. Bebió despacio, saboreando el alcohol, el dejo de frutos rojos y lo que parecía ser chocolate. No era una experta, y mucho menos cuando se trataba de ese tipo de bebidas, pero Alberto siempre llevaba algo diferente los miércoles para que ella probara, y estaban en medio de la cata improvisada de la noche.

- ¿Es neta que no me vas a dar detalles? - Su amigo la estudió por un momento, con una evidente mueca de molestia en su rostro, que sólo provocó que ella ampliara la sonrisa.

- Neta, no te voy a decir nada. No andes de chismoso - Dejó su copa en la mesa mientras relamía sus labios. - Cien por ciento segura que tiene chocolate - Agregó, ignorando por completo la expresión de reclamo de su acompañante.

- Ni creas que me vas a cambiar de tema, eh. O sea, te pasaste el fin de semana, y por lo que delatan tus ojeras mucho más, cogiendo con Verónica a quien ni siquiera habías mencionado en dos pinches meses, ¿y me tengo que enterar todo por Omar? Te pasas Ana - En verdad, había mucho que compartir con su amigo. Y no era por falta de confianza que estaba evitando hacerlo, no. Más bien era por miedo. Porque sí, había pasado unos días maravillosos con Verónica, y todo parecía indicar que se repetiría, pero... ¿había algo más?

Considerando dónde y cómo se habían conocido, y el hecho de que Verónica estuviera casada, no ayudaban a aclarar su cabeza. Y es que desde el inicio ella supo que ese juego no era su estilo. Por mucho que lo estuvieran jugando sin llaves, fuera de las reglas establecidas, no dejaba de ser parte del mundo de Verónica y no del suyo. No dejaban de ser las normas ajenas.

Sacudió la cabeza intentando alejar esos pensamientos. No quería más que disfrutar del momento, y de lo que fuera que estuviera sucediendo entre ella y Verónica, ya tendría tiempo de preocuparse más adelante. Por ahora, se estaba divirtiendo, algo que hacía mucho no le sucedía. No al menos de esa forma.

- Eres de lo peor, Ana Gabriel. Pero, aún así, como soy tu amigo y te quiero, aunque tu a mi no, voy a cumplir con mi trabajo como el hombre más importante en tu vida después de tu papá. Solo, ten cuidado, ¿si? - Ana frunció el ceño, sorprendida por el repentino cambio en el tono de voz de Alberto y la evidente expresión de preocupación en su rostro.

- ¿Cuidado con qué o qué? - Preguntó confundida.

- Personas como Verónica viven en un mundo muy diferente al nuestro. Sí, se lo que vas a decir - Agregó al ver que ella abría la boca para opinar - Fui yo quien quiso que formáramos parte de ese mundo. Pero no es lo mismo una noche al mes, que todos los días. Hay cosas que ellos pueden permitirse que nosotros no, y no estoy hablando de algo material. Pero, más importante todavía, hay cosas que nosotros nos permitimos y ellos nunca podrán hacerlo. ¿Entiendes? - Eran pocas las veces en que Alberto hablaba en serio, pero ella siempre lo había mantenido cerca porque era de las pocas personas que siempre, sin excepción, le había dicho las cosas como eran en los momentos en que ella lo necesitaba.

- ¿Hablas por mi o por ti? - Podía notar en la forma en que sus ojos brillaban que él estaba conteniendo lágrimas, algo que era todavía más extraño en su mejor amigo. Y eso le dejó saber que había algo más detrás de su discurso.

- Por ambos. Pero... - Extendió la mano, tomando la suya con suavidad y sonriendo apenas - Tu corazón vale demasiado como para que lo rompan, Anita. El mío, pues, ya sabes... creo que está dañado de fábrica - Se sonrieron ambos, dándose un ligero apretón antes de soltarse.

Un extraño silencio se extendió entre ellos, llenándose solamente del sonido de sus copas, los cubiertos y sus bocas masticando, mientras miles de preguntas flotaban alrededor acumulándose en el espacio.

- ¿Qué te hace pensar que me romperá el corazón? - Habló finalmente Ana, cuando ya no pudo soportarlo más.

Alberto alzó la vista, manteniendo su expresión severa pero serena mientras la observaba un momento antes de hablar.

- ¿Qué sucederá en el próximo juego? - La pregunta fue con un baldazo de agua fría en pleno invierno. Como si, de golpe, la realidad le hubiera caído encima tan densa y pesada como un yunque, imposible de evitar.

Se mordió el labio, incapaz de responder, intentando buscar ella misma la respuesta en su interior aunque sabía que la única persona que podía dársela era a quien más miedo tenía de preguntárselo.

El Juego De Las Llaves (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora