Verónica parecía haber planeado aquello muy bien, ya que llevaba un atuendo que contrastaba perfectamente con el suyo. Al igual que ella, vestía un corsé de encaje pero blanco, que terminaba en un pantalón negro brillante ceñido a su cintura que se soltaba después, y unos tacos rojos que combinaban con sus labios perfectamente pintados, volviéndolos incluso más tentadores de lo normal. Y eso era mucho decir.
- Parece que el azar de las llaves ha estado de mi lado esta noche - La voz de Verónica sonó baja y profunda, imposiblemente sexy. Ana sintió su cuerpo estremecerse al oírla, mientras caminaba hacia ella despacio, disfrutando de la forma en que su novia la estudiaba a cada paso que daba. Con hambre, deseo y lujuria. Pero también, con amor.
- ¿Puedo saber su nombre, señorita? - Preguntó, y Ana sonrió. A Verónica le encantaban los juegos, y ella no se iba a negar a jugar.
- Mmm, no lo sé, ¿crees que sea necesario? Después de todo, es solo una noche de placer. Nuestras identidades sobran - Contraatacó, regodeándose al ver como Verónica se lamía los labios al escucharla.
- No se tú - Dijo poniéndose de pie, caminando igual de lento que ella a su encuentro - Pero a mi me gustaría mucho - La alcanzó en algunos pasos, rodeándola sin dejar de mirarla. - Oír como gritas mi nombre - Le susurró al oído, provocándole un escalofrío antes de moverse al otro. - Cuando te lleve al cielo con mi boca o mis dedos - El aliento caliente de Verónica y sus palabras la hicieron estremecer mientras soltaba un gemido que no pudo contener.
Con la punta de sus dedos, Verónica movió su cabello, dejando expuesto el cuello de Ana para atacarlo un segundo después. Primero con un delicado beso que volvió a erizarle la piel y luego con una mordida que le arrancó un grito ahogado.
Desesperada por sentirla también, quiso darse la vuelta, pero las manos de Verónica en su cintura la detuvieron, manteniéndola en su lugar. La castaña volvió a besar su cuello, lamiendo en el lugar preciso donde había clavado sus dientes segundos atrás, aliviando el dolor pero provocando una erupción volcánica en su interior.
Mientras continuaba regando besos en sus hombros, mandíbula y espalda, deslizó su mano izquierda desde la rodilla de Ana hacia arriba, recorriendo la piel expuesta que dejaba la falda. Cada milímetro que se movía, el calor aumentaba y Ana sentía que apenas podía respirar. Quería ahogarse, sofocarse en las caricias de Verónica.
Alcanzó la parte alta de su muslo, moviendo su mano solo un poco hacia adentro, casi rozando su cetro sobre la tela de sus panties pero sin hacerlo realmente, provocándola todavía más.
La mano volvió a subir hacia su cintura, para luego subir un poco más, evitando sus pechos con precisión hasta moverse a su espalda donde se unió rápidamente a su otra mano, tomando entre sus dedos el cierre de corsé.
Lo fue bajando despacio, siguiendo el ritmo con el que con su lengua lamía su cuello, subiendo despacio hasta su oreja. Ana rodó los ojos, incapaz de comprender cómo era posible sentir tanto placer con solo besos y caricias.
Terminó de desabrocharlo, alejándose un poco del cuerpo de Ana, quien instantáneamente extrañó la cercanía.
- Quítatelo - Le exigió Verónica, su voz firme y demandante, disparando las palabras directo a su centro necesitado de atención.
Ana tragó grueso y obedeció, desprendiéndose lentamente de la prenda, arrojándola al sofá.
- Date la vuelta, despacio - Ordenó la castaña y ella no pudo hacer más que cumplir con sus deseos. Se movió tan lento como pudo, sintiendo sus nervios crecer y esparcirse por todo su cuerpo cuando se encontró con la mirada depredadora de Verónica. Sus ojos verdes que estaban oscurecidos por la lujuria reflejada en ellos.
Jadeó, en un intento de recuperar el aliento y también de controlar su cuerpo, que parecía estar prendido fuego bajo la mirada de su novia.
Verónica dio unos pasos hacia adelante, manteniendo una pequeña distancia entre ellas mientras la recorría con sus ojos, hasta detenerlos sobre sus pechos, relamiéndose ante el paisaje. La tomó por la cintura cerrando sus manos sobre ella, para luego deslizarse a un ritmo tortuoso por su torso, deteniéndose justo por debajo de sus senos.
Y entonces, la miró intensamente a los ojos, mientras con sus pulgares acariciaba ejerciendo la presión justa, sus pezones.
Ana gimió cerrando los ojos, dejándose arrastrar por la ola de placer que recorría su cuerpo mientras Verónica dibujaba pequeños círculos sobre los botones rosados. No pudo recuperarse, porque en cuanto quiso volver a fijar la vista en las acciones de Verónica, sintió como su cálida lengua se deslizaba por uno de ellos haciéndola perder la razón.
Se entretuvo lamiendo, chupando y mordiendo ambos pezones, mientras su ágiles manos se deshacían del cinturón de Ana, ahora con desesperación Los juegos habían terminado. Ya no había tiempo para preámbulos. Ambas se necesitaban con urgencia.
Desabotonó el pantalón y, en un movimiento inesperado, se puso de rodillas, sujetando con su boca el metal del cierre, deslizándolo hacia abajo con los dientes ante la atenta mirada de Ana, que pudo recuperarse lo suficiente para no perderse el momento, gimiendo una vez más ante el atrevimiento de su novia.
Aún en el piso, Verónica llevó sus manos hacia la cintura de la prenda, bajándolo en cámara lenta por las largas y bronceadas piernas de Ana, erizando cada centímetro de piel a su paso. Desesperada, la morena se quitó los tacos y la ayudó a remover definitivamente el pantalón, quedando solamente con sus panties negras.
Las manos de Verónica recorrieron el camino inverso hasta alcanzar su cintura otra vez pero, en vez de imitar lo que había hecho segundos atrás con el pantalón, tomó el borde de su ropa interior y de un certero tirón desde ambos lados la rasgó justo en la mitad. Y antes de que pudiera reaccionar ante su audacia, sintió su lengua deslizándose ágilmente por donde más la necesitaba.
Instintivamente, Ana cerró los ojos, arrojando la cabeza hacia atrás mientras se sostenía con sus manos del hombro y la cabeza de Verónica, enredando sus manos en su suave cabello castaño.
Verónica la mantuvo en su sitio, colocando las palmas de sus manos en su trasero, acercándola más a ella para que la punta de su lengua pudiera presionar sobre su clítoris.
Ana gritó, gimió y jadeó, consumida por el placer que Verónica le estaba provocando, llevándola poco a poco hacia el abismo.
Pero justo cuando estaba a punto de saltar, al borde de lanzarse al vacío y dejar que el clímax la arrastrara como las olas del mar, su novia se detuvo.
Abrió los ojos, encontrándola de pie frente a ella, con una maquiavélica sonrisa en el rostro. Aún alterada, Ana frunció el ceño, esperando una respuesta que llegó en Verónica deshaciéndose de su propia vestimenta frente a sus ojos.
La castaña llevó sus manos al frente, donde oculto entre la tela se encontraba el cierre de su propio corsé. Lo fue bajando despacio, sus ojos fijos en los de Ana, que estudiaba cada movimiento de su novia con su atención.
Lo fue retirando despacio, en lo que a la morena le parecía una danza sensual, hasta exponer por completo su suave y delicado torso, en el que Ana se había perdido tantas veces, donde había descansado su cabeza para dormir tantas veces.
Sus manos se movieron a su pantalón mientras se bajaba de sus altos tacones, quitándoselo con la misma lentitud que la otra prenda, dejando que se deslizaran por sus piernas con delicadeza. Llevaba una rop interior de encaje negro que no dejaba nada a la imaginación, y Ana sintió la repentina necesidad de removerla con sus dientes. Pero no tuvo tiempo, porque Verónica se deshizo de la prenda también, quedando completamente desnuda frente a sus ojos.
Verónica alzó su mano con lentitud, llamando a Ana con un simple gesto, atrayéndola con su dedo índice de una forma tan provocativa que la morena no estaba segura de poder obedecer, porque su mente estaba completamente en balnco y consumida por el fuego que sentía en su interior. Afortunadamente, su cuerpo decidió obrar por sí solo y se acercó hasta ella en silencio.
Ya frente a frente, a centímetros de distancia, Ana se detuvo y Verónica llevó su mano al vientre de su novia, para luego rodearla hasta quedar a espaldas de ella otra vez, deslizando su mano por su piel en el proceso.
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El Juego De Las Llaves (VerAna)
FanficAna asiste engañada a una fiesta con su mejor amigo, sin imaginar que en el lugar donde una de las principales reglas es no enamorarse, se encontrará a la mujer de su vida: Verónica. Una historia inspirada muy vagamente en la serie el juego de las l...