- Jazz, ya, espera, espera - Ana forcejeaba con la cachorra, intentando mantenerla controlada en su caminata, como había estado todo el trayecto de vuelta al apartamento. Sin embargo, en la última cuadra, parecía haberse desesperado por algún motivo y no dejaba de tirar de la correa, en un intento de llegar más rápido al edificio.
Y no demoró mucho en saber la razón. Doblaron en la esquina y, a unos metros, la vio. Sonrió, como tonta, pero aliviada al ver la misma expresión en el rostro de la castaña cuando sus miradas se encontraron. Jazz empujó nuevamente hacia adelante, haciendo que tuviera que correr hasta llegar a Verónica, se alzó sobre sus patas traseras subiéndose a la castaña que recibió sus besos acariciándola divertida.
- Comienzo a creer que vienes por Jazz, y no por mi - Le dijo en tono de burla, provocando una carcajada en la otra mujer, que se acercó un poco, quedando a centímetros de sus labios.
- Sabes muy bien a que vengo, y no tiene nada que ver con Jazz - Ana se quedó sin aire al oír el tono seductor de la voz de Verónica, quien estaba demasiado cerca como para resistirse.
Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar y la besara, se alejó caminando hacia la puerta, esperando que Ana abriera.
En cuanto atravesaron la entrada del apartamento y Jazz fue liberada, corriendo desesperada a su cama para descansar luego de su paseo, Verónica ya estaba sobre ella. Como pudo, Ana terminó de cerrar la puerta de una patada, mientras tomaba a la castaña por la cintura.
Los brazos de Verónica rodearon su cuello, mientras caminaban sin despegar sus bocas hasta el sofá. Ana cayó primero, y Verónica no tardó en subirse a horcajadas de ella, intentando quitarle la sudadera y la camiseta en el proceso.
La morena subió sus brazos para ayudarla, y rápidamente entre las dos se despojaron de las prendas y también de la camisa que llevaba Verónica, con algunos botones acabando en el piso del apartamento.
Ya se habían recorrido de principio a fin, cada centímetro de piel. Sin embargo, para Ana nunca era suficiente y seguía sorprendiéndose por la suavidad y calidez del cuerpo de Verónica. Continuaba fascinándose por los placenteros sonidos que emitía cuando ella la tocaba, como en ese momento, en que sus manos se deslizaban con suma lentitud por su espalda, apretando solo un poco, lo suficiente para hacerla vibrar mientras su lengua acariciaba su cuello.
Alcanzó el broche de su sujetador, liberándolo en un certero movimiento y deslizándolo delicadamente sobre los hombros de Verónica, como si estuviera desenvolviendo el regalo más esperado. Arrojó la prenda a algún lugar, como había hecho con lo demás, deleitándose ante la imagen frente a ella. Los duros y erectos pezones rosados de Verónica expuestos solo para ella.
Subió sus manos por los costados de su cuerpo, para luego juguetear con ellos con sus pulgares, maravillándose al ver a Verónica arrojar su cabeza hacia atrás con un fuerte jadeo escapando de su garganta. Dejó un suave beso en medio de sus pechos, provocándola, para finalmente deslizar su lengua sobre uno de ellos, capturando el pezón entre sus labios después y arrastrando los dientes, provocando un sonoro gemido en la mujer sobre ella.
Verónica, en busca de más, llevó sus dedos al sedoso cabello de Ana, empujando su cabeza contra ella, mientras la morena atendía su otro pecho de igual forma que había hecho con el anterior.
- Vamos a la cama - Dijo Ana, susurrando contra su piel, provocando que se erizara.
- No - Verónica respondió en un gemido - Cógeme aquí. Ahora - Y no tenía que pedírselo dos veces.
La besó, desenfrenadamente, mientras con sus manos desabotonaba el pantalón, sintiendo el calor que irradiaba desde su centro. Se le hizo agua la boca de solo imaginarlo, de pensar en saborearla. Pero no había tiempo para eso, no quería dejar de besarla, de admirarla mientras estaba así, encima de ella moviéndose desesperada en busca de fricción.
Deslizó sus dedos sobre el elástico de su ropa interior, preparándola para lo que seguía y, finalmente llevó sus dedos un poco más allá, esparciendo toda su excitación por su centro hasta alcanzar su clítoris.
- Ah, sí, sí - Gritó Verónica, sosteniéndose de los hombros de Ana mientras se separaba un poco para tomar aire. Y entonces, cuando la miró a los ojos, Ana entró en ella. Ambas gimieron por la sensación inigualable de unirse así, perdiéndose en lo que sus cuerpos demandaban. Verónica rodando sobre ella y Ana empujando más adentro, más rápido, más fuerte.
Cuando sintió que sus paredes se cerraban alrededor de sus dedos, llevó su pulgar a su clítoris nuevamente, dibujando círculos invisibles al compás de sus embestidas, mientras Verónica se sacudía frenéticamente sobre ella, alcanzando el clímax con un grito ahogado.
Ana estiró su brazo para alcanzar su celular, que descansaba en la mesita de noche a su derecha, intentando moverse lo menos posible para no despertar a Verónica, que descansaba plácidamente sobre su cuerpo.
3:00 am
No había conseguido dormir incluso después del cansancio con el que su cuerpo había quedado cargado tras las horas que había pasado con Verónica en el sofá, en la cama y otros lugares. Esa noche no se sentía como las anteriores que habían compartido, todo a causa de su plática con Alberto el día anterior.
Y había tenido todas, todas las oportunidades en las últimas horas de hablar con Verónica, de preguntarle qué era realmente lo que estaba sucediendo entre ellas y cómo encajaba eso dentro del juego. Sin embargo, la mayoría de las ocasiones se había acobardado, y en los momentos de extrema valentía en que había comenzado a hablar al respecto, la castaña había cambiado de tema. O, más bien, había utilizado las tácticas correctas para distraerla. Lo cuál le dejaba bastante claro cuál sería la respuesta. Esa que no quería escuchar.
Dejó el teléfono y llevó su brazo detrás de su cabeza, enfocando su mirada en el mismo punto en que había estado todo ese tiempo en el techo, maldiciéndose a sí misma por no poder hacer lo que se había propuesto, disfrutar de la compañía de Verónica sin pensar en nada más.
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El Juego De Las Llaves (VerAna)
FanficAna asiste engañada a una fiesta con su mejor amigo, sin imaginar que en el lugar donde una de las principales reglas es no enamorarse, se encontrará a la mujer de su vida: Verónica. Una historia inspirada muy vagamente en la serie el juego de las l...