CAPITULO 8

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Mew no odiaba a sus hermanos. Realmente. Exceptuando a tres de ellos que eran genuinamente horribles. No había un solo miembro de su manada que no fuera completamente consciente de su situación con el Dr. Gulf Kanawut. Incluso su primo de cinco años de edad muy seriamente le había preguntado cómo iba su bromance con el doctor ardiente. Su familia inmediata se extendió alrededor del lado del norte del lago, disfrutando de lo que quedaba del verano y asando en la parrilla demasiada carne.

¿Por qué no invitaste al Dr. Kanawut al picnic?

Mew suspiró y se volteó para mirar a su madre. — ¿Después de que muchos de ustedes básicamente invadieron su desayuno de ayer? Honestamente, Mamá, — él dijo mientras comenzaba a voltear los bistecs en la parrilla frente a él. — Realizo mi máximo esfuerzo para no correr al hombre fuera. Lanzarlo a lo profundo con mi familia, me parece que lo haría dirigirse hacia las colinas o algo por el estilo.

Espero que le dijeses que God Itthipat. es un mal asunto, — Suporn lo amonesto.

Mew suspiró. — No estoy en posición de decirle al hombre, que él no puede salir en una cita, con alguien más. Necesitas dejar de ver por cable esas viejas películas de homosexuales. Las relaciones de homosexuales funcionan en la misma forma, que las heterosexuales. Nosotros no solo... comenzamos a jugar a las casitas después de una sola cita.

¿Estás seguro? Porque en esa función de lesbiana, oí acerca de que se mudaban juntas en la segunda cita... — Ella se calló completamente cuando él la miró. — No sé por qué no puedes ser un poco más agresivo. Él parece que como si lo pudiera manejar.

No soy una lesbiana. — Mew le dijo malhumoradamente y la señaló con un par de tenazas. — Sé que siempre quisiste una hija, Mamá, pero que resultara ser gay, no hace realmente ese sueño una realidad para ti.

Ella se rió. — No quemes mi bistec.

Te gusta la carne que esté en la parrilla lo suficiente, como para arder. También, no pensé que fuese una buena idea traer a un hombre que come su bistec bien cocido a parrillada familiar donde aún los niños de cinco años lo comen raro.

Suporn sacó dos cervezas del refrigerador y abrió ambas botellas. Ella le pasó una a su hijo. — Bromas aparte ¿Estás genuinamente interesado en él o solo es algo para pasar el tiempo?

Mew tomó un largo trago de la botella, antes de contestar. — Él me pone hambriento.

Suporn sonrió abiertamente. — Su padre me dijo la misma cosa el día que nos conocimos. — Ella se rió cuando él se sonrojó. — No te preocupes, no le diré a Zee.

Mew bebió su cerveza en un silencio melancólico, quitando y añadiendo bistecs a la parrilla mientras lo hacía. — Sabes, oí a Wit Keerati ordenando un nuevo cartel para su oficina de leyes. Va a ser Keerati, Keerati Abogados en pocos meses.

¡Oh! — Suporn sonrió abiertamente. — ¿Pure vuelve a casa? ¿Lo sabe Zee?

No, no querría que nada interrumpa su planificación. He dado mi palabra que no discutiría con él.

Suporn se rió y sacó su teléfono celular. — ¿Sabes que eres mi favorito, ¿verdad?

La venganza, Mew pensó, podría ser sutil, o podría ser descarada, pero siempre necesitaba ser repartida velozmente. Él solo sonrió burlonamente cuando su madre llamó a Wit Keerati, para ver cómo marchaba la mudanza de Pure. Pure fue, hasta la fecha, la única mujer que alguna vez había hecho a su hermano mayor reconsiderar su estatus de soltero. Ella fue también la única mujer que categóricamente se rehusó a tener nada que ver con Zee. Veía que podría haber bastantes fuegos artificiales, para la Navidad.

LA LEY DE LA MANADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora