Mi viejo amigo

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Le conocía desde los 6 años. Desde aquella noche lluviosa en la que no me encontraba bien. Fui al baño, me apollé débil en la pila y pote la cena. La garganta me raspaba, me raspaba mucho. No paraba de potar. Me paré un momento a respirar y me miré al espejo; pero en el espejo no solo estaba mi reflejo. Estaba él, detrás de mí, apoyaba su mano derecha en mi hombro y me sonreía tranquilizador. Me giré al instante asustado. No había nadie. Volví a mirar al espejo y allí estaba él, sentado en el bater, con los brazos cruzados y clavando su mirada en mis ojos. Volví a mirar detrás de mi y nada. Otra vez al espejo y allí estaba, esta vez recostado sobre el marco de la puerta. Me encontraba confuso. Sinceramente él me tranquilizaba y me hacía sentirme mejor. Ya no vomitaba. En el espejo él me asentía y de repente en el espejo se empezó a rallar una frase: "tranquilo, solo quiero ser tu amigo". No entendía nada. Me señale a mi mismo con el dedo en señal de duda y él me asintió. Yo sonreí tontorrón y asenti también. Él también sonrió y nos quedamos mirándonos un rato.
Desvíe la mirada del espejo, me estaba durmiendo. Miré al reloj: las 6 en punto. No sabía cuanto tiempo llevaba ahí, mirándolo. Volví a mirar al espejo. El rayón del espejo había desaparecido. Decidí irme a la cama un rato más antes de levantarme y me despedí de él. Alzó la mano en señal de despedida y se quedó observando como me iba.
Había sido una experiencia muy rara pero ya no me encontraba mal.

El reflejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora