Regla N°2: nunca tocar el espejo

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Tenía 11 años. Era de noche. Me encontraba mal, fatal. El día en que le conocí me encontraba fatal y desde entonces esos brotes de vomiteras surgían cada X días, generalmente mes y poco. Al principio me levantaba a la mañana siguiente febril y con la garganta raspada de vomitar, pero a medida que pasaban los años cada vez me molestaba menos.
Esa vez fue una buena experiencia ya que la prevei pronto y antes de potar ya estaba colocado contra el baño y a la espera de potar. Al igual que todos los años llegó y bastante intenso, pero esta vez me pilló desprevenido y me raspó con mucha fuerza la garganta. Cuando hube terminado solté un alarido de dolor, y casi suplicante y me toqué la garganta con la mano con el fin de que el dolor cesase. En vista de que no funcionaba me acerqué a la pila y bebí agua. Escupí la poca agua que me no me había tragado y esta vino acompañada de un poco de sangre. ¿Me había herido el interior de la garganta? Quizás. Me dolía bastante la verdad pero no importaba. Desde que había entrado en el baño no me había dado cuneta de que él me estaba mirando. Yo le saludé y el señaló mi garganta en gesto de dolor. Yo asenti y el se rió. Le hacia gracia al carbón. Le hice un corte de mangas y me reí. Estábamos disfrutando de la conversación cuando sentí un tirón en la garganta. Sabía lo que significaba. Iba a volver a potar. Lo solté todo en la pila. La herida lo complicaba mucho. Me dolía. Me Apoyé sobre el cristal encima de la pila y al instante la mano comenzó a arderme. La aparté rápido, esperé a dejar de potar y entonces me miré la mano. Estaba quemada y la piel arrugada y blenquecina.
Estaba concentrado en mi solo. Pero él también estaba mirándose la mano y gritando, claro él no tenía a nadie que despertar. Su mano hechaba humo y tenía un color rojo. Puso la mano en la pula él también y la mojó. Él me miró temeroso. Mucho. Miró hacia atrás. Él veía algo que, obviamente, yo no. De repente él golpeó con ambas manos el espejo y este se volvió transparente. Había notado cada golpe suyo en el cristal, le había ardido cada porción que había tocado el espejo. Estaba muy asustado. Salí corriendo del baño y me metí en mi cama. Quería olvidarlo todo. Me dormí y me desperté por la mañana. Miré el espejo. Todo volvía a ser normal. Él no estaba.
Lo volví a ver tres días después.

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