02. Raindrops Keep Fallin' On My Head

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—¡Lucerys por los Dioses, reacciona de una vez!— dijo Jacaerys con voz fuerte mientras lo sacudía sujetando sus brazos. —Has estado en otro mundo desde anoche, ¡Es hora de volver en ti!.

—... Lo siento.— susurró el Omega, Jace no tendía a levantarle la voz y su mente aún estaba algo perdida en la preocupación, sus ojos se humedecieron y su olor manchado de tristeza empañó el aire.

Rhaenys dejó un ligero manotazo en la nuca de su nieto mayor para después acercar un banco hasta el lado de Lucerys para sujetar suavemente una de sus temblorosas manos. La madre del muchacho se sentó junto a él en la cama, rodeó su cuerpo desde atrás y lo atrajo para recostarlo contra su pecho mientras liberaba su aroma y acariciaba sus rizos.

—Oh cariño.— susurró Rhaenyra depositando un beso en la coronilla chocolate.

La abuela limpió los caminos húmedos en las mejillas sonrojadas del Omega mientras le dirigía una mirada de desaprobación a Jacaerys, que se retorcía culpable en su lugar.

—Dulce niño, ¿Podrías explicarnos qué es lo qué pasó ayer?— preguntó la madre, recargando suavemente su sien en la coronilla del castaño.

—Yo... No lo sé, había tenido una sensación rara en el pecho mientras miraba la playa, entonces vi el bote entre las rocas con algo dentro, simplemente hice lo que mi cuerpo ordenó.— relató Lucerys. —No sé cómo llegaron ahí estos niños aquí en medio de la tormenta pero no podía dejarlos morir.

Todos miraban extrañados entre él y los infantes que dormían, ahora que el cabello de los niños estaba completamente seco podían distinguir el color dorado brillante en él, tenían la piel pálida y rostros dulces, ¿Cómo dos pequeños así aparecen de repente en las costas de Driftmark en plena noche de tormenta sobre un bote salvavidas sin nadie a su lado?.

—Sé que piensan que fue estúpido pero no me arrepiento de haberlo hecho, deben tener una edad cercana a Egg, apenas unos bebés dejados a la deriva.

—Bueno, has hecho lo correcto al salvarlos pero no de la manera adecuada, debiste pedir ayuda en lugar de aventarte sin aviso al mar. Espesperemos que despierten pronto y puedan darnos algo de información sobre cómo llegaron aquí.— zanjó Rhaenys con una sonrisa cansada.


Después de unas horas más de espera todos fueron avisados que el desayuno esstaba listo, poco a poco fueron desocupando el cuarto hasta que solo Lucerys y Laenor se quedaron ahí, el mayor pidió a una sirvienta que les llevaran la comida hasta ahí y trajeran algo extra por si los niños se despertaban. Padre e hijo comieron en silencio sobre una mesita frente a la puerta de cristal del balcón, ya no había lluvia afuera pero el cielo seguía cubierto de nubes, aún así Laenor podía asegurar que no habría más lluvia por el color de las nubes y la humedad en el ambiente.

Cuando estaban por terminar un movimiento en la cama los hizo abandonar los alimentos y acercarse de nuevo a la orilla de la cama, Laenor empujó a su hijo tras su cuerpo para evitar que se acercara demasiado minetras observaban cómo los niños comenzaban a retorcerse entre las mantas y abrir de poco en poco los ojos, mostrando exóticos iris tan dorados como sus cabellos color oro, según los registros de características físicas de las casas de Westeron nadie en los siete Reinos tenía un color tan particular de ojos, definitivamente una rareza incluso para las ciudades libres, creía Laenor, pues a pesar de todos sus viajes y los lugares que había visto, muy pocas veces se había topado con el ámbar de esos ojos.

Cuando los niños parecieron lo suficientemente consientes del lugar donde estaban uno de los pequeños se sentó de un brinco en la cama, viendo con temor todo lo que le rodeaba mientras tiraba del cuerpo del otro pequeño para abrazarlo contra su pecho.

—¿¡Q-quiénes son ustedes!?, ¿¡Dónde estamos!?— preguntó con la voz aterrorizada el niño, erizándose protectoramente sobre su compañero.

—Están en el castillo de la casa Valeryon en Driftmark.— respondió el moreno levantando ambas manos en señal de paz. —Anoche los encontramos inconscientes a la orilla de la playa, los hemos refugiado en nuestro hogar esperando que puedan contarnos cómo llegaron aquí y quiénes son.

—¿¡Por qué le diriamos eso a un desconocido!?— gritó el pequeño.

—Porque no podemos hacer nada por ustedes si no nos lo dicen, puedo asegurarles que nadie aquí busca dañarlos.— aseguró el mayor. —Mi nombre es Laenor Velaryon y este es mi hijo Lucerys, están en nuestras tierras, High Tide ha sido de nuestra casa por un sinfín de generaciones.

El Omega observaba todo inclinadose por el costado de su padre mientras se aferraba a la ropa en la espalda del mayor como medida de prevención para evitar que sus instintos lo manejaran y se abalanzara a comprobar la salud de los niños, asustándolos más.

—Somos Alphonse y Edward Elric, el barco donde veníamos fue atacado y mi hermano nos ayudó a escapar.— habló el pequeño que se asomaba de entre el pecho de su hermano.

—¡Al!— regañó el otro niño.

—¿Barco?, ¿Hubo un naufragio?— cuestionó Laenor confundido.

—¡Uno de mercantes y esclavos!, dijeron que llegarían a Westeros.— le dijo Edward.— ¡Y nunca hemos escuchado de un lugar como High Tide o lo que sea!.

—¿Entonces puedo asegurar que ustedes son de las Ciudades Libres?, No hay nadie en los Siete Reinos que no conozca Driftmark y High Tide.— soltó el moreno con seguridad, ambos infantes asintieron de acuerdo.

—¿Ustedes son Lords?— preguntó el pequeño que era protegido por su hermano.

—Lo somos, jovencito.— dijo Laenor, fue entonces que su hijo salió de detrás de su espalda y se acercó hasta la orilla de la cama, llamando la atención de los niños.

Las miradas de asombro en los rostros de los infantes pronto se llenaron de lágrimas y antes de que Laenor pudiera hacer algo uno de los niños se estrelló contra el cuerpo de su hijo, abrazándolo con fuerza. —¡Mamá, mamá!— chilló el pequeño mientras su hermano levantaba su brazo hacia ellos, como si intentara discernir la realidad.

Lucerys dejó que el chiquillo se aferrara a él y acarició cuidadosamente su cabellera rubia mientras veía al otro niños que luchaba por ocultar su puchero, tallándose los ojos con su antebrazo.

—Al... Él no es mamá, ella ya no está, solo se le parece.— dijo Edward con la voz extragulada.

El otro infante se separó de Lucerys, su rostro dolorido observaba la cara del mayor, prestando atención a cada detalle para comprobar que en realidad su hermano tenía la razón, este muchacho con unos ojos verdes idénticos a los de su madre, rostro suave y amable, cabello castaño y cuerpo delgado en realidad era muy diferente a su mamá fallecida. Él era más joven, con rizos en su corta cabellera y los bordes de la cara más rectos, era un varón, un muchacho no mayor a los quince.

—Lo siento...— susurró Alphonse mientras se volvía a sentar junto a su hermano.

—Está bien, deben estar asustados, despertar en un lugar desconocido lleno de gente que no conocen no debe ser fácil para nadie.— la voz del Omega era suave, su relajante olor a coco y brisa marina se esparcía por la habitación, calmando los nervios de los niños. —Les prometo que nadie les hará daño mientras yo esté aquí, así que por favor díganos de dónde vienen, no podemos ayudarlos así.

—Necesitamos que nos cuenten todo acerca de cómo terminaron naufragando en nuestras costas.— secundó Laenor.








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