25. Electric Love

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—¿Entonces estuviste esperando a que ellos me soltaran para atacar?— susurró un divertido Lucerys mientras se movía al compás de la balada junto al rubio que lo guiaba en la pista.

—Bueno, es claro que me detestan y de no ser por su aparente interés en el vientre de mi hermano probablemente jamás habría tenido oportunidad para robarte un momento.— susurró con una sonrisa, dándole al menor una vuelta bajo su brazo.

—Me temo que te lo has ganado a pulso, no puedes culparlos cuando antes fuiste un completo idiota con nosotros.

Aemond soltó un bufido, sus orejas adquirieron un ligero toque rosado, sabía que el castaño tenía razón, la había cagado mucho en el pasado. —Estoy tratando de reivindicarme cada día, no puedo deshacer el pasado pero puedo mejorar el ahora, solo quiero ser merecedor de ti.

Sus rostros estaban peligrosamente juntos, las puntas de sus narices casi se rozaban y los ojos verdes de Luke estaban fijos en el amatista del platinado, ambos cuerpos seguían danzando y el Omega estaba seguro que si sus padres los notaban tendrían muchos problemas pero poco importó. Le sonrió altanero, subiendo su mano desde el firme hombro hasta la nuca, dónde acarició la pálida piel bajo el manto de cabello sedoso.

—Si quieres tenerme primero deberás ganarte el permiso de ellos, su afecto y confianza.— le susurró muy cerca de los labios. —Deberías saber ya, querido tío, que los amo más que a nada.

Después de eso la pieza terminó, dos cuerpecillos se interpusieron entre ellos dándole a Aemond miradas de enojo, el castaño simplemente le sonrió grande antes de despedirse educadamente y salir fuera de su vista. Esa noche pasó horas siendo acosado por sus hermanos, quienes no dejaban de preguntar cómo y cuándo había comenzado lo que sea que se traían Lucerys y él, una velada agotadora sin duda.

A la mañana siguiente Aemond se levantó antes de la salida del sol como todos los días, a esas horas las áreas de entrenamiento estaban desoladas así que pudo concentrarse en sus movimientos por dos horas, cuando estuvo satisfecho abandonó el lugar y fue directo a tomar una ducha. Se vistió para el día y salió a cumplir su deber visitado los puestos de vigilancia de la ciudad, revisando los informes entregados por los Capas Doradas y ayudando con unos cuantos altercados en las calles.

Para cuando regresó a la fortaleza ya había pasado la hora de la comida y se encontró con la desagradable imagen del imbecil de Dalton Greyjoy paseando con Lucerys sujetado de su brazo, riendo y conversando como si fueran realmente cercanos.

¿Dónde estaban los enanos dorados cuando Luke realmente necesitaba vigilancia?

Dio largas zancadas cerca del dúo hasta quedar frente a ellos, justo al lado del campo de entrenamiento y vaya, ahí estaba la respuesta a sus preguntas. Los dos niños recibían lecciones de espada con los respectivos hombres de los que eran eran escuderos. Laenor parecía buen maestro, voz amable y firme instruyendo con paciencia al chiquillo menor que blandia una espada de entrenamiento contra un maniquí, Daemon por otro lado parecía un jodido demonio lanzando ataques al pobre joven que hacía todo lo posible para seguirle el ritmo y mierda, Aemond debía admitir que se movía bien para su edad.

Edward era rápido como pocos, lograba detener los movimientos de Daemon así que su nivel de fuerza tampoco estaba mal (a pesar de que el hombre se contenía), definitivamente tenía madera de guerrero. Sus movimientos incluso lograron distraerlo de su molestia por la forma tan descarada en la que el Greyjoy coqueteaba con Lucerys, claro que no duró mucho pues la risita alegre del castaño lo sacó de sus pensamientos, regresándolo a su estado amargado del principio.

—Disculpen la interrupción, me temo que hay algo urgente que debo discutir con mi sobrino.— soltó el rubio posándose a unos pasos de los castaños.

—¿Es así?, Seguro y eso puede ser hablado con más calma después.— le respondió el Greyjoy con una sonrisa lobuna.

—Debo insistir.— su ojo se estrechó hasta ser una fina línea, Luke le sonrió divertido y se soltó del brazo extraño para posarse más cerca de él.

—Está bien Dalton, podemos continuar nuestra conversación más tarde.— aseguró Lucerys tomando el brazo que el tuerto le ofrecía para comenzar a caminar lejos del lugar y de la vista de los demás.

—¿Por qué lo llamas por su nombre de pila?, Es inadecuado.— se quejó el platinado con las cejas fruncidas de disgusto, haciendo que el menor sonriera aún más grande.

—Somos buenos amigos, él me pidió que lo llamara así. No hay nada malo en ello.

—Lo hay, estoy tratando de cortejarte aquí, ¿Recuerdas?— preguntó molesto mientras detenía sus pasos al llegar a un pasillo solitario.

—Bueno, yo no me acuerdo que hayas ido con mi familia a pedir tal cosa.— le dijo. —Así que no, no hay nada de eso y aunque así lo fuera tengo derecho a tener amigos.

—Hmp, es obvio que el quiere más que una amistad.

Aemond se acercó lentamente al otro, posando sus manos a ambos lados de la cintura recubierta por un exquisito jubón azúl grisáceo, Lucerys sonreía enigmático mientras pasaba sus manos en los antebrazos cubiertos por el traje de cuero, deslizando sus dedos en un toque coqueto hasta pasar a sus bíceps, hombros y luego al frente del peto plateado que lo cubría.

—Se te ve bien la capa tío.— susurró acercando su rostro al ajeno, Aemond instintivamente bajó la cabeza para rozar sus narices en un toque tentativo.

—Es raro... Estar así contigo.— le dijo embelesado en el brillante verde de sus ojos.

—¿Así cómo?

—Tan calmados... Generalmente cuando te robo un poco terminamos con mi lengua en tu garganta.— un golpe aterrizó en el brazo del rubio, haciéndolo reír.

—Nunca hemos sido los mejores para seguir el orden correcto de las cosas.

Después de eso se besaron lento, suave y sin prisas, compartieron un toque íntimo y lleno de afecto dulce, muy diferente al resto de besos que habían compartido antes. Una mano suave acariciaba la piel pálida de Aemond, delineando la cicatriz que surcaba su piel con tanta adoración que hizo al corazón del mayor contraerse antes de acelerarse como loco.

Se separaron cuando escucharon pasos apresurados acercándose, Lucerys se alejó unos pasos del platinado colocando ambas manos tras su espalda mientras esperaba que aparecieran el par de chiquillos rubios por el pasillo, los conocía demasiado bien para reconocer esas pisadas. Tal como lo anticipó Ed y Al llegaron hasta ellos con los rostros sorojados por el esfuerzo, había sudor corriendo por sus rostros y humedeciendo las suaves hebras doradas de sus cabezas, ambos le enviaban miradas de muerte a Aemond quién simplemente sonreía engreído a los hermanos que no tardaron en abalanzarse a los brazos de Luke, quién los recibió gustoso.

—¿Nos viste entrenar?— preguntó Edward con una sonrisa brillante que el castaño devolvió mientras pasaba su mano por la coronilla rubia intentando aplacar el mechocito rebelde que se levantaba de ahí.

—Po supuesto, estoy muy orgulloso.— les dijo cerrando los ojos, simplemente disfrutando de la vibrante presencia de ambos jovencitos. —Han mejorado tanto, serán grandes caballeros en poco tiempo.

—Espera un poco más, ¡nosotros te protegeremos y así no volverán a ser malos contigo!.— habló Alphonse lleno de emoción.

—¡Nadie volverá a decir esas cosas horribles de ti!.— se unió el otro niño.

Con eso los ojos de Lucerys se abrieron de golpe, vio la cara desconcertada de Aemond y simplemente desvió la vista a los niños que ya casi llegaban a sus hombros. —Muy bien, es hora de de irnos, ustedes necesitan un baño y yo tengo deberes que atender.

Antes de de alejarse dio una sutil reverencia al mayor, haciendo que los rubios le siguieran en la cortesía. —Tío, le deseo un agradable día.

—Sobrino.— respondió a secas el otro, mirando impotente como el castaño se alejaba apretando a los jóvenes contra sus costados. ¿A qué cosas horribles se referían?, ¿Era todo por lo que había dicho en en pasado o alguien más atormentaba a su Luke?.




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