12. On My Own

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Cuando los guardias de Dragonstone alertaron el avistamiento de un dragón desconocido en la lejanía rápidamente se anunció la noticia a Rhaenyra y su prole, quienes salieron del castillo a verificar lo dicho y al ver como el dragón dorado de Aegon descendencia en la arena de la orilla, Daemon, Jacaerys, Rhaenyra y unos cuantos guardias se encaminaron por el puente de piedra.

Caraxes chirriaba a la lejanía sintiendo a su jinete tensarse ante un posible peligro, el dragón rojo pronto emprendió un corto vuelo para localizarse cerca del final del puente, dónde tendría la oportunidad de atacar al intruso y defender a su compañero de ser necesario. Aegon caminó por el largo caminito ascendente mientras sus familiares avanzaban a su encuentro, Jacaerys bullía ansioso por saber la razón de la visita de su tío, especialmente luego de su última reunión.

Mientras más se acercaban los unos a los otros más nitidamente podían notar la corona negra que descansaba sobre la cabellera rubia, eso alertó a todos haciendo que Daemon colocara su mano sobre la empuñadura de su su espada, cuando estuvieron a unos pocos metros de distancia se detuvieron.

—¿Podemos saber a qué se debe tu inesperada visita, sobrino?, Y de paso, ¿Por qué traes una corona en la cabeza?— preguntó Daemon dejando su imponente aroma salir.

—Estoy aquí porque mi padre ha muerto y he sido coronado Rey.— le respondió el rubio.

El rostro de los oyentes se contorsionó de sorpresa, pronto Daemon sujetó el cuerpo de su esposa al notar como esta se tambaleaba, tapando su boca con una mano mientras intentaba no dejar salir sus lágrimas. —¿Cuándo...?— comenzó Rhaenyra.

—Hoy por la madrugada, mi abuelo se encargó de preparar todo en unas pocas horas, probablemente ya había iniciado con eso hace un buen tiempo, no lo sé, yo fuí arrastrado de la comodidad de mi escondite en las calles para que me pusieran esta porquería pesada en la cabeza.— Aegon se quitó la pieza de metal negro y comenzó a observarla con poco interés.

—¿Entonces vienes a declarar una guerra contra la verdadera heredera al trono antes de que el cuerpo de tu padre se enfriara, usando la corona de un usurpador?— la voz de Jacaerys resonó, la ira y la traición bullían en su pecho, asfixiándolo.

—No vine aquí por guerras.— el Omega tiró la corona cerca de los pies de su hermana, levantando la vista para encarar los ojos de la única hija que su padre había amado. —No me interesa ser Rey, no lo quiero, no es mi derecho.

—¿Entonces qué buscas Aegon?— cuestionó con amargura la mayor.

—¡Quiero decidir mi propia vida!— le dijo para después girar su rostro hasta su sobrino. —Hace días me pediste que me fuera contigo, me juraste tu amor y tu vida si dejaba todo e iba hacia ti, no pude decir lo que quería antes de que mi madre se interpusiera pero siempre te escogeré a ti, eres el único que hizo lo mismo conmigo.

Los ojos de Aegon se cristalizaron y pronto dos caminitos mojados surcaron sus mejillas. —¡Estoy cansado de fingir algo que no soy, de los golpes e insultos, de sentirme insuficiente e indigno de ser amado!

El rostro de Jacaerys se contrajo dolorosamente, ver al Omega llorar tan desconsoladamente lo estaba lastimando, sus manos picaban asiosas por apretar el cuerpo del mayor y esconderlo de todo daño pero sabía que no era el momento, debía descartar la posibilidad de mentiras.

—¿Y por qué venir aquí cuando tu madre y el bastardo de tu abuelo han puesto una corona sobre ti?, Supongo que el amor del reino debe saciar tu sed.— habló Daemon.

—¿Amor?, Ja, un salón con cientos de personas y nadie me mostró una pizca de devoción, nunca seré un heredero perfecto como tú hermana, yo estoy hecho de errores, ni siquiera mi madre me mostró amor, en cambio a ti todos te aman irremediablemente.— Aegon tiró de su cabello, frustrado y lleno de amargura. —No digo que esté mal, incluso yo te amé, lo sigo haciendo.

—No hubieras aceptado la corona si la amarás como dices.— espetó el príncipe canalla.

—¿¡Y qué podía hacer!?, ¡Tuve que seguir el estúpido plan de Aemond para escapar de ahí, además Sunfyre llegó tarde!— replicó con frustración. —Ser Erryk debió tardar más de lo previsto en liberar a mi dragón pero estoy aquí, te ofrezco mi corona y juro lealtad a ti, lo único que quiero es que me dejes vivir mi vida al igual que a mis hermanos.

Aegon desató la correa de Blackfyre y se arrodilló, ofreciendo la espada de su padre a sus legítimos dueños. Rhaenyra se tomó unos momentos para analizarlo, con un suspiro agotado decidió aceptar la espada, la sujetó contra su pecho y luego la pasó a las manos de su hijo, su propio heredero y el merecedor de portarla.

—Entonces júrame lealtad, si tus hermanos hacen lo mismo les perdonaré el agravio, permitiéndoles mantener sus posiciones como principes de mi casa.— sentenció Rhaenyra

—... ¿Y mi madre y abuelo?— preguntó el Omega con nerviosismo, no albergaba cariño por Otto pero su madre seguía siendo su madre.

—No tientes a tu suerte, chico.— le dijo Daemon con la mirada fría.

Rhaenyra calló a su esposo con un movimiento de mano, sin despegar los ojos de su hermano. —Si tu madre jura lealtad le permitiré vivir en reclusión y tu abuelo será sentenciado por traición, la decapitación es la salida más benevolente que le puedo ofrecer a Otto Hightower.

Aegon asintió en comprensión y luego bajó la mirada con un suspiro. —Yo Aegon II Targaryen juro lealtad a Rhaenyra de la casa Targaryen, primera con el nombre, legítima Reina de los Siete reinos, los rhoynar, los andals y los primeros hombres, desde este día hasta mi último día.

Después de unos segundos Rhaenyra le permitió ponerse de pie y fue invitado a quedarse en el castillo con la condición de que sería custodiado por guardias a todas horas, Aegon aceptó y pronto se encaminaron al imponente castillo negro. Las habitaciones que le dieron eran lujosas, una clara muestra de la buena voluntad de su hermana mayor a pesar de las quejas de su marido.

El Omega se tiró sobre la mullida superficie de la cama, el castillo era frío a comparación del Red Keep, donde había pasado toda su vida. Acostado ahí comenzó a preguntarse cómo la estarían llevando sus hermanos, no podía entender por qué de repente el temperamental Aemond había decidido ayudarle a escapar, quizá quiere coronarse a él mismo como rey... O tal vez hay algo que no sabe de él, pensó agotado antes de caer en un profundo sueño, el mejor que había tenido en mucho tiempo.







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