21. End Of Time

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—Déjame hacerlo, ¡Será muy ligera y resistirá mil veces más que el acero, justo como tu armadura!— rogó Edward a su padre, que empacaba lo más esencial para su viaje.

—Cariño, las espadas son diferentes... Esta me la dio el abuelo, hecha por el mejor herrero de las Ciudades Libres, estoy seguro que estará bien contra el resto.— Lucerys colocó una mano enguantada sobre la cabeza de Ed, intentando aplacar el salvaje mechón que siempre se levantaba de su lugar.

—¡Por favor!, ¡Si lo hago nada podrá romperla!— volvió a suplicar. —Solamente... Intento ayudar, irás solo y no podré protegerte.

El castaño lo vio a los ojos, bajo toda su determinación brillaba el miedo puro bajo sus pupilas, con un suspiro sacó a Wave de su vaina, un magnífico trabajo de cuero y placas de oro blanco que figuraban escamas. No era una espada como cualquier otra, un poco más pequeña y delgada que el resto, su hoja tan fina como una placa en punta pero eso lo compensaba con su gran filo y perfecto balance, el mango era oro blanco bellamente fundido y adornado con esmeraldas que combinaban con sus ojos.

Lucerys no era el mejor espadachín de Poniente, su hermano siempre le pateaba el trasero en los entrenamientos pero era más rápido que nadie, un reflejo de su querido compañero dragoníl, gracias a eso su padre y padrastro lo dejaron a cargo de todo tipo de instructores de artes marciales y de la espada extranjeros con estilos más suaves, basados en la rapiez, flexibilidad y astucia, incluso tomó algunas clases junto a la maestra de sus niños.

Vio a Ed colocar la espada sobre un círculo de transmutación en el suelo, dónde había carbón y algunos otros materiales, antes de que pudiera arrepentirse la luz azul brilló en el lugar y su espada adquirió una tonalidad negruzca matizada desde la punta hasta donde se unía con la empuñadura. Cuando estuvo hecho el niño la tomó y se la entregó con una enorme sonrisa.

—Puedes ponerle un peto del hierro más duro a un muñeco de entrenamiento antes de salir, verás que lo atraviesa sin mucho problema.— dijo confiado el rubio.

—Mn, estoy seguro que el abuelo se molestará conmigo por esto.

—Muéstrale lo afilada que es entonces, puedo hacer lo mismo con la suya.— respondió con tranquilidad.

—Oh, no es tan simple cariño, una espada significa mucho para un hombre, es una extensión de ti en batalla, un reflejo de quién la porta.— explicó el Omega, guardando el arma en su funda. —Cuando sean mayores recibirán una propia, adecuada a ustedes.

—¿Nos la darás tú?— le preguntó el infante ayudándolo a cargar sus bolsos de cuero fuera de la habitación. 

El castaño asintió pensativo, caminando hacia la entrada principal de Driftmark. —Probablemente, pero nada es seguro, muchas personas los aman y seguramente estarán felices de darles magníficas espadas, además yo no sé mucho de armas, no tengo buen ojo para eso.

—Mh, nosotros querremos más cualquiera que nos des tú, papá.— finalizó Ed, colocando sus brazos tras su cabeza en una posición demasiado relajada. —¡Ah, Al!.

El menor venía corriendo con una bolsa de tela apretada contra su pecho, tenía las mejillas rojas y respiración rápida por la carrera que había realizado para llegar a tiempo.

—¡Ya... Ya no estaban en las habitaciones!— les dijo sin aliento.

—Lo siento cariño, es hora, el abuelo no esperará por siempre.— respondió Lucerys agachándose un poco para depositar un casto beso en la mejilla regordeta del niño.

—Fui... Fuí a las cocinas por algo de comida, son cosas que pueden durar varios días o semanas en buen estado, pan, queso, frutas secas, algo de vino, ¡dulces también!.

—Muchas gracias bebé, me haces muy feliz.— una amplia sonrisa adornaba los labios rosados del Omega, el orgullo y la ternura se arremolinaban en su pecho al ver a esos dos niños tan preocupados por él.

Cuando llegaron cerca al muelle se encontraron con Laenor y Rhaenys, quienes también estaba en su traje de montar, solo que ella iría de regreso a Kings Landing y él acababa de llegar de allá.

Habían tenido una discusión familiar hacía poco pues Laenor no estaba nada contento con que su hijo fuera a la batalla, alegando que si alguien debía ir sería él y Lucerys quedarse en la seguridad de Driftmark, al final de poco le sirvió cuando su propio y terco hijo terminó su alegato diciendo que si él iba los seguiría en Arrax a la batalla de cualquier manera.

Después de despedidas afectuosas y abrazos muy largos Lucerys acomodó todo en su montura y emprendió vuelo, siguiendo a los barcos que ya habían zarpado de la costa. Desde la altura vio a su padre y abuela sobre la arena, también a los dos niños que tanto amaba y se prometió a si mismo regresar muy pronto a ellos, sin importar qué.







Cuando la figura del dragón perlado desapareció en el horizonte junto a la flota, fue el tiempo de Rhaneys para irse, abrazó a su hijo y bisnietos antes de salir de ahí en Maelys. Llegar a la capital no le costó más de algunas horas, su dragona era aún rápida y fiera, en algún punto pensó en ir junto con su esposo y nieto a la batalla pero sabía que Corlys jamás lo aceptaría, usaría todo lo que pudiera el argumento de que ahora era Mano de la Reina y su deber estaba aconsejándola.

Al llegar al Fozo guió ella misma a su dragona al lugar donde descansaba, no quería arriesgar la vida de los cuidadores ahora que estaba tan inestable emocionalmente y por lo tanto, la fiera roja también.

Después de dejar a su compañera en el lugar asignado y hacer que la alimentaran con algunas ovejas partió a la Fortaleza en el carruaje que ya la esperaba, ninguno de sus otros nietos estaba ahí ahora, con Jace y Joff en Dragonstone, Baela en Antigua y Rhaena en Vale of Arryn. Ella misma había pedido que le dejaran tener a Joff con ella como su copero personal y aunque Rhaenyra había accedido, su inquieto nieto había decidido que quería permanecer unas semanas más en su segundo hogar ancestral (porque por supuesto Driftmark era el primero).

Ahora, viendo lo visto la Reina que Nunca Fue se alegraba de que el menor de sus nietos no estuviera ahí o probablemente haría todo lo posible para montarse en Tyraxes que apenas era una cría que había comenzado a poder llevarlo en su espalda e ir a la batalla con su hermano mayor. Todos sus nietos y los demás hijos de Rhaenyra tenían esa debilidad por Luke, ella lo entendía, el muchacho era un Omega de pura sangre Valyria con un temperamento suave y aroma maternal, muy diferente al otro único Omega de los hermanos, el mismo Joffrey, que era todo un caso de travesuras y osadía, de aroma fresco y débil, casi como un Beta equipado para tener hijos.

Con un suspiro agotado Rhaenys descendió del carruaje, se movió rápido entre los grandes pasillos y salones del Castillo hasta entrar a la sala del Pequeño Consejo, dónde sabía que encontraría a todos esperándola. No perdió el tiempo y después de los saludos adecuados dejó caer la pesada roca, Rhaenyra se desplomó ligeramente en su asiento mientras Daemon y Aemond se tensaban en su lugar a la defensiva, como si eso fuera a hacer mucho ahora.

Discutieron un buen rato sobre el curso a seguir, Daemon exigió ir al frente junto a su hijastro pero fue denegado, él estaba con las manos llenas debido a un conflicto en Harrenhall con las personas que no sabían a qué líder colocar a la cabeza de la casa Strong después de que esta se quedara sin miembros de la familia principal. Daemon era el único con la suficiente autoridad para ser realmente escuchado, Jacaerys no podría ayudar al ser el heredero y estar recién casado, no era adecuado enviar al futuro de los Siete Reinos a pelear y todos los demás jinetes eran igualmente jóvenes e inexpertos o aún más que Lucerys.

Para sorpresa de Rhaenys Aemond se ofreció a ir, cosa que al final también fue denegada pues ante la ausencia de Daemon él debía mantener el orden en las calles de Kings Landing. Hubo gritos y protestas de los dos Alfas platinados pero no les sirvió de mucho, lo único que se podía hacer era mandar naves aliadas para apoyar la batalla.

Se enviaron cartas a los Greyjoy y otras casas con flotas importantes para enviar sus barcos y soldados lo más pronto posible a los Peldaños, fuera de eso solo podían rezar que un dragón fuera suficiente para mantener a raya al enemigo, al menos hasta que Daemon pudiera ir a ayudar.




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