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Con la amistad entre Luciano y yo recuperada, habíamos dado unos espectáculos increíbles las siguientes noches, se notaba la química de vuelta entre los dos... Aunque esta vez sin acercamientos raros.
La clausura y el fin del verano estaban cerca, con ellos también estaba cerca mi vuelta a Canadá, lo cuál me agobiaba de sobremanera.
—Ya solo tres noches más y se acabó.-me ayudó a a bajarme del caballo.
—Parece que el tiempo pasó volando.
—Totalmente lo parece pero no.
—¿Vas a subir o te quedas?
—Hmm no, yo me quedo–levanté las cejas–¿Qué?
—Nada.-me reí.
—Es la chica pelirroja, ¿Ok?
—¿La de los granjeros?–asintió emocionado–es muy guapa, he.-me reí cómplice.
—Es un espectáculo de mujer, me vuelve loco.
—Suficiente información.
—Esta bien–levantó las manos–pero si quieres te llevo a casa y ya bajo de nuevo.
—No creo–miré detrás de él–te buscan, ve corre, yo voy a recoger aquí y luego veo.
La chica lo esperaba en la entrada de la caballeriza con una sonrisa enorme.
Él se fue a saludarla y yo comencé a empacar mis cosas.
Le di un par de manzanas a mi caballo y le quité el equipo de equitación.
—¿Em?
—Ah, hola, Gin.-le sonreí.
—¿Cómo estas?
—Bien–contesté extrañada–¿Y tú? ¿Todo bien?
—Estoy bien también... No debería hacer esto pero–se aclaró la garganta–el tarado de mi hermano te manda esto–me pasó discretamente un papel–realmente espero que todo mejore entre ustedes.
—¿Él está aquí?
La alarma se apoderó de mi cuerpo.
—Él volvió solo para verte–por instinto miré a alrededor–no está aquí en la feria.
No pude responderle más, no podía hacerme eso.
No podía volver solo por mi.
Vi a Gina volver a su caballeriza, miré el papel doblado en mi mano.
—¿Todo bien?
—¿He?–por instinto cerré la mano de inmediato–sí, todo bien, ¿Y tú? Pensé que estabas lejos con tu chica.
—No, le pedí que nos acompañe para llevarte a casa.
—¿Y dijo que sí?
—Sí, quiero que la conozcas, que me des tu opinión.
—Es una chica, no un objeto.-lo regañé.
—No, no–repuso rápido–tú entiendes.
—Por supuesto–me reí al ver su vergüenza–solo me despido de los abuelos y los busco.
—Estaremos en el parking, yo me llevo tus cosas.
—Sin hacer cosas malas que no quiero llegar y ver cosas.
—Esas son luego en mi casa...
—¡Ah! Eres un desgraciado asqueroso.-me reí fuerte.
Salí en busca de mis abuelos que seguían en el palco principal del recinto.
—Mi niña.-me abrazó.
—Hola, abu–la di un beso en la frente–¿Algún problema si me voy a casa? Estoy muerta.
—No creo, ¿No Alfons?
—Para nada, se vienen las noches más interesantes, necesito que mis chicos descansen.-me dijo con singular alegría.
—¿Te lleva Luciano?
—Síp, de hecho me está esperando ya.
—Bueno con cuidado y avísame cuando estés ahí, cierra bien...
—Tranquila, mujer, los chicos de guardia están ahí.
—Me voy.-me reí.
Me despedí de los dos y de sus amigos elegantes.
Bajé y mientras caminaba recordé lo que me había mandado Mick.
"Estaré esperando por ti, dame una señal y voy a buscarte.
—M."
Mi corazón dio un pequeño vuelco, evidentemente no podía dejarme un mensaje porqué lo había bloqueado hasta de las señales de humo.
Lo guardé en el bolsillo de mi blazer y fui al parking.
—Ahí viene.
—Buenas noches.-dije sonriente.
—Mira, Anne, ella es Emma.
—Mucho gusto–la guapísima pelirroja me extendió sonriente su mano–Luciano me a hablado mucho de ti.
—El gusto es mío, Anne–acepté su mano–espero que cosas buenas.-me reí.
—Por supuesto.
Podía jurar que ambos habían perdido tensión.
—Cuidalo mucho, he, puede ser un ogro pero es amable.
—Lo hago, es un encanto.-lo miró y parecía que cupido había bajado con sus pañales.
—Ugh, el amor.-hice muecas.
—Bueno–el de ojos verdes interrumpió con la cara roja como tómate–será mejor que nos vayamos.
