IX

781 29 13
                                    

—Duerme.-advirtió.
—No tengo sueño.
—Emma.
—Luciano, ¿Podemos solo estar en silencio?
—Emma, tienes que descansar. Mañana será un día duro y largo, tienes...
—Ya sé, ya sé.
—¿Entonces?–me quedé en silencio–oye, yo sé que es difícil ¿Sí? Yo también lo extraño y quiero estar con él pero le somos de más ayuda aquí, para que cuando vuelva, todo esté en orden como a él le gusta.
—Es solo que...–mis ojos se llenaron de lágrimas–no quiero creer que después de tantos años... Él solo quería ver a papá y... Luciano, dime qué no lo hará.-las lágrimas caían a ríos por mi cara.
—No lo hará–me abrazó–lo conocemos, estará de vuelta porque lo van a atender de primera mano en la capital.
—Tengo mucho miedo.-me aferré a él.
—Yo también, Em, aunque no lo parezca.

Lo abracé tan fuerte como pude, el hecho de imaginar que para Luciano también era demasiado difícil. Ya había perdido a sus padres y ver a quién lo había recibido en su casa debatirse entre la vida y la muerte, no debía ser fácil.

Después de un rato, me quedé dormida con él en el sofá. No supe cuánto estuvimos ahí, solo sé que desperté en medio de la madrugada.
El sonido del cielo anunciando lluvia me despertó, miré el reloj en mi celular, genial, las tres de la mañana.
Luciano se acomodó y le puse una manta encima.
Tomé otra manta y me acomodé en otro de los sillones, no quería dejarlo sólo ni quería estar sola arriba en mi habitación. Cerré los ojos pero la pantalla de mi celular se iluminó.

Mick: acabo de aterrizar en la ciudad, no podré subir a casa por el mal tiempo pero te veo aquí en la mañana
Em: Me da paz que hayas aterrizado antes de la tormenta, te veré entonces ❤️
Mick: pequeña, ¿Qué haces despierta a estas horas?
Em: insomnio:(
Mick: ¿Quieres hablar?
Em: siempre

En un par de segundos recibí su llamada.

—Hola.-escuché su voz del otro lado de la línea.
—Hola, dame un segundo.-me levanté del sillón.
—¿Todo bien?
—Sí–me senté en una de las sillas de la cocina–Luciano y yo nos dormimos en el salón y no quiero despertarlo.
—¿En el salón? ¿Por?
—Estábamos platicando y nos alcanzó el sueño, eso y creo que ninguno de los dos quiere estar sólo aunque no lo digamos.
—Van a tener unas terribles agujetas en la mañana.-escuché su pequeña risa.
—Yo quepo perfecto en el sillón, él no, le cuelgan las piernas.
—Quién le manda medir tanto–se rió–¿Cómo estas?
—Podría estar mejor–suspiré–solo quiero que se lo lleven a la capital y lo atiendan ya, no puedo vivir sabiendo que está delicado.
—Así será, ya lo verás.
—¿Y tú? ¿Cómo estas? ¿Cómo te fue?
—Bah, no vale la pena hablar de mi trabajo en serio.
—Claro que vale la pena si se trata de ti.
—Regresé en una sola pieza, eso es todo, de ahí en fuera no hay nada importante.
—Me asusta un poco como lo dices.
—¿Por?
—No sé, siento que es normal para ti saber que cualquier cosa podría pasar...
—No me va a pasar nada, te lo prometo. Además no te enfoques en esos pensamientos negativos, tienes que estar tranquila ahora más que nunca y ya estoy aquí.
—Lo sé.-no podía evitar sentir un apretón en el corazón.
—Ve a descansar, tienes que despertar temprano. Yo estaré esperando por ti ¿Sí?
—Esta bien, descansa tú también.
—Te quiero mucho, no olvides eso.
—Yo también te quiero y mucho.-sonreí como tonta.
—Te veré en unas horas.

Colgamos la llamada pero me quedé viendo la nada.

Después de un rato volví a meterme en el sofá, me hice pequeña debajo de la manta e intenté conciliar el sueño.

—¿Tienes todo?
—Sí, en marcha.

Subimos a la camioneta, Luciano se había ido a duchar a su casa mientras yo hacía lo propio en la mía.

OCEAN EYES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora