XVIII

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La primera noche después de mi llegada a Abu Dhabi, déjamos qué nuestros cuerpos se dijeran lo mucho que se habían extrañado por si sólos hasta quedar rendidos justo antes de que el sol saliera.

Me despertó su insistente alarma.

—Muero de sueño–estiró su cuerpo–pero no me arrepiento de nada.-me miró con un ojo cerrado.
—Y yo muero de hambre.-escondí mi cara en la almohada.
—Mi mamá quiere desayunar con nosotros en el circuito...
—¿Quién?
   Levanté la cara.
—¿Mi mamá?
—¿Tu mamá está aquí?
—En su habitación–lo miré mal–o sea, sí... Esta en el hotel y vendrá con nosotros a la carrera... También mi hermana.
—¿Y porque no me dijiste antes?–me senté apresurada–tengo que bañarme, vestirme presentable...-comencé a ponerme nerviosa.
—Oye, oye–me jaló y me puso encima suya–wow, tranquila Rayo McQueen. Mi mamá y mi hermana están felices de saber que ya estás aquí y con eso es suficiente.
—Sí pero igual tengo que verme bien.
—Tú siempre te miras bien, como justo ahora. Es mi ángulo favorito.
—Hmm, hasta donde yo recuerdo no te gustaba mucho tenerme encima tuyo.-escondí mi cara en su cuello y comencé a darle pequeños besos.
—Emma...–se quejó–¿Qué haces?
   Sentía sus manos apretar mis caderas en respuesta.
—Shhh.-seguí con mi camino de besos.
—Em...–su respiración se había entrecortado en involuntariamente me movía encima de él–pequeña... Estas jugando con fuego.-apretó mi trasero para hacerse más presente.
—Nunca había estado más decidida a quemarme.-lo miré.
—Me vuelves loco cuando me miras así.

Atrajo mi cara y me besó con la intensidad que solo él sabía.

Mientras seguíamos besándonos, lo alcancé con mi mano libre y lo hice entrar en mi sin previo aviso.

—Mierda.-mordí mi labio tratando de reprimirme.
—Maldita sea, Emma.-echó su cabeza hacia atrás y maldijo en todos los idiomas que conocía.
   Puse mis manos sobre su pecho y comencé a moverme, no me miraba solo cerraba y apretaba los ojos.
—Mick...
—Ah–levantó un dedo–no te voy a ver.-apenas y podía hablar.
   Atrapó mis manos llevándolas a mi espalda y  me recargó en su pecho, tomando el control de la situación.
—No...-sentía un calor placentero abrazador.
—¿No?–escuché su voz profunda en mi oído–¿Segura?
—Mierda, Mick.-safé mis manos de su agarre.
   Abracé su cabeza enredando mis manos en su cabello.
—Emma...
—Fuera.–sentencié.
    Me levantó haciéndome a un lado y volvió a maldecir.

¿Eso era francés?

—Bastante multilingüe te escucho esta mañana.-me reí.
—¿Sí?–parecía que había corrido un maratón–me fluye a veces.
—Buenos días.
—¿Buenos días?–se lanzó contra mi y me atrapó bajo su cuerpo–perfectos días.
—Ese corte de cabello es nuevo.
—Sí, me lo cambié.
—Y también estás más musculoso.
—¿Y sabes que también?
—¿Qué?
—También estoy enamorado de ti...-su celular comenzó a sonar.

Para evitar más traumas, me escurri de la cama y lo dejé contestar a solas, no quería arruinar la burbuja que tenía. Al menos quería que durara un poquito más.

Me di una ducha y enredé mi cuerpo en una toalla.
Salí y estaba parado ya con el pijama puesto tecleando en su celular... Uy, recuerdos de la guerra.

—¿Viste anoche donde puse mi reloj?
—Se quedó en la mesa de la entrada–dejó el celular en la cama–dice mi mamá que nos alcanzarán en el circuito, el novio de mi hermana también viene.
—¿Y esa cara?
   No pude evitar reírme un poco.
—Es la misma de todos los días.-encogió los hombros.
—Hmmm, si tú dices.
—Me voy a bañar.

Se metió al baño pero tenía cara de molestia, según él porque parecía más un cachorrito que otra cosa.

Me cambié más de una vez la ropa, no estaba convencida, ¿Cómo me tenía que vestir para ir a una carrera?

OCEAN EYES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora