VII

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—No tienes idea de cómo quiero que ya sea mañana.
—¿Ya te quieres regresar a Canadá?
—No, tarado, pero ya necesito un descanso de tanto subirme al caballo.
—Solo hoy y mañana, no es para tanto.
—Habla por ti, Flynn Raider.
—¿Me acabas de llamar como un personaje de Disney?–me reí–no es mi culpa que ahora seas la novia de una persona con personalidad de Golden retriever.
—No es mi novio...
—¿No?–miré su sorpresa asomarse–pensé que sí.
—¿Por?
—No sé, digo... Parecían.-encogió los hombros.
—Bueno no me lo pidió aún.
—Voy a respirar tres veces profundamente y voy a pensar que es porqué te lo pedirá de una manera especial.
—O tal vez solo puedes dejar de ser un anciano del siglo pasado...
—Schröder, es tu turno.-llegó el coordinador.
—Nos veremos después.-le di un abrazo.
—Con cuidado.-me acomodó el casco y me dio un par de palmadas pequeñas.

Di mi recorrido ya habitual por el circuito con obstáculos a bordo de mi precioso Zafiro.

A esas alturas, ya lo hacía con tanta costumbre que me parecía hasta aburrido.

Regresé y dejé a Zafiro en su caballeriza para ir a ocupar mi lugar al lado de los abuelos, estaban tan ocupados platicando con sus socios, amigos y conocidos que me sentía como cuando eres pequeño y tu mamá se encuentra a una amiga en el super, se quedan a platicar y tú juras que morirás de aburrimiento.
Miré a otros jinetes hacer sus exhibiciones pacientemente hasta que me sentí observada, busqué entre la multitud y me lo encontré al otro lado del lugar viéndome.
Estaba en medio de su mamá y su hermana, la cuál por cierto no había participado. Lo observé de la misma manera, sería y fijamente hasta que se rindió y se agachó sonriendo.
Cuándo levantó la mirada de nuevo, estaba rojo como tómate, le asentí en señal de te-gané y sonreí.

—Abu–toqué su brazo–abuela.
—Dime, mi amor.-se giró para verme.
—Voy a buscar agua y de ahí, voy a la caballeriza para la despedida.
—Sí, ve, con cuidado.-me dio un beso en la frente y regresó su atención a la conversación de sus amigas refinadas.

Bajé de las gradas, sabía que faltaban un par más de jinetes así que tenía media hora para merodear y luego volver.

—Hola–saludé a la chica del kiosco–¿Me das una lata de coca cola de vainilla? Por favor.
—Hola–me sonrió ampliamente–por supuesto–me pasó la lata–para la mejor jinete del pueblo, la más fría.
—Muchas gracias–me sonrojé un poco–Toma...-le pasé el dinero.
—No no, nada.-dijo rápido.
—¿Qué dices? No, es tu negocio no puedo aceptarlo.
—Vienes aquí todas las noches por tu coca cola de vainilla, tómalo como un presente por parte mía y de mis padres.
—Me da muchísima vergüenza, en serio, acéptalo aunque sea hoy y te juro que mañana vengo por la que es gratis.
—¿Acaso escuché gratis?
    Llegó a mi lado.
—Para ti no.-me reí.
—Hola, Mick.-la chica se puso como colegiala.
—Hola, Ali.-le sonrió.
—Muchas gracias.-le volví a decir y me di la media vuelta.
    Caminé unos cuántos pasos pero no los suficientes para no escuchar lo que se decían.
—¿Vendrás a la clausura mañana?–podía escuchar su tono totalmente diferente–sería increíble... Luego podemos salir como el año pasado, ya sabes.
      Sentí que me atragantaba con el gas de mi bebida al escucharla.

Decidí no seguir escuchando así que mejor comencé a caminar con dirección a las caballerizas, por mi propio bien.

—Hola, amigo–acaricié mi caballo–¿Qué tal un par de manzanas antes de salir?
—¿A mí no me darás manzanas?
—¿Yo porqué tendría que darte?
—Mírame–pero lo ignoré y seguí viendo mi celular–Em, mírame... ¿Estas celosa?
—¿Quién?
—¿Tú?
—Digo, ¿Quién te preguntó?
—¿Y ese chiste de secundaria?
—Igual caíste.-guardé mi celular y le sonreí.
—Ali... Alisson es una amiga.
—Tranquilo, vaquero, no me debes explicaciones.-le guiñé un ojo.
—Oye...
—¿Emma Schröder?
—Yo.-contesté confundida.
—Te mandan esto.-me pasó el gigante ramo de rosas rojas.
—Vaya–me sorprendió el peso–¿Quién lo manda?
—Creo que tiene tarjeta, permiso.

OCEAN EYES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora