PROHIBIDO: BEBER, BAILAR, REÍR...

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Sábado, 29 de abril del 2021


—¿Me dejas tu top burdeos? —dice Abril, asomando la cabeza en el baño de mi habitación.

—Sí, claro, está en el armario, aunque no sé yo si te cabrán las peras.

—Me lo probé el otro día y me queda perfecto.

—Pues todo tuyo.

—¿Tú qué te vas a poner?

—Creo que el vestido color chocolate con la espalda al descubierto, me apetece ir bien, pero cómoda.

—Genial, te queda muy bien ese vestido. No tardes, que he reservado mesa en una hora —dice, desapareciendo del baño.

Desde el principio nuestra convivencia ha sido muy buena, nada de no entres en mi habitación, esto es mío... Lo que a veces nos lleva a tener la ropa en el armario de la otra, incluso con Mauro nos pasa, sus camisetas son lo más. Adam es el único que tiene un poco más de privacidad, puesto que alguna vez que hemos entrado en su cuarto sin avisar nos hemos sorprendido encontrándolo en compañía, así que, con el tiempo, entendimos que era mejor llamar a su puerta.

En tres cuartos de hora estamos saliendo para el restaurante. Abril se demora bastante más que yo en arreglarse, a mí con colocarme la ropa y maquillarme un poco me es suficiente, a veces ni me seco el pelo, total, va a quedar exactamente igual, la gravedad actúa en él con fuerza y por mucho que intente ondulármelo, se alisa en pocos minutos y hoy no me apetece hacerme ningún recogido.

—¿Viene Toni? —pregunta Abril a Adam.

—Sí, he quedado con él en el restaurante y para los cafés seguramente también llegue Julio, si no sale muy tarde de trabajar.

—Genial —dice ella.

Toni y Julio son los dos mejores amigos de Adam y suelen apuntarse cuando salimos a cenar y a bailar.

Hemos cenado en un restaurante cerca del Dreams, el local al que solemos ir a tomar copas y bailar, para no tener que coger coche. No es que salgamos a rastras, pero a todos nos gusta beber vino durante la cena.

—¿Qué queréis tomar? —pregunta Adam, una vez hemos entrado en el pub y llegado a la barra pasando entre la gente.

Suele estar a rebosar, pero el ambiente y la música son muy buenos y siempre encontramos un huequito en el que poder estar todos sin recibir constantes empujones.

Le cantamos nuestras bebidas y se acerca a la camarera con Toni y Julio. Cuando todos tenemos nuestras copas en la mano suena una canción que a las dos nos incita a bailar: Old Town Road. Después de esta llega una bachata. Adam y yo fuimos unos meses a clases y no se nos da nada mal, así que él se acerca a mí cuando la oye y me coge por la cintura.

—¿Bailas, muñeca? —me dice.

Yo le sonrío y me pego a él.

Hemos tenido conversaciones sobre lo bien que nos llevaríamos como pareja, pero acabamos en un ataque de risa con el simple hecho de pensar en tener que intimar. No seríamos capaces. Después de tantos años somos familia y nunca se nos ocurrirá sobrepasar los límites, lo que no nos impide ser de lo más sensuales mientras bailamos, incluso hay momentos, en los que la canción lo requiere, que nuestros labios están a escasos milímetros, nos metemos de lleno en el papel.

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