PROHIBIDO: ¿SÍ?

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—Hola, mi amor —dice.

—Ho... Hola.

—Te has puesto el vestido.

—Eso ponía en la nota.

Estoy nerviosa. Él también lo está.

Esperaba encontrármelo desnudo, o con un látigo en la mano, ¡yo qué sé! Pero no así...

¡Qué romántica eres, Blanquita! (Sarcasmo puro y duro).

—Blanca, jamás pensé sentir algo así, ni en mis mejores sueños he experimentado las emociones que tú me provocas. Me pasaría la vida teniéndote al lado, hablando o en el más absoluto silencio, da igual cómo mientras sea contigo. Te gusta llevarme la contraria, sacarme de mis casillas, ponerme nervioso hasta el punto de desear castigarte... y te gustan mis castigos, lo cuál nos convierte en la pareja perfecta, porque a mí me apasiona tenerte siempre tan dispuesta. Te amo más que a mi propia vida y creo que sabes que sería capaz de todo por ti. Ya no soy el hombre que conociste, tú me has cambiado, tú me has hecho sacar al verdadero Axel, ese que sabe ser romántico, ese que no folla, sino que hace el amor, fuerte, duro, pero, a fin de cuentas, mostrándote con cada uno de nuestros encuentros sexuales que cada día estoy más enamorado de ti... No puedo imaginarme una vida si no es caminando de tu mano y no voy a consentir que nada ni nadie nos separe, jamás. Soy completamente tuyo, en cuerpo, alma, mente y corazón, aunque a veces me acojona saber que tienes una mente tan sucia como la mía y que en cualquier momento me pides cosas que no sé si voy a ser capaz de darte...

Sé que habla de sexo, hace unos días estuvo indagando sutilmente preguntándome si me gustaría estar con otros hombres, en tríos, orgías y demás...

—No necesito a nadie más que a ti, Axel...

—Me alegro de que pienses así, porque ningún otro hombre te tocará, no seré capaz...

Le doy una caricia.

—Yo también te amo, Axel...

—También me alegro de eso, porque no pienso dejarte marchar.

Inca una rodilla en el suelo.

No puede ser, no me lo puedo creer, ¿va a...?

—Blanca, toda una vida me parece poco, pero es lo único que puedo ofrecerte... Mi vida, por completo, e intentar que seas feliz a mi lado cada segundo de tu existencia.

—Axel... —Me tapo la boca con las manos.

—Cásate conmigo, Blanca.

Intento no desmayarme, pero me falta el aire.

No puedo dejar de mirarlo, a él y el anillo que acaba de aparecer metido en esa cajita que tiene en la mano apuntando hacia mí.

Él también me mira, me observa y dice:

—Sé que no ha sido una pregunta, sino más bien una especie de petición u orden, como prefieras llamarlo, porque no he querido darte la opción de responder que no, pero si me tienes mucho más tiempo sin decir nada vas a tener que recogerme del suelo...

—Sí.

—¿Sí? —dice, poniéndose en pie.

—Sí, quiero.

—¿Quieres?

—Quiero.

Ríe, cogiéndome en brazos y haciéndonos dar vueltas sobre nosotros mismos.

—Dímelo otra vez.

—Voy a casarme con usted, señor Jones.

—¡Dios! No sabes lo que acabas de hacer.

—¿Lo que acabo de hacer?

—¡Ya no te escapas, mi amor!

Reímos, nos besamos, nos miramos, nos abrazamos... Pero no nos desnudamos... ¿Por qué no me está desnudando? Que me gusta mucho este vestido y él está para comérselo enterito con ese traje, pero... ¿Hola? ¡Quiero sexo!

Me lleva de la mano al interior de la casa.

¡Sí, sí, sí! ¡A follar como monos!

Pero no...

—Ponte unos zapatos —dice.

—¿Unos... zapatos?

—Sí, va, no te demores más, tienes unos que creo que te quedarán perfectos con ese vestido.

Estoy yendo al vestidor, cuando lo que quiero es ir a la cama, o a la cocina, o a la piscina... ¡o dónde sea! Pero no a ponerme unos zapatos, aunque sí que son perfectos, preciosos. Unas sandalias blancas con unas finas tiras llenas de pedrería.

Salimos de casa y Basilio nos está esperando con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Ha dicho que sí! —le grita Axel.

—Enhorabuena señor.

Me besa en el coche, pero no sube la ventanita que nos separa de Basilio, así que de sexo... rien de rien. Y yo sin bragas que voy.

Tardamos más de una hora en llegar a dónde quiera que me esté llevando.

—Vamos —me dice, al bajar del coche, abrir mi puerta y ayudarme a salir.

—¿A dónde vamos? —digo, observando frente a mí un enorme hotel.

Uuhh... ¡Sexo en un hotelito!

Pero tampoco...

Mi lista: PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora