Dani se levantó de la cama y se dirigió a la cocina por un café. El reloj marcaba las tres de la mañana, pero ella sabía que no volvería a dormir. El sueño había sido vívido, casi como experimentarlo otra vez. La perseguía como un ave de presa, y ella era el pobre ratón que había quedado sola en medio del campo. El recuerdo de aquella vida que había decidido dejar atrás la atormentaba cada vez que sus ojos se cerraban, en cada momento de paz, de soledad. Quizá por eso había estado en movimiento todo el día. No quería pensar. Con el café en mano, decidió acercarse al espejo del baño. Su reflejo le devolvió a una ojerosa mujer de unos veintitantos. Ya no se reconocía a sí misma. La enorme cicatriz atravesaba su rostro, casi invisible por el paso de los meses. Acercó sus dedos a la larga línea y la recorrió. Era un mapa tangible de la vida a la que no quería volver. Un recuerdo perturbador que la acechaba día y noche. Regresó cansina hasta una butaca donde solía sentarse a leer. Se tumbó en ella y termino el café de un sorbo. Sus ojos divisaron la columna de libros que se abría delante de ella. Estaba tan cansada...
"Corría entre los árboles a toda prisa. Él debía encontrarse cerca. Tenía que tomar una decisión. Esconderse o luchar por su vida. Escapar ya no formaba parte del plan. El bosque era inmenso y ella no tenía idea hacia donde correr. Se detuvo y decidió comenzar con la primera opción. Se ubico detrás de unos enormes arbustos y se quedó allí, en silencio, agudizando la audición. Unos minutos después lo escuchó. Sus pasos pesados se acercaban peligrosamente hasta donde ella se encontraba escondida. Instintivamente, y sin hacer ruido, tanteó el suelo en busca de algo que la ayudara a defenderse. Tocó una pesada y afilada roca y la cogió con fuerza.
—Dani, puedo olerte. Sal ahora mismo. Sé que estas aquí.
Los vellos de la piel se le erizaron y cerró los ojos reteniendo un grito ahogado. Estaba más cerca de lo que ella creía. ¿Cómo había llegado a esto? Pensó en las veces que su representante le advirtió sobre Thomas, sobre el contenido psicótico en sus cartas. La había amenazado incontables veces, pero ella nunca creyó que fuera a cumplir su promesa. Era, pensó de manera equivocada, solo un aficionado fanático de sus libros. Esa semana, cuando decidió aislarse a la cabaña de sus padres para escribir el final de su novela más reciente, Dani no pensó que ese maldito maníaco podría seguirla. Los únicos que sabían que ella se encontraba allí eran Mark y su padre. Y ambos dos se encontraban fuera de la ciudad.
—Dani... solo quiero lo que me corresponde. Necesito que me firmes unos libros y luego matarte. Es la única manera en que tu nueva novela debe terminar. ¿No lo entiendes? te haré famosa. Vamos, sal de tu escondite por mí. —Dani se estremeció. Quería asesinarla y si no actuaba rápido lo conseguiría—. ¡SAL MALDITA PERRA, AHORA!
Sin siquiera pensarlo un segundo más, Dani saltó de entre los arbustos con la piedra entre las manos y atinó un sonoro golpe en la cabeza de Thomas. En un acto reflejo, su acosador levantó el cuchillo y atravesó la piel de Dani cortando su rostro desde la ceja hasta la comisura de los labios. Pero no había tiempo para el dolor, debía salir de allí lo más rápido posible. Thomas quedó tendido en el suelo, agarrando fuertemente su cabeza, que ahora sangraba copiosamente. Ella corrió de nuevo hasta la cabaña. Debía encontrar las llaves del auto cuanto antes. Atravesó el umbral de la puerta y buscó en la mesita donde siempre solía dejarlas. Allí estaban. Dando gracias a los dioses salió a prisa hacia su camioneta. Abriendo la puerta con dificultad por los nervios escucho que Thomas la llamaba:
—¡DANIELLE, MALDITA PERRA TE VOY A MATAR!
Sus pasos se escuchaban cada vez más cerca. Dani subió a la camioneta e intentó encenderla. La sangre caía sobre su ojo izquierdo y no la dejaba ver. De pronto Thomas golpeó su ventana derecha, intentando abrir las puertas. Pero Dani había sido más rápida y había trabado todas.
Un segundo después, la camioneta encendió. Y a toda velocidad, Dani huyó de aquel maldito lugar..."
Un golpe en la puerta la sobresaltó y, despertando, se puso de pie y agarro el bastón de la chimenea. Se había vuelto a quedar dormida sobre la butaca y había vuelto a soñar con aquel día. El sol ya asomaba en el horizonte y el reloj marcaba las ocho de la mañana. Otro golpe en la puerta.
—Señorita Morgan, ¿se encuentra allí? —Dani cogió más fuerte el bastón—. Soy el oficial Stone, tengo noticias sobre Thomas. —Sin pensarlo corrió hacia la puerta y la abrió de un tirón—. Señorita Morgan, buen día. Thomas fue hallado en el bosque que nos indicó. Está muerto.
Y Dani, que tenía el corazón en la garganta mientras escuchaba la información, se largó a llorar desesperadamente. Ese maldito bastardo estaba muerto. El oficial, viendo la situación se agachó junto a ella para sostenerla.
—Puede volver a su hogar señorita Thomas. Ya no está bajo amenaza.
Dani era Libre.
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CUENTOS CORTOS
RastgeleAquí yacen aquellos fragmentos cortos o cuentos que surgen en la mitad de una noche, en el viaje a casa en tren, en la espera de un aeropuerto; o en aquellos lugares del imaginario que cada tanto, asaltan a la realidad.