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Le seguí hasta su cuarto y, todo lo que hacía un rato me había llamado tanto la atención había dejado de tener importancia, el resto de cosas quedaban en un segundo plano cuando Chifuyu estaba ahí, y más cuando se veía como lo hacía en ese momento,  sobre la cama con ese bulto en el pantalón y esa sonrisa ladina en la cara. Respiraba de manera irregular, pero yo también, creo que nunca había tenido tantas ganas de alguien, pero tampoco había conocido a nadie así. Me tumbé sobre Chifuyu agarrando sus dos manos sobre su cabeza sin demasiada fuerza, porque si quería soltarse y clavar sus uñas en mi espalda no sería yo quien pondría resistencia, y empecé a morderle la línea de la mandíbula. No iba a besarle, ese no era mi terreno, lo era este, la cama, el sexo y pensaba mostrarle de lo que era capaz. Recorrí el camino hasta la oreja donde mordí suavemente el lóbulo del que colgaba su arete y escuché un sonido acallado por sus labios ante de notar como una de sus manos se libraba de mi agarre y se posaba en mi espalda, justo lo que quería. Pero no había uñas, solo las frías yemas de sus dedos que contrastaban a la perfección con el calor que estaba desprendiendo yo. Mordí con fuerza su cuello y esta vez sus labios no fueron capaces de acallar el sonido y, como si de un gato se tratara, la suavidad de sus dedos cambio por completo clavando sus uñas sobre mí. Le solté durante unos instantes y me incorporé un poco, Chifuyu no tardó demasiado en comprender que estaba haciendo porque en cuanto toqué el borde de su camiseta fue el quien se apresuró a sacársela volviéndome a dejar contemplar su perfecto cuerpo. Mierda, la palabra perfecto se quedaba corta para él, quería recorrerlo entero notar cada centímetro de su piel y memorizarlo, quería todo de él, le quería a él. Cerré los ojos cuando volví a posar mi boca sobre su cuello, ya no me importaba a donde fueran a parar sus manos, estaba demasiado concentrado en donde iban a parar las mías. Recorrí casi sin rozar su cintura, notando como se estremecía a mi tacto, sintiendo su cuerpo reaccionar al mío. Notando como giraba su cabeza para dejarme más libertad en su cuello. Di varios besos en la zona antes de volver a morderlo con fuerza, contrastando el gesto con mis caricias. Chifuyu subió la cadera y cuando su entrepierna rozó la mía supe que esto iba a acabar mal, que yo iba a acabar muy mal, porque después de sentir todo esto tenía claro que iba a volverme adicto. No era muy consciente de los sonidos que estaban saliendo de mi, o mejor dicho, era muy consciente pero no podía acallarlos. Una mano de Chifuyu estaba clavando sus uñas bajo mis hombros pero la otra estaba demasiado entretenida en recrear los movimientos que iba haciendo yo sobre su cuerpo. Pasé mi mano sobre su abdomen notando como su respiración se aceleraba y pensé que sentiría su mano en el mismo sitio, pero en lugar de eso la noté en la barbilla alzándome la cabeza para que le mirara.

- Quiero ver el dragón. – susurró casi contra mis labios.

Solo pude asentir porque, joder, si Chifuyu me hubiese pedido que matase a alguien con ese tono de voz también lo habría hecho. Haría cualquier cosa con tal de que siguiese hablándome así. Me apartó de encima suyo empujándome suavemente por los hombros haciendo que quedase medio tumbado en la cama mientras el se incorporaba. Creía que mi corazón no podía ir más rápido, pero me equivocaba, porque cuando la mano de Chifuyu se posó en el botón de mi pantalón sentí que mi corazón se iba a salir en cualquier momento. Era como un chico de quince años a punto de tener su primera vez, solo que no tenía quince años y esa no era mi primera vez,  ni siquiera en ese momento había estado tan nervioso. Chifuyu desabrochó mis pantalones y tiró de la cintura de estos para bajármelos, le ayudé alzando un poco mi cadera y sintiéndome demasiado nervioso al estar así delante de él, sobre todo cuando su mirada se posó directamente en el bulto que ya no era nada discreto bajó la fina tela de mis calzoncillos. No se si fue porque se dio cuenta de como me tenía o si siempre actuaba así, pero al verlo a Chifuyu pareció dejar de importarle el tatuaje de dragón y colocó su mano entre mis piernas, justo por debajo de donde acababa la tela de mi boxer, haciendo que el bulto diera un respingo en anticipación. Clavó sus ojos en mi mientras su mano bajaba y subía lentamente sin llegar a tocar la tela, como una dulce y dolorosa tortura. Tenía tantos sentimientos a flor de piel, tantas emociones que sentía que se me iban a desbordar en cualquier momento y solo fui capaz de manifestarlas de una manera. Agarré de la nuca a Chifuyu y lo acerque hacía mi para unir mis labios con los suyos. No mentiría si dijese que esa era la primera vez que sentía la necesidad de besar a alguien, era como que si no juntaba nuestros labios mi corazón se iba a salir de mi pecho. Tan pronto sentí su aliento contra el mío, las piernas de Chifuyu me rodearon, sentándose en mi regazo, sintiendo su excitación contra la mía. Ni siquiera los labios de Chifuyu pudieron acallar el gemido que salió de mi boca al notarlo. Coloqué mi mano en su cuello, esta vez era yo quien movía la cadera bajo la suya, buscando sentirle, buscando que su miembro rozase el mío una y otra y otra vez. De repente el boxer me molestaba, ese insignificante trozo de tela parecía ser la peor tortura a la que someterse, bueno, la peor no, la tela que cubría a Chifuyu me molestaba aún más, porque no solo me impedía sentirlo, también verlo. Sin separarme de sus labios coloqué la mano bajo la goma de su pantalón y tanteé suavemente, descubriendo que no había nada más que me separase de su cuerpo y tiré ligeramente de ella. La piel de Chifuyu ahí era mucho más caliente y sensible, bajé mi mano por su espalda y la coloqué en su trasero, por debajo de la ropa, notando lo redondo y duro que era sin nada que se interpusiese. Al notar mi mano, un dulce sonido salió de sus labios contra mi boca y cualquier autocontrol que pudiese quedar en mi desapareció por completo. Apreté la mano con fuerza en su trasero antes de dejarlo ir momentáneamente para subir de nuevo hasta el elástico del pantalón y tirar de el hacía abajo. Chifuyu se separó de mi, se levantó momentáneamente de mi cintura y se deshizo del trozo de tela que tanto me molestaba. Fue algo intuitivo, como un acto reflejo, pero mientras el dejaba caer su pijama al suelo yo también tuve la necesidad de levantar el trasero de la cama y deshacerme de lo único que me quedaba de ropa, mientras miraba de arriba abajo su cuerpo y notaba como el mío reaccionaba ante la excitación que me estaba provocando. Si me hubiesen pedido que dibujase el cuerpo masculino perfecto y lo comparasen con el de Chifuyu no podrían encontrar ni siete diferencias, era increiblemente perfecto, como un dibujo, como una de esas estatuas griegas, como una fantasía hecha realidad.  Hice mi mayor esfuerzo para subir mi vista hacía su cara y descubrir que él también me estaba observando, con esa sonrisa lasciva en el rostro, sus ojos resiguiendo mi tatuaje y, muy probablemente, donde acababa este. Cuando sus ojos volvieron a subir hasta los míos sonrió y se sentó de nuevo en mi regazo noté una oleada de calor invadirme de golpe.  Pensé que iría directo a mis labios, pero no fue así, se mantuvo a escasos centímetros de estos, sentí sus manos frías pasar por mi abdomen segundos antes de que su mirada bajara hacía su mano provocando que la mía hiciese el mismo movimiento. Estaba resiguiendo el dragón con la punta de los dedos, haciendo que ese calor insoportable e incontenible siguiera subiendo por todo mi cuerpo, mi vista quería centrarse en el camino que estaban recorriendo sus dedos, pero era imposible, estaba demasiado concentrado en la distancia que nos separaba, en lo excitados que estábamos y en las ganas que tenía de sentirlo así contra mí y en lo apetecible y erótico que me parecía. Sentí su mano llegar a la cola del dragón y un chute de adrenalina me recorrió al notarle tan cerca, la yema de sus dedos estaba a escasos milímetros de tocarme justo donde quería que lo hiciera. alzó la mirada hacía mí, haciendo que la mía dejase de mirar e imaginar  para reencontrarse con aquellos preciosos ojos azules.

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