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Vi a Baji riéndose a través del espejo del baño mientras acababa de arreglarme el uniforme. Una camisa negra y unos pantalones beige no eran algo que difirieran tanto de mi estilo, el problema era el delantal con el logo de la tienda, demasiado adorable para mí y la estúpida gorra. ¿Para que tenia que llevar una gorra? Ni siquiera hacía sol y estábamos en el interior y si quería poner una gorra, ¿era necesario que esta tuviera orejas de gato?

- ¿Puedes poner la mano en un puño y decir "Nya"? – se burló Baji.

- Puedo ponerla en un puño y estampártelo en la cara, ¿quieres?

- Esas no son formas de hablarle a un amigo que te ha conseguido un trabajo. – bromeó bajándome la visera de la gorra.

- Primero, no me lo has conseguido tú, si por ti fuera Chifuyu habría colgado mucho antes. Yo fui quien se atrevió a preguntar, quien se arregló y quien, contra todo pronóstico, pasó la prueba y segundo, no sé si considerarte mi amigo o mi enemigo después de esto, porque estoy ridículo. ¿Qué pensaran las chicas cuando me vean?

- Que eres adorable.

- Adorablemente idiota.

- No está mal. - Baji sonrió antes de recogerse el pelo a mi lado y mirarme a través del espejo. – Quizá podrías pedirle a Chifuyu que te cambiase las orejas de gato por unas de tigre para que te sintieses más cómodo.

- Sería igual de ridículo.

- Aja, una gorra es ridícula pero el horror bacui que tienes por cuarto con los millones de estampados de tigre no lo es, comprendo.

- ¿Dónde has aprendido esa palabra? – dije sorprendido de que mi mejor amigo hubiese usado esa expresión en lugar de desastre, aglomeración o algo por el estilo. - A todo esto ¿No tenías un examen importante?

- Si, no creas que me he levantado temprano y estoy aquí contigo en el baño para animarte como si fuera una madre en el primer día de colegio de su hijo.

- Ya me extrañaba a mí. – sonreí. – Tienes café en la cafetera, yo me voy ya a hacer el mayor ridículo de mi vida. Suerte en el examen.

- Suerte con Chifuyu.

- ¿Con Chifuyu? ¿No deberías dármelas en el trabajo?

- No, yo se lo que me digo, suerte con él.

Durante el tiempo que tardé en llegar desde casa hasta la tienda pensé que Baji me estaba tomando el pelo. Porque vamos a ver, puede que no conociese mucho a Chifuyu, pero era encantador, siempre tenía una sonrisa en la cara y, aunque a veces pudiera ser un poco duro, tenía buen corazón. 

Si, pero todo eso era solo la punta del iceberg de Chifuyu, tardé solamente veinte minutos en entender porque me había deseado suerte Baji, el chico encantador se había transformado en alguien exigente y perfeccionista, me había hecho barrer tres veces el mismo trozo solo porque según el no utilizaba la escoba bien, me hizo un cuestionario sobre ingredientes de los diferentes piensos sin mirar, como si eso no fuese algo que se podía ver en la misma bolsa y me hizo descargar ¡a mi  solo! el camión de los suministros. Al lado de Chifuyu mi anterior jefa era un ángel, estaba a punto de renunciar e ir y besarle hasta los pies si hacía falta con tal de que me contratara, pero yo era más que todo eso, Chifuyu y ese trabajo no podrían conmigo.

- Buen trabajo. – murmuró sentándose a mi lado, cuando solo quedaba media hora para cerrar. – Pensé que tirarías la toalla.

- Jamás. – mentí, porque uno de mis mayores pecados era el orgullo.

FilemafobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora