14.

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Aquella tarde Chifuyu parecía tener la cabeza en otro lado, había estado así desde el martes por la tarde, tenía la mirada más triste y se pasaba las mañana suspirando mientras miraba por la ventana. No me lo había dicho, pero sabía que tenía que ver con Takemichi y con que aún siguiesen enfadados. Saqué una silla y me senté junto a él en el mostrador.

- ¿Necesitas un descanso? – pregunté sonriendo.

- No, estoy bien.

- No, no lo estas. ¿Has dormido algo en los últimos días? – Chifuyu alzó la mirada hacía la mía y por las bolsas que se formaban bajo sus ojos ya supe la respuesta.

- Solo cuando te quedaste tú.

- Bonita forma de decirme que duerma contigo. – bromeé haciendo que sonriera. – Tienes que descansar.

- ¿Lo harías? – preguntó ignorando lo último que había dicho. – Si te pidiese que durmieras esta noche conmigo, ¿lo harías?

- Si. – respondí sin vacilar. - ¿Quieres que lo haga?

- Gracias.

Fue lo único que dijo y entonces entendí a que venía ese mal estar, esas ojeras y esa preocupación, no era solamente miedo de perder a Takemichi, era miedo de perderlo cuando tenía razón, era miedo de que yo realmente fuera lo que su amigo intentaba advertirle. Es posible que yo también tuviese cierta culpa en eso, porque después de haberlo hecho en la tienda y haber comido aquel dulce pastel de fresa y nata que tanto disfrutamos no había vuelto a decirle que le quería. En mi defensa, habíamos estado los dos muy ocupados y tampoco había visto el momento adecuado, porque aunque yo estaría diciéndole lo mucho que le quería hasta quedarme sin habla, también prefería que fuese algo importante, con sentimiento y especial. Pero momentos como ese cumplían todos los requisitos.

- Chifuyu, - susurré haciendo que alzase la cabeza hacía mi. Dios como alguien podía tener unos ojos tan bonitos aun viéndose tan cansados. – te quiero.

Fue casi un susurro, algo que solo quería que escuchase él, alzó la cabeza clavando sus ojos en mi con una tímida sonrisa amenazando con dibujarse en sus labios. Como podía ser tan precioso. Vi como se abrían lentamente para contestarme o para besarme, no estaba seguro y nunca lo estaría porque en el momento que alguna de las dos cosas iba a pasar escuché la puerta de la tienda abrirse. Maldije a quien quiera que fuera el que había decidido entrar en ese preciso momento. Pero cuando vi la cabeza que se alzaba por encima de las estanterías sentí como un escalofrío me recorría el cuerpo. Koko se estaba arreglando el pelo mientras miraba entre todas las estanterías, pero no era eso lo que me tenía nervioso, sino el chico rubio que le acompañaba con cara de pocos amigos y ni un ápice de felicidad en su rostro. Los ojos de Koko se toparon con los míos y cuando le sonreí vi como mi gesto se reflejaba en su cara.

- ¡Estas guapísimo Kazutora! – fue lo primero que dijo mientras se dirigía hacía mí. - ¿Te has hecho algo en el pelo?

- Me lo retoqué hace poco. – sonreí. - ¿Qué hacéis por aquí?

- Si no vienes a verme tú tendré que hacerlo yo. – pondría la mano en el fuego a que en ese momento escuché a Inui gruñir. – Y también buscamos recomendación sobre algún pienso, él ha adoptado un perrito.

Como un perrito alzando las orejas al escuchar comida, Chifuyu se levantó del mostrador y dirigió su mirada hacía el rubio con una sonrisa imborrable en la cara. Juro que en ese instante sentí como si estuviera meneando el rabo.

- ¿Va en serio Inupi? – dijo rodeándome y dirigiéndose hacía su amigo y haciendo que a este le cambiase un poco la cara de malas pulgas. - ¿Qué raza? ¿Es un cachorro? ¿Cómo se llama?

FilemafobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora