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Chifuyu estaba en el mostrador acabando de cuadrar la caja mientras yo barría un poco para poder ir a la fiesta de Emma en el dojo de los Sano. De puertas para fuera estábamos cerrados y era un poco triste darme cuenta que ese era uno de los pocos momentos que había conseguido estar a solas con Chifuyu sin que Baji empezase uno de sus interrogatorios. Toda la semana había estado haciendo los turnos de cierre en el bar con tal de conseguir librar el domingo y poder venir a la fiesta cuando saliese de trabajar, lo que se traducía en dejarse caer por la tienda antes de ir al trabajo con la excusa de echarnos una mano y atosigar a Chifuyu con preguntas e indirectas para intentar que confesara que había pasado algo entre nosotros. Tenía que admirar la voluntad de hierro de Chifuyu porque daba igual cuanto insistiese nuestro amigo o cuanto le molestase, el simplemente le miraba con una sonrisa y le decía que creyese lo que quisiera, para luego aprovechar cualquier momento en el que él no mirase y darme un beso tímido, acariciarme la espalda o incluso darme la mano. Por suerte Baji nos había dado una especie de tregua involuntaria y teníamos un rato para estar a solas. Notaba como Chifuyu subía la mirada de vez en cuando para observarme.

- Tora, - dijo casi en un susurro. - ¿puedo preguntarte algo?

- Lo que quieras.

- Cuando dijiste que te habían echado de un bar por exhibicionismo, ¿a que te referías exactamente?

Noté como perdía la fuerza en las manos haciendo que la escoba se tambalease un poco amenazando con caerse. Esperaba que me preguntase cualquier cosa, porque con Chifuyu nunca se sabía, pero no por un comentario que dije en un bar poco después de besarnos por primera vez. Me giré hacía el viendo la sonrisa pícara que se dibujaba en su cara.

- Lo que quieras menos eso. – puntualicé. Porque ¿Cómo iba a hablarle al chico que me gustaba y con el que ni siquiera estaba saliendo sobre algo que había hecho con otras personas?

- Va, Tora, ¿Por qué no? Has dicho lo que quiera. – Chifuyu fingió un puchero. – Tengo curiosidad, he oído muchas historias sobre las locuras que hacíais Baji y tú pero nunca me ha contado esa.

- Porque no estaba. – sonreí. – Es una tontería, Chifuyu, una de esas locuras que haces cuando eres joven.

- ¿Cómo acostarte con tu jefe? – arqueó una ceja sonriendo. – Con dos jefes, para ser exactos, yo aquí veo un raro fetiche.

Miré hacía el techo suspirando antes de reír y acercarme a él

- ¿No es esto acoso laboral o algo así?

- Mmm... - torció ligeramente el labio. – No, creo que cuando te gusta besar a tu jefe deja de considerarse acoso.

- Me gusta hacer mucho más que besarle. – contesté acercándome más a sus labios, noté de nuevo esa sonrisa maliciosa segundos antes de que se apartase de mí.

- Pues si quieres que tu jefe te de algo más que sus besos vas a tener que contarle la historia.

- ¿Va en serio, Chifuyu? ¿Me estas chantajeando con sexo? Eso es muy poco profesional.

- Hace tiempo que nuestra relación dejó de ser profesional. ¿Me lo vas a contar o me voy a cambiar?

- Está bien. – suspiré. – No sé que te imaginas, pero es una tontería.

- Oh, me imagino muchas cosas, sobre todo contigo. – no se si fue el tono, la cara con la que lo dijo o que mi cerebro ya estaba jodido del todo, pero me encendió más de lo que debería esa frase. – Cuenta va.

- Cuando aún no estaba seguro de si tenía fobia a los besos, si era asexual o si solo era un poco tonto, quedé con un amigo para explicarle mi problema y que me diera consejos. La cosa es que éramos bastante jóvenes y no sabíamos beber.

FilemafobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora