Parte 11: Femme fatale

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(Al día siguiente)

Me paseo por los pasillos tácitamente, en busca de la sala médica de ayer. Llevo conmigo una cesta lleno de cigarrillos, dos botellas de Hennessy y un cuadernillo negro y algo desgastado, para que pueda escribir sus demonios internos, al menos, a mí me funciona. Se cae de él una hoja de papel bocabajo y la recojo, es un retrato de nosotros dos juntos sonriendo, con corazones dibujados alrededor. Me siento orgullosa de mis habilidades de dibujos que hasta Marla hace acto de presencia en mi mente para admirar a mi hombre junto a mí. Sin embargo, a pesar de todo este optimismo y alegría, siento que algo no va bien a medida que me acerco al cuarto. 

Alzo mi cabeza por la puerta. Nadie.

El cuarto sigue igual destrozado que antes pero ahora falta él. Comienzo a inquietarme frente a la interrogativa de su paradero hasta que escucho una voz detrás de mí que paraliza mi corazón. 

— Él no está aquí, princesa.— Es Evan Peters, apoyado al marco de la puerta con los brazos cruzados. Suena algo apenado por darme la noticia.— Está en la coin de déshonneur. 

Esta información me cae como un balde de agua fría. Aunque no sepa francés, comprendo que no debe ser nada bueno. Al ver mi expresión, el rubio se acerca a mí y me rodea con sus cálidos brazos, pero no es capaz de calentar mi frío corazón. Lo aparto de mí y digo con la cabeza alta: 

— Voy a sacarlo de allí.

Veo una mezcla de emociones en su rostro: primero la clara esencia de los celos, la rabia, después tristeza y finalmente: se le dibuja una media sonrisa en él.

— Me encanta cuando te pones así, mi Loba Suprema.

Lo ignoro y cruzo por la puerta dándole un fuerte portazo. Esta vez camino con más seguridad, si he sido capaz de hacer que Nefasto agache la cabeza, no entra en mi cabeza como no podría con esto. En mi camino a la coin de déshonneur, me encuentro a una hermosa chica de piel oscura y tersa con ojos color esmeralda y deslumbrantes cabellos rizados, es etérea pero no lo suficiente como para olvidar mi objetivo. A su lado está... ¿Martha? De todas formas, paso de largo. Ellas me siguen por detrás con el mismo ritmo apresurado que yo, como si supieran a donde voy.

—¡___, ___! Adivina quién es parte de tu manada ahora.— me dice Martha.

— ¿En serio, Martha? ¿Con uno de mi manada?— La juzgo y, quizás por el matojo de mis sentimientos añado.— No sabía que tu gusto en hombres podía caer más bajo. 

 —Esta vez no se trata de un hombre sino de una mujer.— me paro en seco, sorprendida. Al girarme, mis ojos se encuentran con la morena a quien finalmente reconozco.— Saluda a Rihanna. 

La aludida saluda con la mano, esta me sonríe de forma encantadora aunque se ve algo nerviosa. No recuerdo haberla visto en la fiesta de bienvenida. 

—¿Rihanna? ¿La verdadera?

Ambas asienten.

Vuelvo a seguir mi camino, nuevamente, con ellas a mi espalda.

—No sabía que te gustaran los bollos. 

—Ni yo pero ella se me propuso.— explica mi amiga.— Y solo una idiota le diría que no a Rihanna, joder que mujeraza ¡Auch!

Al escuchar esta onomatopeya, asumo que ha recibido un codazo de su nueva noviecita. Finalmente llego a mi destino y abro las puertas con mucha fuerza, de tal modo que resuena por toda la habitación. El gigantesco cuarto está lleno de mi gente, aún así parece que nadie se ha acordado de encender las luces, el lugar estaría completamente a oscuras de no ser por unas dos ventanas ciclópeas.

 Incluso desde esta distancia, distingo a una silueta atada a un poste  y otra silueta a su lado en la mitad de la sala, este poste se encuentra en una plataforma a cierta altura de nosotros, que hacemos el papel de espectadores. Anonada, empujo a las personas que bloquean mi camino y subo por esta plataforma. Mis sospechas se vuelven realidad cuando veo a Eminem atado, con un bozal de cuero. La persona a su lado es su madre, que mira al público con soberbia, como si disfrutara de la humillación de su hijo.

— ¿Qué crees que estás haciendo?— le cuestiono a mi futura suegra, mi voz rebota por toda la sala y el silencio se forma. 

—Como ama de la casa, he de asegurarme de la seguridad de mi pueblo.

 La gente aplaude su respuesta pero no me dejo intimidar. Cruzo los brazos para aparentar una fortaleza inexistente, debo hacerlo en nombre de los dos.

—Creo que ha habido un error aquí.— declaro, noto el ambiente cortante en el aire por lo que trago saliva antes de agregar.— La ama de la casa soy yo. 

Asustada, evito contacto visual con cualquiera y ayudo a desatar a Eminem, este me abraza pero no de manera amorosa, sino de una forma que delata terror, vergüenza y la necesidad de una catarsis. La fortaleza de hielo que rodeaba mi corazón se derrite y no puedo evitar sentir compasión por él. 

—No puedes soltarlo así como así, lo dictan las reglas lupinas.— Reglas, como odio esa palabra.

—Mi manada, mis normas.

Los aullidos y gruñidos de disgusto del grupo no tardan en aparecer. Estos ensordecen mis oídos con su odio. Mi oponente me mira con una sonrisa de suficiencia. 

— El pueblo ha hablado.— me señala con su característico bastón. 

Se lo arrebato y con la ayuda de mi pierna la parto en dos, esta es la liberación que necesitaba. 

— Y yo también.— le sonrío de vuelta.— así que lleguemos a un acuerdo. 









Calmando a la bestia (EminemXTN) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora