01➳ Cuervo

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La brisa de la mañana fue un respiro para Janne

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La brisa de la mañana fue un respiro para Janne. Era justo lo que necesitaba para olvidar sus días de encierro y la cara de amargura de su padre. 

Caminó un poco y disfrutó de la frescura de la hierba a través de sus pies descalzos, hasta que llamó su atención un cuervo atrapado en la rama del único árbol del jardín. 

Sin dudarlo, subió una a una las ramas y suspiró conforme por el vestido simple que llevaba y que le permitía moverse con gran agilidad. 

Una vez tuvo al animal herido entre sus manos, sintió el calor que de este emanaba y el constante palpitar del diminuto corazón. Tras examinarlo un poco, se dio cuenta de que tenía un ala lastimada y llena de sangre. Si quería ayudarlo debía llevarlo a la casa, así que se quitó uno de sus guantes para hacerle un abrigo adecuado y colocó con cuidado al animal en la canasta con lana. 

—¡Papá, Janne salió de nuevo al jardín! —gritó una niña desde la puerta.

Janne se sobresaltó, bajó del árbol y corrió a la casa con la canasta en la mano. 

—¿No tienes otra cosa que hacer, Lina? 

—Papá dijo que no te perdiera de vista y eso hago —sonrió con burla—, es gracioso que yo deba cuidar de ti. 

Lina arrebató de las manos de Janne la canasta y se fue corriendo en busca de su madre. Lo que la niña no esperaba era encontrar al cuervo ensangrentado entre las telas. 

Janne trató de alcanzarla, pero cuando entró a la casa se topó con su hermana llorando y las miradas horrorizadas de sus padres.

—Lo volviste a hacer —dijo su padre y se acercó a ella—. Primero las voces y ahora traes animales muertos a la casa. 

—¡Te juro que solo quería ayudar al cuervo! —gritó y vio que su madre y hermana abandonaban la cocina—. Y en cuanto a las voces, aún sigo escuchando… 

No pudo terminar ya que fue empujada al suelo y sólo alcanzó a taparse la cara mientras su padre la golpeaba con el cinturón una y otra vez. Era el tercer castigo en la semana y pensó en gritar que ya tenía dieciocho años, que ya era adulta y que ya no podía castigarla más. 

En lugar de eso se enterró las uñas en el antebrazo y ahogó sus sollozos. 

Tuvo que soportar unos cuantos golpes más hasta que su padre se alejó, lanzando maldiciones.

Janne se levantó como pudo y corrió escaleras arriba, viendo todo borroso por las lágrimas. Una vez dentro, sujetó con fuerza la cruz de madera que colgaba de su pecho y se puso a rezar tal y como le habían enseñado. 

Sin embargo, unas voces muy cerca de su puerta la alertaron y prestó atención a la plática de sus padres. 

—Querido, ¿no has pensado en darla en matrimonio? —dijo su madre, tratando de no elevar mucho la voz.

Promesas De Un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora