—En el segundo pasillo encontrarán los libros para niños —El encargado de la biblioteca los vio un tanto extrañado, no eran para nada la gente que estaba acostumbrado a ver.
William se adentró al lugar y se llevó una gran decepción. No era para nada como él lo recordaba, el local estaba casi en ruinas. La falta de luz y de ventanas contribuían en gran parte a ese olor a humedad y que varios libros, en consecuencia, estuvieran cubiertos de moho.
—Ya que no recuerdas el nombre, tendrás que buscarlo de uno en uno —dijo Lif, quien seguía haciendo aquel peculiar collar.
—No me lo recuerdes —dijo él y tomó uno de los tantos libros en mal estado.
No podía leer casi nada, pero no tenía dibujos, ese no era. La mayoría de las tapas estaban zafadas y las hojas salían volando con el más mínimo toque. Luego de un rato, solo pasaba las yemas de sus dedos por la estantería, con sus pensamientos en una cosa muy diferente a los libros.
—¿Pasa algo? —La chica se recostó en el mueble, ignorando los crujidos y lo frágil que parecía.
—Mi hermano solía pasar mucho tiempo aquí.
—Vaya, ¿era un académico?
—No, solo tenía doce años.
Lif dudó en hacerlo, pero su mano terminó en el brazo del chico y dejó pequeñas caricias con el pulgar.
—Era una noche lluviosa, lo recuerdo bien —siguió él—, yo debía cuidarlo. Todo pasó muy rápido, unas mujeres horrendas entraron por la ventana. Yo me escondí debajo de la cama con Mari, mi otra hermana, y lo dejé a él a merced de esas cosas.
—Si las hubieras enfrentado estarías muerto y no solo tú, tu hermana también.
—Yo era el mayor, debía cuidarlos.
El silencio reinó entre ambos, solo se escuchaba a la lejanía la tos del encargado.
—¿Y tus padres? —Se animó a preguntar Lif.
—Estaban en una reunión con los vecinos. Jamás me llevé bien con ellos y después de que Louis desapareciera, pasaron a tener solo una hija.
—Te dieron la espalda, por eso vivías solo en esa fea casita.
—¿Fea? Era todo lo que tenía —dijo y fingió estar enojado—, la única oportunidad para mostrarle a mi padre que no soy un bueno para nada.
Lif se puso entre él y todos los libros. Sus manos descansaron en el cuello de William y tuvo que alzar un poco la cara para verlo a los ojos. Él no supo que hacer, tal vez esa era la forma de la chica de consolarlo.
—Aún tienes una oportunidad —susurró ella y le puso el collar—, nunca te quites este amuleto, te protegerá hasta que se borre la maldición de tu pecho. Al principio te será incómodo, pero te acostumbrarás.
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Promesas De Un Traidor
FantasiEn el convento Saint Ekavine, Janne vive recluida esperando su muerte, hasta que conoce a Josh y encuentra un motivo para pelear contra los espíritus que la atormentan desde que era niña. En Credoss, Poppy se acerca cada vez más a Lu, el nuevo pret...