24➳ Dulce Hogar

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—Mamá se volvió loca de la angustia cuando nos enteramos de que la ciudad de Adewrin había sido destruida por un terremoto —dijo Mari, mientras abrazaba con fuerza a William

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—Mamá se volvió loca de la angustia cuando nos enteramos de que la ciudad de Adewrin había sido destruida por un terremoto —dijo Mari, mientras abrazaba con fuerza a William.

Así que esa fue la versión oficial. En parte lo entendió, nadie iba a creer que una ciudad tan próspera había sido destruida por un grupo de brujas.

—Estoy bien, logré escapar a tiempo del desastre. Lif me ayudó.

—Oh, ¿es tu novia? —Mari se alejó de su hermano y le dio un abrazo también a Lif.

—No... bueno, ella es...

—Somos compañeros de viaje —concluyó ella—, nos ayudamos mutuamente.

—Lo siento, creí que como estaban juntos y abrazados...

—¿Qué tal todo en casa? —William intentó cambiar de tema—. ¿Cómo has estado?

—Normal, ya sabes. Papá sigue un poco estricto. Me dejó salir hoy con la condición de llevar escolta. —Señaló a los cinco hombres que se encontraban a un espacio prudente—. Y mamá reza por ti todos los días.

—Deberías ir a verlos —susurró Lif—. Ve en lo que yo duermo un poco y recuperó energías.

—No lo sé.

Él no quería dejarla sola. En cualquier momento podían aparecer esos locos y no estaba en condiciones para defenderse. Por otra parte, no estaba muy convencido de ver de nuevo a sus padres.

—¿Por qué no vienen los dos? Pueden quedarse en la que era antes tu habitación.

A pesar de su negativa, ir a la casa era una buena idea. La antigua edificación fue bendecida por un sacerdote y, sumado a eso, estaba plagada de amuletos en contra de las brujas que podían ser de gran ayuda para que descansaran un poco. Estuvo a punto de consultarlo con Lif, pero la chica ya se había dormido en su hombro y tomó la decisión solo.

—Iremos, pero no quiero ver a papá.

—Está afuera como siempre, no te preocupes. A mamá le hará bien que nos visites y ver que estas a salvo.

William cargó a Lif hasta que ambos subieron al carruaje y se aseguró de guardar bien el libro y su pequeña bolsa de monedas.

Los brazos de la chica comenzaban a resaltarse gracias a unas venas negras que recorrían sus extremidades hasta perderse en su pecho. William se alarmó y quiso buscar una explicación, pero esas venas desaparecieron enseguida. Un poco más calmado, la acomodó contra su pecho y quedó frente a su hermana, quien tenía una cara de pocos amigos y lo miraba en busca de respuestas.

—No creas que no vi como se pusieron sus brazos. ¿Con qué clase de gente te has relacionado?

—Ella no es mala —susurró William—, me ha ayudado mucho. Cuando hables con ella verás que es una buena persona.

Promesas De Un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora