05➳ Incomodidad

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La llovizna incesante indicaba que el mal tiempo estaba lejos de acabar.

Poppy permanecía sentada en el suelo, recostada sobre la pared de su casa con las gotas de lluvia cayendo directo sobre su cara. Suspiró y siguió escarbando entre la tierra, en busca de piedras pequeñas y algunas ramitas que sirvieran para decorar los muñequitos de madera que coleccionaba. Ya después iría al pueblo para ayudar a su padre en el taller o a Lucy en su puesto de frutas.

Poppy —susurró una voz gruesa, seguida de varios gruñidos —, hueles tan bien...

Era la misma voz de sus sueños y venía de los arbustos que estaban justo a ella. Los arbustos que daban inicio al bosque donde tenía prohibido entrar.

Por más que quiso no pudo moverse, ese entumecimiento había regresado. Sus manos comenzaron a temblar y fue consciente de como su corazón palpitaba del miedo. Pero esta vez era real, no estaba soñando y ese monstruo estaba muy cerca de ella.

Se sintió impotente y con ganas de llorar, con un grito bastaba para despertar a su madre y a Luther, pero su propio cuerpo la traicionó. El grito que podía salvarla se había quedado atorado en su garganta.

—Hola Poppy. ¿Todo bien?

Ella alzó la vista lo más rápido que pudo y se encontró con Dan. Se llenó de alivio y escuchó como se alejaba la bestia, más no volteó para comprobarlo. Por un momento, pensó en contarle a su amigo lo que había escuchado. Aún recordaba como esa voz gruesa pronunciaba su nombre, pero no fue capaz. Esas habilidades sólo las poseía una bruja.

—Estoy bien, salí a buscar ramitas para mis figuras —dijo ella y le enseñó su mano. Al ver que aún estaba temblando, la bajó de inmediato.

—¿Tan temprano? ¿Todo bien en casa con tu madre?

Ella asintió. Había sido amiga de Dan desde que tenía memoria y lo quería como a un hermano. Aun así, sabía que, si le decía que Luther se había quedado a dormir, él no lo tomaría para nada bien. En especial porque Dan trabajaba en el taller con el padre de Poppy y no dudaría en contarle todo.

Solo había una persona con la que podía hablar, pero estaba en la guerra, demasiado lejos de ella.

Una idea vino a su cabeza y se apresuró a despedirse de Dan con un beso en la mejilla. Él se sonrojó al instante, pero trató de ocultarlo limpiando su nariz.

Poppy no se percató de esto y entró corriendo a su casa, sin mirar al grupo de arbustos. En su mente, si ignoraba una cosa, esta desaparecía y justo eso era lo que necesitaba: olvidar esos extraños susurros del bosque.

Promesas De Un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora