15➳ Grave Error

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Ya en el suelo, William se quitó como pudo las sogas que ataban sus manos y dejó de pisar el círculo rojo que aún resplandecía

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Ya en el suelo, William se quitó como pudo las sogas que ataban sus manos y dejó de pisar el círculo rojo que aún resplandecía. Todo estaba en una completa oscuridad y el olor a carne quemada era tan fuerte que sentía que iba a vomitar. Algunas siluetas de los miembros del aquelarre se perdían entre las ramas de los árboles, tratando de esconderse en el bosque.

Un mal presentimiento vino a su mente al ver un batallón de caballeros de la iglesia rodear el lugar.

¿Qué había pasado con Lif?

La carnicería empezó antes de que William pudiera esconderse. Las brujas soltaron a las bestias que atacaron a los caballeros sin piedad, devorándolos con un frenesí increíble. Era el mismísimo infierno. No obstante, los clérigos tenían como defenderse: cada uno portaba un látigo que parecía quemar a los miembros de la secta, les dejaban unas marcas horrorosas junto a una desorientación momentánea.

William suspiró con alivio al pensar que ya esta a salvo y se acercó temblando a los caballeros. Aún recordaba esa figura demoníaca alzarse de entre la tierra y como estuvo a punto de ser su comida.

—¡Él es otro hereje! ¡Mátenlo!

—No, yo...

Uno de los látigos rozó su brazo y al instante este lo quemó y un denso humo salió del contacto. Parpadeó varias veces para aceptar lo que acababa de pasar. Esas cadenas sagradas solo reaccionaban así ante una bruja, ante un mensajero del diablo. ¿Él ya era uno?

No se quedó para averiguarlo y mejor corrió para esconderse detrás de un árbol. Estaba demasiado débil como para huir al bosque, necesitaba recuperar fuerzas y eso podía significar su fin. En medio del caos, pudo ver al anciano de antes pasear con suma tranquilidad por el lugar. Los látigos no le hacían nada, por lo que los hombres de la iglesia no mostraban interés en él. Entonces Lif apareció de entre las sombras y corrió con gran velocidad para capturar al viejo y ponerlo a salvo. De lo que ella no se percató fue que un caballero la había visto y desenvainó su espada, listo para darle un corte mortal.

El cuerpo de William actuó por si solo y salió de su escondite para evitar que le hicieran daño. Hizo lo único que se le vino a la mente: se lanzó sobre ella para que cayera al suelo.

Su plan funcionó, aunque mejor de lo que esperaba. El golpe por la caída que debió sentirse en segundos, tardó mucho en llegar. Sin comprender, abrió los ojos y se topó con que estaba aferrando con fuerza a Lif, mientra los tres viajaban en una especie de túnel sombrío repleto de telarañas y a una velocidad impresionante. Cuando por fin aterrizaron, William se quitó de la cara varias telarañas que le impedían ver y sobó su brazo adolorido. Aún podía oler la peste de ese túnel.

—¿Puedes dejar de aplastarme?

Él comprendió que su pequeño viaje ya había terminado, pero no pudo levantarse, quedó hipnotizado con el rostro de Lif. Desprendía un aura irreal, sus pestañas grises estaban perfectamente dobladas, dando paso a sus ojos que lo miraban con cierta diversión. William no tuvo intensiones de apartarse y ella tampoco. Siguió contemplando cada pequeño detalle de su rostro, desde el lunar pequeño que tenía cerca de la nariz, hasta sus labios ligeramente abiertos. Se inclinó un poco más a tal punto que sus respiraciones se mezclaron y una vaga idea vino a su mente. Cuando estuvo a punto de dar el paso final, un quejido alertó a ambos y Lif se apartó con brusquedad.

Promesas De Un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora