06➳ Hereje

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—Pierdes mucho el tiempo

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—Pierdes mucho el tiempo.

—Surgió un pequeño problema, pero tranquilo, estaré de regreso en la noche.

Al escuchar esas dos voces, William abrió los ojos y parpadeó varias veces. Con dificultad se sentó en el sillón, tratando de comprender lo que pasaba.

Había perdido el conocimiento después de una ronda de cervezas, cosa poco habitual en él. 

La cabeza le daba vueltas y tenía un sabor amargo en la boca, pero al ver la silueta de alguien a su derecha ya nada pareció importar.

Lif estaba parada cerca de la ventana con su actitud despreocupada de siempre. Él se preguntó si era ella la que hablaba hace rato. También llamó su atención el tazón con sopa caliente que estaba sobre una mesita de la sala.

—Buen día Will —La chica caminó y puso su mano sobre el hombro de él, causándole un escalofrío—. Te arrastré como pude al sillón. ¿Dormiste bien?

El joven solo asintió y tomó un poco de la sopa.

—Estaba sobre la mesa, solo la calenté —dijo ella y caminó de regreso a la ventana—, perdón por meterme a tu casa sin permiso, pero estabas bastante mal y no podía dejarte tirado en la calle.

—Gracias, fueron solo un par de cervezas, no sé qué me pasó.

—No importa —rió—. Por lo que vi eres herrero —dijo ella restando importancia a lo anterior.

—Si, era un negocio de la familia. Vine aquí hace un par de meses —suspiró y decidió contarle el resto, después de todo no tenía con quien hablar—. Mis padres cerraron su taller y no quisieron saber más del asunto. Yo no pude hacerlo, tomé una carreta con las pocas cosas que tenía y aquí estoy.

William omitió muchos detalles de su vida, desde que su padre era dueño de extensas tierras y tenía una enorme influencia en la iglesia, hasta el accidente con la carreta meses atrás.

—Vaya, buscaste tu propia vida haciendo lo que te gusta. Te admiro.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó él con genuino interés.

—Mis padres eran pescadores y casi no los recuerdo. Murieron por una peste y una amable señora me ofreció trabajo. Desde entonces soy su mensajera, hago pequeños encargos de aquí por allá —dijo ella algo inquieta—. Se que no tiene nada que ver con lo que estamos hablando pero... ¿qué es eso que cuelga en tu puerta y en todas las paredes? —preguntó Lif con una risa nerviosa.

—Es protección. Sirve para ahuyentar brujas.

Lo cierto era que, lejos de avergonzarse por tener su casa repleta de esos amuletos, William se sentía seguro. Un hombre se los había vendido a un precio muy alto cuando aún estaba en su tierra natal. Le aseguró que repelían a las brujas y él lo creía firmemente.

Promesas De Un TraidorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora