William tarareaba la canción favorita de su madre, eso lo hacía sentir seguro en medio del camino tenebroso del bosque. Quería algo con lo que recordar a su familia y esa canción era perfecta.
Fue una mala idea adentrarse al bosque de noche, con una carreta ruidosa y con la única compañía de sus caballos, pero debía demostrar que podía valerse por sí mismo y comenzar su propio negocio.
Eso fue lo único que lo impulsó a no parar durante la noche y seguir avanzando. Si llegaba después del amanecer perdería su puesto y la oportunidad de terminar de aprender su oficio. Sumado a eso, ya casi no le quedaba comida y su ropa se había reducido a harapos malolientes que seguro quemaría al llegar a la posada.
Siguió su camino, tratando de no prestar atención a los ruidos del bosque, hasta que alguien respiró en su cuello.
Como si su vida dependiera de ello, se dio la vuelta aún con la carreta en movimiento y para su fortuna no había nadie. Aún podía sentir la presencia en su espalda y un escalofrío bajó por todo su cuerpo.
El presentimiento de encontrar a un intruso escondido entre sus cosas llegó a su mente, pero lo ignoró. No era posible, no tenía espacio suficiente para esconderse.
De pronto, un grito desgarrador se escuchó en la parte de atrás de la carreta, demasiado cerca de él.
William mandó a la basura sus pensamientos anteriores y ordenó a los caballos parar. Contra todo lo que esperaba, estos no lo obedecieron y apresuraron más el paso.
Con un poco de miedo, volteó a ver y ante él se dibujó perfectamente la silueta de una persona.
Esa pequeña distracción fue suficiente para que no se diera cuenta de que otra sombra estaba en el camino y poco pudo hacer para frenar o esquivarla.
Los huesos, de lo que seguramente era un animal, crujieron y se hicieron añicos por la fuerza y el peso de las ruedas. Esto a su vez, hizo que la carreta diera vuelta con William aún dentro.
Los caballos se soltaron y corrieron despavoridos, perdiéndose entre la maleza del bosque. Sus relinchos fueron lo último que William escuchó con claridad, seguido de unas risas muy cerca de él.
Así permaneció hasta que los primeros rayos del sol alumbraron el bosque y aquella neblina extraña se disipó en el ambiente.
—Santo Dios —dijo un hombre que pasaba con su carreta.
Para William esas palabras fueron como un susurro lejano y lo que vino después también.
Sintió que lo cargaban entre dos personas e hizo un esfuerzo para abrir los ojos. Miraba todo borroso por lo que parpadeó varias veces y pudo distinguir una escena horrorosa: en el suelo yacían los restos aplastados de una persona, con marcas de sangre de las ruedas que hacían un camino hasta llegar a la carreta volcada.
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Promesas De Un Traidor
FantasiEn el convento Saint Ekavine, Janne vive recluida esperando su muerte, hasta que conoce a Josh y encuentra un motivo para pelear contra los espíritus que la atormentan desde que era niña. En Credoss, Poppy se acerca cada vez más a Lu, el nuevo pret...