Capitulo 7: Propuesta

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No volví a verlo. Se había ido, o elegía correr en otra dirección. ¿Para evitarme? ¿Tan repulsivo me encontraba? No era lindo, bajo mis criterios, pero siempre estaba pulcro, perfumado y tenía buen aliento. Los cuestionamientos y pensamientos me deprimían un rato, me enfurecían después.


Estuve varios días así; solo. En compañía de Rebecca y Mark que me pedían visitar algún lugar nuevo, a lo que me negaba rotundamente.

Estaba solo, solo con la música, solo con mis libros, solo con mis dibujos y pinceles. Ya hasta daba lástima estar junto a mi.

Pasé, literalmente, todos los días en cama, lo único que me motivaba era el ritmo que producía mi celular cada que ponía alguna de mis miles de canciones. Entre ellas "Don" y "Perfecta" de Miranda, la melodía era genuinamente entretenida, y me proporcionaba calidez.

Reapareció la mañana del día en que debía volver al hospital para que me viesen la herida. Se detuvo frente a la playa y giró rostro en mi dirección. Esperé con la respiración contenida, mientras mi cabeza repetía: "Vení, vení".

No quería sentirme tan feliz por el hecho de que él avanzaba hacia la casa. Me enojaba depender de un hombre tan poco confiable, tan ciclotímico. No quería volver a depender de alguien. Tampoco quería analizar mi inconstancia; pocos días atrás, estaba casado y aseguraba amar a Leila. Me di cuenta de que tenía miedo de lo que sentía; sobre todo tenía miedo de lo que habría sido capaz de hacer a causa de ese sentimiento.

Salté en un pie para abrirle la puerta trasera.

-Hola -dije, corto de aliento, no por los saltitos, sino por los nervios.

-Buen día. ¿Cómo anda su pie?

-Podríamos tutearnos. Somos casi de la misma edad, creo. Yo tengo treinta y uno -ofrecí, y Damien se quedó mirándome, como si hubiese hablado en ruso-. ¿Qué pasa?

-Pocas personas confiesan su edad.

-Bueno, pues yo pertenezco al grupo de pocas personas.

-Sí -contestó él, y su respuesta, tan corta, abrupta, casi como una certera acuchillada, me desconcertó.

-¿Quiere pasar?

-No. Vine para avisarle que hoy lo voy a llevar al hospital para su revisión.

Mark iba a llevarme, pero no dudé en aceptar la oferta de Damien.

-Paso a las tres de la tarde. ¿Le va bien?

Le aseguré que me iba perfecto y nos despedimos. No trabajé esa mañana, distraído como estaba decidiendo qué me pondría. No tenía mucho más que jeans, poleras, camisetas y dos suéteres, uno rojo cadmio, de cuello alto, lleno de ochos, que me quedaba bien. Me lo puse con los jeans. En el pie bueno me calcé una bota alta color negra, que iba por fuera del pantalón; en condiciones normales, me elevaba un poco. Al pie herido, lo envolví en una media de lana. Usé el cepillo sobre el tocador de Estella y me lo pasé por mi cabello, desenredandolo aún más de lo que ya estaba y me lo cubrí con una pequeña boina de Londres, regalo de Pocket en mi anterior cumpleaños. También cubrí mis labios con gloss. No me atreví a arreglarme más; siempre me había visto con la cara lavada, excepto bajo las cámaras en mi época de modelo, y me habría resultado patético presentarme maquillado como una puerta; evidenciaría mi interés. ¿Tenía interés? Sin duda. ¿En qué? En que me besase, admití con culpa. ¿Culpa de qué? Si bien no estaba divorciado de Leila, lo estaría en cuanto reuniese el valor para regresar a la ciudad y contratar un abogado. Acabé perfumándome con lo que hallé en el placard de Estella.

Una vez en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora