Leila había regresado a nuestro departamento. No sabía ni me importaba dónde había pasado los días después de haberla encontrado con su amante. Aunque me imploró de rodillas —literalmente— que me quedase. Le hice caso omiso, agarré mis cosas y me fui.
Me instalé en lo de Pocket. Apenas me vio en la puerta, así, todo abatido, me invitó a pasar, me ofreció una taza de té y me dejó mi espacio unos momentos. Lo necesitaba. Necesitaba de su sobriedad, de su sensatez, de su paciencia para escuchar y, sobre todo, de su conocimiento.
Pocket es fiscal y un gran penalista. Esa misma noche, mientras cenábamos, le conté todo y acabé llorando.
-Vos, por supuesto, supiste del caso Damien Thorn.
-Todos lo sabíamos, Pip.
-Yo no.
-No, vos no, residente de un saquito de té.
-¿Qué voy a hacer? No puedo soportar la idea de que esté allá, sólo, pensando que lo creo culpable.
-¿Lo crees culpable?
-Me decís que la Justicia lo sobreseyó por falta de mérito. ¿Qué significa eso?
-Más allá de lo que eso signifique, ¿qué pensás vos?
-¡Quiero creer que no! Pero hace tan poco que lo conozco. Vos, como fiscal, ¿qué pensás?
-Si fue sobreseído por falta de mérito es porque no había pruebas suficientes para condenarlo.
Pocket me explicó detalles del proceso penal que registré a medias. La Justicia no lo había declarado inocente, sino que afirmaba que no existían elementos suficientes para culparlo. ¿Habría asesinado a su mujer? Si lo había hecho, ¿por qué?
-¿No leíste lo que se conjetura?
-No he vuelto a buscar su nombre. No me animo.
-Thorn y la mujer tenían una hijita, que murió en un accidente de tránsito a los seis años.
-¡Dios mío!
-Manejaba Leslie Thorn y parece ser que no le había puesto el cinturón de seguridad. Dicen que él la culpaba. Discutían a menudo. En una de esas peleas, las cosas se salieron de cause y él la mató. Eso dicen.
La noticia me atravesó el plexo solar como una lanza. Un ardor se alojó en el centro de mi pecho y no remitió durante la semana que me quedé en casa de Pocket. Los primeros días me parecieron eternos, los otros más rápidos que la luz. Me dediqué a ayudar con la limpieza, la comida, y a acompañar. Quería distraerme de cualquier manera. Cuando no encontraba salida en estar parado me volvía a la cama y me desmoronaba, me sentía totalmente desmotivado.
Ansiaba llamarlo, pero ¿qué le diría? Lo extrañaba como no recordaba haber extrañado a nadie. Su ausencia sumaba a la opresión en mi pecho; a veces me costaba respirar. No tenía hambre, no dormía bien, ni me concentraba. Una pregunta se repetía en mi mente como una canción pegadiza e insoportable: "¿Será verdad que Damien asesinó a su esposa?", y desplazaba a las otras que me habían mortificado antes de enterarme acerca de su pasado.
Pese a la perplejidad y a la confusión en que me hallaba, di un paso importante: me entrevisté con una abogada amiga de Estella y le pedí que iniciase los trámites del divorcio.
Pocket y Estella me bombardeaban con consejos y me abrumaban. Al final, Estella declaró:
-Pip, la respuesta está en vos. Vos sos el único que puede decidir si creer o no en su inocencia. Vas a tener que jugarte.
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Una vez en casa
FanfictionAños en un matrimonio infeliz tardaría Pip para darse cuenta de que irrelevante es cuán perfecto te veas, o cuanto hayas pasado e incluso sufrido; toda materia tiene edad para perdonarse, toda creación merece ser. Vivir. Phillip Pirup, abrió los oj...