Damien
Corría, a trote lento, pero lo hacía. Me estaba cansando; días sin moverme de la cama tenían sus consecuencias. El viento me daba en la cara y me secaba el sudor.
Estaba llegando, tenía que pasar por la edificación que había comenzado todo, no quería, ni podía, rendirme.
Pegué la vuelta, vencido. No había superado la prueba: la casa, oscura y solitaria, había resultado un contrincante demasiado potente para mí. Ni siquiera regresé corriendo. Caminaba; más bien arrastraba los pies, con Killer junto a mí. Se le había contagiado mi depresión porque ni las gaviotas que lo provocaban todas las tardes lo hacían reaccionar.
¿Que será de Pip? Lo ideal sería si nunca lo vuelvo a ver. Solo traigo problemas a la gente. Él me tiene miedo, yo me tengo asco, y el mundo me cree asesino, la perfecta combinación para describir el desastre que se me aparece todos los días frente a mi espejo.
-¡Damien!
Levanté la vista. El sol languidecía; la luz escaseaba. Alguien corría en mi dirección. No podía tratarse de él. Era imposible. Me había abandonado. Me creía un asesino. Agucé la vista.
-¡Damien!
Me dolió el pecho a causa de los latidos violentos del corazón y me lancé en una carrera eufórica. Killer corría y ladraba. La figura de Pip cobraba nitidez, y su sonrisa me hacía sonreír. Lo veía correr con dificultad, de los dos el entrenado para eso era yo, se notaba a millas que él no corría seis kilómetros todos los días. Y aún así me perdía en sus curvaturas, en su anatomía, en la forma en que sus huesos cobraban vida en tan majestuoso ser, me embrujaba por las mañanas, por las tardes, aún más por las noches, y me mantenía en una utopía de la cual me daba miedo salir.
Cayó en mis brazos y lo sujeté contra mi cuerpo sin importarme estar sudado. Lo abracé como si alguien pretendiese arrebatármelo. Lo sentí convulsionarse en el llanto, lo oí balbucear, no sabía qué. Lo aparté un poco y le sujeté el rostro por las mandíbulas.
-Perdoname, perdoname. Por favor. Sé que no lo hiciste. Sé que no mataste a tu esposa. Sos inocente. Perdoname por haber dudado.
-No, no, nada que perdonar, nada -repetía yo, y lo besaba en todas partes.
-Necesito que me perdones. Te causé un dolor muy grande. ¡Después de todo lo que tuviste que soportar!
-Te amo, eso es todo lo que quiero que sepas.
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PhillipLilith me dijo que si pensaba buscarlo, que tomase la ruta que ya conocía. ¿Que la conocía? Si. Me la sabía de memoria. Tome un trago del vaso lleno de jugo que me sirvió y salí por la puerta dándole las gracias.
Caminé un poco y reflexioné lo que iba a pasar, en caso de que me lo encontrara, ¿qué le iba a decir?, aparte de pedirle perdón, ¿le formulo charla? ¿lo abrazo? Me dejaron histérico mis pensamientos, me perdí en mi mundo un poco más cuando, a lo lejos, lo divisé, lindo, alto, con esa capucha todavía. Estábamos por la mitad de la playa, donde varios roces secretos que van a nuestras tumbas quedaron sellados.
Troté ganando un poco de carrera, mi corredor solitario estaba a unos cuantos metros adelante mío. Me dolió verlo así, con la cabeza gacha; la mirada perdida; y a Killer en el mismo sentimiento.
No pude contenerme, lo llamé.
-¡Damien!
Me causó risa la incredulidad que mostraba su cara. Parece que vio un fantasma, de esos que te salen en media noche cuando apagás la luz.
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Una vez en casa
Fiksi PenggemarAños en un matrimonio infeliz tardaría Pip para darse cuenta de que irrelevante es cuán perfecto te veas, o cuanto hayas pasado e incluso sufrido; toda materia tiene edad para perdonarse, toda creación merece ser. Vivir. Phillip Pirup, abrió los oj...