Esa misma noche Estella no dudó en quedarse a hacerle compañía a su más fiel amigo, hermano y confidente, después de todo el había estado para ella cuando su última relación fallida la dejó sin ánimos por algo más que unas semanas.
Ambos necesitaban sanar, mucho más Pip ahora por la reciente noticia. Estella ya había apartado su "tragedia" a un lado de su vida y concordó que Pip debía hacer lo mismo. Aunque nada es fácil.
Un rato después de acostarlo en el sofá, ella se dirigió a la cocina y se preparó una taza de café -que nunca faltaba en la alacena del rubio, puesto que fue una de las costumbres adquirió en Londres-. Ya con el estómago lleno, bajó hacia el cobertizo y buscó entre la polvareda de cosas que guardaban, un colchón viejo, que perteneció a Pip antes de que se mudara y que sinceramente dudaba del porqué habían llevado al departamento, aunque en esas circunstancias lo agradecía. Buscó en las repisas del baño un par de colchas y se acostó en el piso, a un lado de Pip, dando por terminado su ajetreado día e iniciando un ciclo onírico profundo.
Al salir los primeros rayos del Sol, Pip empezó a abrir sus ojos. Pudo distinguir que Estella estaba a su lado, la miró con hermandad mientras dormía plácidamente."Que haría sin ella" ,pensó.
Se levantó con sumo cuidado de no despertarla, subió arriba, buscó entre sus prendas una de las que hace años no usaba y que ya hasta había olvidado que poseía. Quería comenzar de nuevo, y eliminar rastros de su pasado fue su mejor opción.
En eso, Estela despertó, con la sorpresa que el rubio no estaba en su "cama", "Sigues despertándote super temprano, no cambias más", musito ella en su cabeza.
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Ya cerca de las diez a.m., Pip se sentó enfrente de ella, y con su mirada suplicaba soluciones; el ya no podía solo. Estella, por su parte, siempre fue muy buena captando indirectas, y con unas palmadas que dio en el sofá hizo que Pip se sentase para que pudieran conversar a gusto.
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Estella me convenció de que alejarme por un tiempo me salvaría de una confrontación para la cual no estaba preparado. Guardar distancia y serenarme me devolverían el dominio sobre mi carácter y me pondrían de nuevo en pie. Me ayudó a armar la valija, a acomodar los elementos para mis dibujos en un bolso y me llevó a la estación de ómnibus.
Fue mientras el micro se ponía en marcha hacia la costa que comprendí con cabal madurez y fatalismo que mi vida había dado un vuelco radical. La imagen que había descripto lo que experimenté en esos primeros minutos era la de haberme ido a dormir a mi habitación, cómoda y segura, y haber despertado a la mañana siguiente en medio del desierto, rodeada de un paisaje desconocido, hostil y desolado. ¿Cómo había llegado ahí? ¿Por qué? ¿Qué haría de ahora en adelante? ¿Se podía empezar de vuelta a los treinta y un años?
No dormí en el colectivo, lo que, sumado a varias noches pasadas en el sofá y a lo precipitado del viaje, hizo que llegara a la costa con el ánimo por el piso. Los caseros, Mark y Rebecca Cotswolds, habían ido a buscarme; a pedido de Estella.
Al bajar los escalones para salir de la parada, levanté la vista y quedé deslumbrado con el paisaje que se me insinuaba de frente. Era bonito, no tenía grandes edificaciones, no contaba con tiendas cada un metro, estaba ausente de oficinas y las casas estaban separadas por una considerable distancia unas de otras, era justo lo que yo retrataba en mis historias leídas por los niños, ese era el exacto perfil que tenía por lo rural, tan mágico y pacífico.
Di un largo suspiro, inhalando el aire a campo y playa, a flores y frutas, era obvio: tenía que escribir un libro sobre esto. Era natural. Estella no se equivocó, era justo lo que necesitaba.
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Una vez en casa
FanficAños en un matrimonio infeliz tardaría Pip para darse cuenta de que irrelevante es cuán perfecto te veas, o cuanto hayas pasado e incluso sufrido; toda materia tiene edad para perdonarse, toda creación merece ser. Vivir. Phillip Pirup, abrió los oj...