Capítulo 17: Juicio eterno

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Nos quedamos dormidos, consumidos por el cansancio. Me abrazó hasta que los rayos, provenientes de la ventana, me rozaron los párpados. Sentía su aroma, me seguía encandilando con sus pestañas, sus negros cabellos que no dejaba ver en público y su cuerpo que parecía, a mi punto de vista, un lugar seguro.

Decidí romper el agarre, cosa con la que Damien no articuló, estaba totalmente cansado.  Recordé  que Lilith me había contado que, ni se había movido de su casa todos esos días, ni había comido casi nada, no había podido dormir ni cerca a lo que se denomina bien, a veces se la pasaba tras las sábanas o miraba el atardecer con profundo remordimiento. Me calmaba el hecho de que, por ahora, esté plácido en su cama.

Me miré al espejo del baño, abrí la canilla; me moje la cara. Mis problemas estaban resueltos por un lado de mi vida, la que más me importaba por suerte, por el otro extremo; todavía tenía que ir al juicio a realizar las actas para el divorcio. Según Estella, la abogada, Wendy Testaburger, no me traería más que soluciones.

Bajé por las escaleras, sus pantuflas eran realmente cómodas. Me apoyé en la mesa, y pensé en cocinar, se me daba bien la gastronomía.

Estaba por hacer unas tostadas con mermelada, agarré el pan y lo puse en la tostadora.

Me quedé mirando a la ventana, pensativo.

Sentí como sus manos apresaban cálidamente mi torso, un cosquilleo en mi oreja izquierda se hizo presente al momento en el que su mentón tocó mi clavícula.

-¿Que estás haciendo?

-¿Cómo dormiste?

-Yo pregunté primero -me respondió.

-Preparo el desayuno. ¿Qué no desayunas vos? -contesté con obviedad.

-Dormí re bien -hizo una pausa-. Pip, son como las doce y media, ¿vas a preparar el desayuno a esta hora?

-Bueno, es más entonces un almuerzayuno. -le contesté.

-Si, si. Quédate con tu almuerzayuno -me dijo al mismo tiempo que sacaba unas papas fritas de la alacena y se las metía a la boca.

-¿No pensás que te va a hacer mal? El alcohol de anoche te va a caer pesado.

-Habré muerto feliz.

No respondí, yo también me senté a su lado y tomé mi celular.

-Tengo que volver pasado mañana a la ciudad, voy a presentarme para testificar lo del divorcio.

-Sí. ¿Te parece si nos quedamos en mi departamento?

-Sí, gracias.

-Ese "gracias" no me convence, ¿pasa algo?

-No, bueno sí, pero no es tan grave.

Me examinó unos momentos como pidiéndome que confesara.

Suspiré pesadamente. -Ese día van a estar mis tutores. No les dije absolutamente nada. No sé que me vallan cuestionar en el tribunal el viernes. Solo se que Leyla había hablado con ellos, pero yo no, y no me llamaron ni me mandaron mensaje alguno. Me tienen con la intriga. -Solté con miedo.

¿Miedo de qué? No me podían hacer nada, ya soy un adulto, pero temo por su reacción. Fantaseo con su cara de decepción al ver que, además de que terminé con Leyla, estoy saliendo con un hombre, al cual amo. Ellos no tienen el derecho de decirme nada, yo no les debo nada, y si se enteran, se enterarán por algún chisme, pero por mi boca jamás. Mientras menos sepan nada de mi existencia, mejor.

Y aún así tengo el remordimiento.

-Te prometo que no me van a poder separar de vos. No te voy a dejar solo.

Una vez en casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora