Prólogo

561 64 60
                                    

—¿Vendrás de vacaciones con nosotros?

—Sí.

—Tiene que ser una broma —miro a Ginger, que baja las escaleras con una maleta—. ¿Es broma?

—¿Qué?

—¿Aria vendrá de vacaciones con nosotros?

—Claro que sí, bebé. No esperabas que la dejáramos aquí sola, ¿verdad?

—Ah, mira qué bien. Pues yo no voy —les informo, caminando hacia la puerta.

—¡Oye! ¡Mamá no me dejará ir sin ti!

—Oh, cuánto lo siento.

—¡Liam! —ruge, furiosa.

—A casa —dictamino—. Y bájame el tono, que no soy tu jodido amigo, soy tu hermano mayor.

¿Acaso ya nadie me respeta?

—¡Jimmy! ¡Haz algo!

—Becker, no seas cabrón.

—¿En serio? ¿Es lo mejor que puedes hacer? —arquea una ceja.

—¡¿Qué más quieres qué le diga?!

—¡Bebé, vamos! ¡No seas así! ¡Ya rentamos la cabaña!

—Ethan vino aquí por esto —Luna les da cátedra de manipulación, con voz suave y bastante convincente—. No harás que pierda sus días libres porque no te llevas bien con Millie, ¿verdad?

¿Quién diablos es "Millie"? No conozco a esa tal "Millie".

—Ya se me ocurrirá algo para compensárselo —doy un portazo final, zanjando el tema.

Apenas llego al pórtico, Aria aparece detrás de mí, con una sonrisita, caminando con esa ligereza que ya no me hace ni media gracia.

—Creí que te era indiferente.

—Me eres indiferente —aseguro.

Se acerca aun más y dejo que lo haga, para que comprenda que ya no hay nada en mí para ella.

Nada.

No siento nada.

—¿A qué le temes, Becker? No tendrás que estar cerca de mí si no quieres.

—No planeaba hacerlo.

—Puedes actuar que me superaste durante estos días, no me molestará.

—¿Actuar? —remarco y río—. Joder, cómo te duele que ya no sienta nada por ti.

—Demuéstramelo —eleva el mentón y me doy cuenta de que estoy peligrosamente cerca de su boca, pero no me alejo, con la intención de demostrarle que pierde el tiempo intentando provocarme—. Ven de vacaciones con nosotros, ¿qué puedes perder?

Está segura de que va a recuperarme.
Y yo estoy seguro de que no voy a ceder.

Hay una única cosa que puede hacerme caer rendido frente a ella nuevamente.
Pero es algo insignificante, minúsculo, microscópico.
Es... bueno, un cúmulo de cosas que se resume a, básicamente, todo lo que la conforma.

Nada de otro mundo, nada difícil de resistir.

Creo.

Espero.

—¿Y bien? —pregunta, impaciente, con una seguridad que me cabrea un poco.

—Supongo que conviviremos por unos días.

—¿Tregua? —me extiende la mano.

—Tregua.

Se la estrecho, decidido... pero esa electricidad vuelve a recorrerme íntegramente.

Creo que estoy jodido.

Quizás Fue Un Acierto #2 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora