Capítulo 7

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Becker

Creo que el concepto de la frase "la vida da muchas vueltas" está mal enfocado.
Yo diría que las vueltas toman mucha vida. Roban minutos, horas, días, meses, años... Y no devuelven nada.

Si hay algo seguro es que el mundo gira igual.

La vida sigue.

Quizá no en contacto constante con mis amigos. Quizá no en Stones, ni en la azotea de Jimmy y Ginger.
No en mi cama, ni usando las sudaderas o camisetas que cierta persona ha tomado prestadas alguna vez y ahora juntan polvo en mi armario. No en las canciones que algún día me hicieron pensar en ella... Y definitivamente no en el pueblo que me vio nacer.

Pero la vida sigue. Por otro lado, pero sigue.

Encontré que los minutos pasan más rápido en lugares que jamás había visitado antes.
En sonrisas que se contagian. En miradas que, si bien no son abrasadoras, ni de ojos verdes y desafiantes, me transmiten otras cosas, como calma, diversión... o intriga.
Comprendí que no tengo por qué buscar la electricidad de alguien al tocarme. Puedo conformarme con lo confortable de una caricia.

La primera vez que nos separamos hice todo mal. Pero ahora es distinto, porque no la busco en otras personas.
La quiero lejos.

A ella.
A las estrellas.
A los desafíos.
A los ojos verdes.
A las bocas infernales.

Ha pasado un mes y un poco más desde que la vi por última vez.

Joder, cómo intenté ignorarla, hacer de cuenta que no estaba ahí, simular que no sentía nada, que su mirada no me producía un vacío en el pecho y mis manos no ardían por no poder tocarla. Cómo aguanté las ganas de decirle lo preciosa que se veía cada vez que sonreía al oírme bromear con alguien más.

Pero, de pronto, todo se derrumbó sobre mí, como un jodido edificio, y quedé atrapado entre los escombros por un rato.

Esa noche en la que actué como un puto imbécil cuando me enteré de que va... Joder. A casarse. Con él. Todavía me atormenta, no sólo por mi reacción de mierda, sino porque entendí que siempre fui un pasatiempo.

Antes que nada, bellezas, quiero pedirles disculpas. No voy a justificarme, ni a decir que estaba tan decepcionado y dolido que mi cabeza dejó de pensar, aunque fue así.

No debería haber hecho esa escena. Me pasé tres pueblos y, más allá de que tengo que pedirle disculpas a ella, ustedes estuvieron ahí, así que, bueno, eso. Mis más sinceras y sentidas disculpas.

Excedí todos mis límites.

Estaba enojado con los dos. Mucho. Pero probablemente más lo estaba con la vida, y sólo pude intentar golpearlos, lo cual fue sumamente patético y digno de un cobarde.

Le pedí su número a James luego de unos días —por cierto, me lo dio a regañadientes—, pero mi mensaje nunca llegó a destino. Supongo que me tiene bloqueado. En Instagram tampoco la encontré.

No intenté llamarla, pero sí le envié un mensaje a su hermano, diciéndole que por favor le pidiera disculpas de mi parte. Su respuesta fue muy a lo Luca Miller: "Díselo en la cara cuando la veas. Y no vuelvas a hacerla sentir mal, porque voy a romperte la jodida nariz. Nos vemos pronto, hermano, y cuídate".

Es que los Miller no tienen eso de amarte u odiarte. Pueden hacer las dos cosas a la vez, y siempre fue algo que me sorprendió.
Yo no creo en los términos medios. Para mí todo es blanco o negro. Las escalas de colores entre ellos me parecen innecesarias.

Aquí, bellezas, todo se vive con intensidad. Mucha intensidad.

Volviendo a esa noche, no sé qué dolió más... Pero lo cierto es que ya no existe tal sensación. La he enterrado en el fondo de mí, y sólo aparece cuando tengo ese sueño recurrente en el que acudo al casamiento de Luca y resulta ser el de ella, como si hubiese caído en una emboscada.

Quizás Fue Un Acierto #2 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora