Capítulo 16

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Becker

Bueno, ahora saben qué es lo que he estado haciendo durante los últimos meses. He sido un capullo, he comenzado terapia, he peleado a mi terapeuta —no con él, sino a él, como si fuese una bolsa de boxeo—, me he acercado a Aria, la he abandonado y, por sobre todo, la he lastimado.

Sé que esto sonará a justificativo, y quizás lo es un poco, pero juro que no sé qué habría sido de mí si no hubiese podido verla durante esos meses.
Desde que la conocí, Aria fue capaz de agarrarme de la mano y arrastrarme a la superficie cuando sentí que estaba ahogándome.

¿Creen que fui un capullo con ella? Deberían haberme visto antes de conocerla.
Joder, he sido tan hijo de puta que diría que me compadezco de mí mismo, pero sólo quiero volver al pasado y darme una patada en el culo para hacerme avanzar un par de pasos, lejos de la revictimización y de mi nula empatía con el resto del mundo.

Lo estoy intentando, ¿de acuerdo? Estoy esforzándome, a pesar de que todavía siento que no merezco que me traten bien y de que tengo la necesidad imperiosa de volver a hacerme mierda.

Ténganme paciencia.

Volvamos un rato al presente, porque he llegado a casa de Luca y probablemente quieran ver esto.

Miro hacia ambos lados y golpeo la puerta negra e inmensa que se encuentra frente a mí, inquieto. Me centro en la mujer que abre y me sonríe. Tiene un delantal rodeándole la cintura, así que asumo que trabaja aquí.

—¿Sí?

—Buenas tardes. ¿Está Luca?

—Oh, sí, claro —se hace a un lado para dejarme pasar—. El señor Miller lo recibirá en un momento. Está en una llamada.

Asiento con la cabeza y la sigo por el recibidor.

Su casa es tan inmensa y los pisos tan blancos e impecables que, estoy seguro, podría lamer comida del suelo y encontrarlo más limpio que el vaso de cualquier bar al que haya ido jamás.

Vamos avanzando, en silencio. Steph no parece estar en casa. Me daría cuenta, porque esa chica siempre está haciendo un drama de algo, así que la escucharía.

Todo es tan jodidamente lujoso que me hace sentir mal vestido para el lugar, porque tengo una chaqueta de cuero, una camiseta y vaqueros del mismo color: Negro, como mi vida en general.

Ya en la sala, la mujer me hace un ademán para que lo espere sentado, pero no hago caso. No pretendo quedarme mucho tiempo. Es más, no debería estar aquí, porque tengo una cantidad excesiva de trabajo que presentar, pero necesitaba venir, porque esto es parte del proceso.

Mi psicólogo me dijo que, para cerrar, me vendría bien hablar con todas las personas a las que quiero decirles o preguntarles cosas.
Y, joder, la lista es bastante larga y peligrosa. ¿Por qué "peligrosa"? Pues... Margaret Miller está en ella. Sé que puedo manejar al padre de Aria, pero ¿Margaret? Nah. Esa mujer es una jodida asesina en serie.

Resoplo. 

El piso aquí es distinto. No es de madera, pero parece serlo, aunque en tonos grises.
Los marcos de las ventanas son negros y los techos tan altos que no puedo evitar intentar adivinar cuántos metros me separarán.

Noto que hay un piso arriba, desde el que se puede ver hacia abajo si se asoman por la barandilla.
Luego miro el hogar a leña, que está apagado, pero llama la atención porque ese sector de la pared está recubierto por bloques de piedra de un gris oscuro.

Hay tantos sofás que me abrumaría pensar cuál elegiría usar.
Son cuatro. Y dos sillones. ¿Por qué tantos?
Supongo que usaría uno por día. Pero, por el color claro, me daría miedo sentar el culo ahí. Creo que hasta podría mancharlos si los mirase más de lo debido.

Quizás Fue Un Acierto #2 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora