Capítulo 5

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Los días posteriores Emma no me dirigió la palabra, más allá de que nuestras miradas se encontraron varias veces mientras comíamos.
Teníamos que cocinar un día cada una y separarlo en dos raciones pequeñas porque no quedaba mucho. Bueno, ahora no queda nada. Esta mañana almorzamos café con un poco de leche y las provisiones se agotaron.

Quise preguntarle varias veces cuándo traerían más cosas para comer, pero cada vez que quería hablarle, se marchaba o simplemente hacía silencio.

Al principio tenía la esperanza de que fuera como la mayoría de las personas, que evaluamos las cosas por días hasta que, finalmente, dejamos el orgullo de lado y aceptamos que el otro puede tener razón... Pero la verdad es que esa esperanza está desvaneciéndose de a poco.
Ahora tengo miedo de que hable con Parker cuando llegue. Temo que le cuente lo que pasó entre nosotras.

Siendo sábado, sin haber mediado palabra con ella, y sabiendo que él llegará el lunes por la noche, comienzo a impacientarme y a pensar alguna otra posibilidad. Otra opción.

He tenido pesadillas todas las noches. Cada vez que conseguí conciliar el sueño desperté ahogando un grito, llevándome una mano al pecho porque sentía que mi corazón iba a salir disparado y tenía la sensación de que no podía respirar hasta que volvía a su ritmo habitual.
Tuve la misma sensación en diferentes ocasiones, hubiese o no un detonante.

Noah ha estado enviándome mensajes, Luca también. Les dije que había viajado a la ciudad con Parker y, por alguna razón, me creyeron. Ambos saben que algo anda mal, pero están esperando a que hable yo. No sé cuánto tiempo aceptarán mis mentiras, igual... Pero no puedo decir nada.
Supe que Parker tenía acceso a lo que hablaba con ellos cuando, luego de inventarle una excusa a mi amigo, me envió un mensaje que decía: "Muy bien".

Un día, estando aburrida como una ostra, tumbada en el sofá, con Canela durmiendo sobre mi vientre —básicamente es lo único que hago en todo el día—, miré a mi alrededor. Había cámaras de seguridad en cada ambiente. En todos.
Sí, lo chequeé. También en mi habitación.

Me invadió un asco insoportable cuando comprendí que había estado vistiéndome y desvistiéndome frente a sus ojos. Como en el maldito Gran Hermano, cada paso que doy está siendo transmitido a algún lado, cada mensaje que envío está siendo leído por él.
No puedo hacer nada sin que lo sepa. Nada.

—Y ¿qué quieres que haga? ¿Que ponga una huerta en casa? ¡No tenemos más comida! —exclama Emma desde su habitación—. ¡Tengo que salir a comprar! ¡No, no, escúchame!

Me pongo de pie y dejo a Canela en el suelo para acercarme unos pasos y así poder escuchar mejor, aunque no es muy necesario. Esa chica tiene unos pulmones privilegiados.

—¡La llevaré conmigo! ¡No podemos morir de hambre porque tú...! ¡Pues vete a la mierda, iremos igual!

Abre la puerta de un tirón y pasa por al lado mío como una posesa. Su móvil comienza a sonar, pero no le da importancia.

—Iremos a comprar comida —me informa, sin darme opción a réplica—. ¿Tienes...?

—¿Dinero? —arqueo las cejas. ¿Tengo que recordarle que me robaron todo?—. No, Emma. No tengo un centavo.

Cierra los ojos y se pone una mano en la frente, nerviosa.

—No hay nada. No hay leche, pan, verduras, carne, nada.

Saca una cajetilla de su bolsillo y se dirige al patio. Yo la sigo, sin emitir sonido.
Camina de un lado a otro, ya con el cigarro encendido, y no puedo evitar pensar en que eso sí hay. Jamás se le acaban.

—Tenemos que conseguir algo para comer.

—¿Tú no tienes dinero? —le pregunto—. ¿No te deja nada por si tienes una emergencia?

Quizás Fue Un Acierto #2 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora