Capítulo 21

793 43 194
                                    

Becker

Pero miren quiénes han decidido volver.
¿Qué tal, bellezas? ¿Todo bien?

¿Yo? Uf, yo estoy... A ver cómo lo describo.

¿Les ha ocurrido alguna vez estar a los apurones sin haber comido? Ya saben, esos días en los que no pueden detenerse ni a tomar un café.
Y de pronto llega el momento en que pueden sentarse a comer algo como un animal salvaje.

Oh, joder, qué placer.

Vale, imagínense si en ese momento les hubiesen servido un puto banquete con todas sus comidas preferidas.
Así me siento. Soy un rey y el mundo está a mis pies.

Bueno, en realidad ahora estoy en una situación un poco extraña.
Aria está hablando con su padre arriba, así que los demás estamos abajo, en el apartamento que le han regalado —no se imaginan lo que es este lugar—.
Mi querida suegra está hablando con mi adorada concuñada y Joey "Ojitos de Cielo" Lexton.

El tipo parece ser encantador, pero nos hemos estado lanzando miradas que sólo nosotros sabemos qué significan.
Si nunca se han encontrado en esta situación, dirán algo como: "Pero acabas de conocerlo, ¿cómo es que se entienden tan fácilmente?".

Un lobo hambriento puede identificar a otro, incluso si está escondido entre el pastizal, bellezas.
Tenemos el mismo objetivo... Y está claro que él cuenta con desventaja, porque me encuentro más cerca, la presa me tiene confianza y, seamos sinceros, soy mucho mejor que él.

Eso no quiere decir que vaya a rendirse tan fácilmente. Es más, lo hace más peligroso.

No malinterpreten la metáfora, igual. Saben que "la presa" de la que hablo me tiene más cautivo a mí que yo a ella.
Pero joder que es verdad que quiero comérmela.

Don sonrisitas pone la atención en mí y me recorre con la mirada como si estuviese vestido con una bolsa de basura embadurnada en mierda. A mí me da exactamente igual.
Es más, cuando vuelve a mis ojos, le lanzo un beso disimulado y arquea una ceja antes de volver a sonreírle a Steph y Meg.

—¿Qué están haciendo mi padre y Aria? —masculla Luca. Está mirando hacia abajo, asomado por el límite de la terraza—. ¿Se han puesto a repasar la Constitución?

—¿Sabes qué le ha regalado Lexton a Aria? —curioseo.

—Un collar —responde y bufa. Voltea y apoya los codos y la espalda en el barandal, imitando mi posición—. Tengo sueño.

—Deja de llorar.

—Aria llora porque eres tan feo como un grano en el culo.

—No es precisamente eso por lo que llora tu hermanita, pero lo que te ayude a dormir en paz, cuñado.

—Será a la tuya a la que hacen llorar así.

Giro lentamente la cabeza hacia él y me guiña un ojo.

Chequeo rápidamente que nadie esté mirándonos y le asesto un codazo en la boca del estómago antes de volver a acomodarme como estaba, tranquilito.

Ha lanzado aire con fuerza y está rodeándose el cuerpo con un brazo, dolorido.

Que se joda.

—Mi hermana es menor —le digo, con voz calma.

—Ya casi... cumple los dieciocho —responde, con dificultad.

—Si te lanzo desde aquí arriba morirías, ¿eh? —llevo mi cabeza hacia un costado—. ¿Te apetece probar? Por la ciencia.

—Que te den —intenta erguirse, pero no puede.

Quizás Fue Un Acierto #2 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora