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CAPÍTULO DOCE
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— ¿Me puedo sentar?
Me bajé un poco los lentes de sol para darle una mirada rápida a Camila. Mi amiga me miraba expectante, esperando una respuesta afirmativa de mi parte, pero todo lo que obtuvo fue un encogimiento de hombros.
Estábamos en el yate de Junior, el capitán había detenido la embarcación a una distancia prudente de la costa para que pudiésemos nadar un rato, sin embargo, yo aún no había entrado al agua. Me había limitado a echarme al sol como un lagarto para broncearme un poco y hacer que este viaje valiera la pena.
Cami bufó, ofendida por mi actitud, pero igualmente tomó asiento en el sofá blanco. Continué mirando hacia el frente, gracias a los lentes de sol nadie sabía qué estaba observando exactamente, así que podía estar de chismosa sin levantar sospechas.
—Dale amiga, no seas boba —Murmuró, zarandeándome el brazo levemente—. No podés estar sin hablarme todas las vacaciones.
—Claro que puedo. —Respondí.
—Me estás hablando en este momento —Dijo, virando los ojos y sacándome los lentes de sol para que le prestara atención—. Flor, sos mi mejor amiga, no quiero que pasemos un mal momento por una boludez, dale.
—Lo hubieras pensado antes de reservar las habitaciones.
— ¿Me estás cargando? —Frunció el ceño—. ¿Todavía no hablaron?
— ¿Hablar de qué, Camila? Él y yo no tenemos nada de qué hablar, está todo clarísimo entre nosotros, Junior siguió su vida, yo seguí la mía y este encuentro nunca tendría que haber pasado.
La castaña suspiró y se recostó contra el respaldo, dirigiendo la vista hacia donde yo también estaba mirando. Sus hijos corrían de un lado a otro, apuntándose con las pistolas de agua que Leandro había traído, mientras el ojiazul y el negro los perseguían, riéndose a carcajadas.
De fondo se escuchaba una canción en portugués al estilo funk, dejando en evidencia quién había elegido la música. Le saqué los lentes de sol a Camila y me los volví a colocar, cruzándome de brazos casi instantáneamente como si estuviese a la defensiva.
