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CAPÍTULO TRECE
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— ¡Qué calor! —Canturreé, levantando los brazos y llamando la atención de algunos comensales—. ¡Qué calor que tengo yo!
— ¡Que levante la mano como yo! —Leandro me abrazó por los hombros, levantando su brazo derecho— ¡El que quiera un vino en cartón!
Soltamos una carcajada escandalosa y nos sentamos de golpe cuando Cami tironeó de nuestras remeras. Mi amiga murmuró algo, pero no entendí ni media palabra de lo que dijo, solo vi como su marido se reía entre dientes y le daba un beso en la mejilla, haciéndola revirar los ojos.
Estábamos en un restaurante frente al mar, lo habíamos elegido por insistencia de Junior porque el cartel indicaba que tenían karaoke. Ya algunas personas se habían subido al escenario, pero ninguno de nosotros cuatro había hecho el honor de encantar a todos con nuestras maravillosas voces.
Cerré los ojos un momento, disfrutando de cómo la brisa me refrescaba un poco el cuerpo. No negaba ni afirmaba que estaba pasada de copas, ya me había convertido en la tía borracha y apenas era nuestra primera noche en la isla.
—Amiga, me parece que ya fue suficiente alcohol ¿no? —Cami me miró con una ceja levantada mientras agarraba mi mojito y lo ponía lejos—. Me sorprende que puedas formular frases coherentes todavía.
—No estoy en pedo amiga —Dije sonriendo de forma inocente—. Estoy en óptimas condiciones.
—A ver hace el cuatro. —Pidió Leo, apoyándose contra el respaldo y cruzándose de brazos.
— ¿Para qué querés que me ponga en cuatro? —Pregunté, frunciendo el ceño, totalmente confundida.
—Ay amiga —Camila se rio entre dientes, negando levemente—. En óptimas condiciones para ir volviendo al hotel estás.
—No, pero si todavía no hemos ni cantado —Me volteé para mirar a Junior que nos escuchaba atento mientras se tomaba una caipirinha—. Dale negro, move el orto y subí a cantar.
Neymar asintió, dejando el vaso de alcohol a un lado y se puso de pie. Él también había tomado bastante, pero no lo suficiente como para emborracharse. Se colocó detrás de mi silla y apoyó las manos sobre mis hombros para después agacharse un poco hasta que su boca quedó junto a mi oído. Su aliento caliente chocó contra la piel de mi mejilla, haciéndome estremecer, y no me animé a mover un solo centímetro del cuerpo.
