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CAPÍTULO QUINCE
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Buenos Aires, Argentina
2011
—Otra vez me va a dejar en el banco este hijo de puta —Murmuró Leandro enojado—. ¿Ustedes creen que juego muy mal?
Camila negó efusivamente al igual que yo, haciendo que el ojiazul intercambiara la mirada entre las dos, frunciendo el ceño. Estábamos de cara al torneo clausura, pero el nuevo entrenador de Boca no parecía tener en cuenta a mi amigo para hacerlo jugar, lo dejaba como suplente y eran pocos los minutos que le daba dentro de la cancha.
Leandro estaba frustrado, sabía que era bueno con la pelota, pero a veces dudaba de su talento. Yo ya no sabía cómo hacer para hacerle entender que el hecho de que Falcioni no lo pusiera, no lo definía como jugador. Creía firmemente que Paredes era talentoso y que en un futuro estaría rodeado de los mejores del mundo.
—Ustedes dicen eso porque me quieren —Dijo molesto, dejándose caer de espaldas sobre el colchón, quedando entremedio de Cami y yo—. Ya ni voy a invitarlas a la cancha porque es al pedo.
—A mí me gusta ir. —Dijo Cami, haciéndole mimos en el cabello.
—Pero es al pedo, amor —Protestó su novio—. No quiero que me veas comer banco.
—Hoy te veo comer banco y el día de mañana celebro con vos cuando ganes un mundial, de eso se trata.
Leandro sonrió abiertamente al escucharla decir aquello. Todos teníamos certeza de que eso ocurriría en algún momento porque simplemente ellos estaban destinados a ser.
Recuerdo que él estaba enloquecido desde que la vio, pero no se terminaba de acercar a ella porque tenía miedo de entorpecer su amistad con Ramiro, el hermano de Cami. Sin embargo, Rami lejos de enojarse con él, le advirtió a su hermana que si lastimaba a su amigo no le hablaría más.
Paredes se apoyó sobre uno de sus codos, quedando de espaldas a mí, y acarició la mejilla de su novia para después darle un beso en la boca. Desvié la mirada hacia la ventana, intentando darles un poco de privacidad, pero igualmente sentí que estaba sobrando en aquella habitación.
